lunes, 3 de enero de 2011

Satisfagamos sus expectativas

Hay un chiste que contaban los judíos en la Alemania de los años 30 (cuando aún podían hacer chistes) que cuenta que un judío llega a casa de otro amigo judío y se lo encuentra leyendo el Der Stürmer, el violentísimo panfleto antisemita de Julius Streicher. Sorprendido, le pregunta: "¿Isaac, se puede saber qué haces leyendo eso?" "Pues mira, Joseph, ¡porque leerlo me hace sentir estupendamente!" "¿Y eso?" "Porque según ésta revista los judíos controlamos toda la banca, todas las empresas de navegación, todos los periódicos, todas las radios, todo el dinero..."

Más o menos igual que el judío del chiste me siento yo al oír al Papa decir que España "es una viña arrasada por los jabalíes del laicismo" o al cardenal Rouco decir que España es un "país de misión". Oyendo a los jerarcas católicos cabría pensar que estamos en la China de la Revolución Cultural o en la Albania de Enver Hoxja, donde las iglesias eran convertidas en graneros o teleclubs.

Y sin embargo, aquí seguimos transmitiendo la misa dominical en la televisión pública; financiando las festividades en honor y gloria de los jerarcas católicos; llevando en palmitas al Santo Padre cuando se digna a pisar nuestro suelo; concediendo licencias de televisión a grupos cercanos a la Iglesia; permitiendo que dos de cada tres colegios que se abren en Madrid sean confesionales (y católicos), pagando a profesores de religión católica para que den clase en el colegio público restante, y así una serie indescriptible de prebendas.

Queda claro que la Iglesia católica española, con el entusiasta plácet de Roma, crecida a todo vapor por la energía de su Segunda Contrarreforma, armada con sus nuevos jesuitas (Opus, kikos, etcétera), no acepta medias tintas: quiere del Estado obediencia perruna a sus tesis o anatema.

Es natural que haya sectores de la izquierda que aun se nieguen a desistir de una cohabitación con la Iglesia. La inmensa mayoría de ellos fue criada en la Iglesia de los 70, donde la teología de la liberación ganaba peso, donde las asambleas de trabajadores se celebraban en las iglesias, donde en los campamentos de jóvenes católicos uno normalmente salía marxista.

Pero son incapaces de ver que esa Iglesia ya no existe, aplastada por el arrebatador peso del carisma del Puto Papa Polaco. Y la nueva Iglesia - que viene a ser la Iglesia de siempre, con televisión y twitter - ya ha obligado a sus fieles a tomar partido. Es la guerra, ni más ni menos.

Ya no podemos seguir tirando ramas de olivo a un dragón que nos quiere muertos. Si la Iglesia quiere guerra, satisfagamos sus expectativas.

Seguiremos informando.

3 comentarios:

El "Gentleman", arzobispal, dijo...

Bueno, pues sí que se ha cubierto usted de gloria...

Primero, vaya símil que ha encontrado con lo de la Contrarreforma. Ójala se tratara de algo así, fíjese lo que le digo. El Papa Polaco sí fue el artífice de una contrarreformilla como el Concilio Vaticano Segundo, en el que se redistribuyeron un poco las cosas para dar cabida (quicir) a los movimientos eclesiásticos de entonces. El objetivo del actual es más bien una cruzadita o una Reconquista, más propiamente.

Y segundo, para cumplir con las expectativas de esta gente no habría que enfrentarse a ellos. Habría que inventar una máquina proyectora de rayos que vuelvan homosexuales a los heteros y transexuales a los homosexuales, y ponerla, sin ir más lejos, en manos de la UNESCO. Y estoy poniendo un ejemplo real...

Por lo demás, buenísimo el chiste judío y genial la comparación con la delirante situación mediática actual, sobre todo en este país que lo es de prebendas eclesiásticas, como usted bien señala.

la reina del hielo dijo...

Una anotación pequeñica: los profesores de religión, hasta donde yo sé, los paga el obispado (que el dinero del obispado sale de las arcas públicas también, pero de otros sitios).

Feliz año!

Cuervo Blanco dijo...

¡Bien dicho!