domingo, 1 de mayo de 2011

ruinaimponente.info

ruinaimponente.info es la nueva casa de éste su blog.

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jueves, 28 de abril de 2011

Para la próxima edición del Diccionario de la R.A.E.

órdago. (Del vasco or dago, ahí está).

1. m. En el juego del mus, envite del resto.

(Del diario El País, 28 de abril de 2011)

2. m. El PNV supedita el apoyo a los Presupuestos a que Bildu concurra a las urnas.

Se nota que el mus es un juego vasco.

El PNV ha decidido que sí se puede nadar y guardar la ropa al mismo tiempo. Por una parte son los máximos beneficiados de que no haya un partido abertzale que les pueda arañar votos por la izquierda - amén de que les tienen unas ganas locas de acabar de una vez con Eusko Alkartasuna, esos doblemente traidores - pero por el otro son conscientes que dejar pasar ésta aplicación estrepitosamente brutal de la Ley de Partidos y votar los presupuestos es un acto electoralmente suicida a largo plazo.

Me temía que ocurriese algo así: los nacionalistas no iban a abandonar al Gobierno hasta ocurriesen dos cosas: que recuperasen el poder en sus respectivas autonomías Y que el PP no sacaría mayoría absoluta en las elecciones subsiguientes. La segunda parte, al menos para ellos, parece que ya está: las encuestas siguen dando la victoria al PP, pero asumen que con el nuevo candidato la distancia entre unos y otros pasará a ser políticamente favorable (para ellos). Y con CiU ya aferrada al sillón en Sant Jaume, solo quedaba el PNV. Y el PNV sabe que apoyar al Gobierno con la Ley de Partidos es garantizarse problemas, quién sabe una escisión (es lo que tienen los nacionalismos catch-all). Los cálculos son complicados, pero el riesgo es menor: para un partido nacionalista, estar en la oposición es políticamente rentable - permite tener un discurso victimista. Así que le han pasado TODO el muerto al PSOE, que tiene ahora un brete del tamaño de un camión tráiler. El PSE ya ha visto el tamaño del muerto y también ha empezado a quitárselo de encima antes que le hunda del todo, como en 1999.

Lo que me fastidia sobremanera de todo éste tema es que todo el mundo parece dar por sentado que el Tribunal Supremo decidirá lo que le diga el Gobierno. Y me fastidia porque, pase lo que pase, es una vulneración de la normalidad democrática. Porque si es así, ¿qué hace el gobierno ordenando al Poder Judicial lo que tiene que hacer? Y si no lo es, ¿qué hace el Poder Judicial tomando decisiones intrínsecamente políticas sin preguntarle a nadie? (Aclaración: porque esa responsabilidad se la da la Ley de Partidos. Y no debería.)

Ésta Ley de Partidos es un remolino diabólico que va recortando, como un salami, las libertades políticas de ciudadanos españoles. Es necesario encontrar otra manera de cortarle el grifo a ETA, y una vez encontrada y aplicada, acabar de una vez con éste cáncer.

La democracia española así lo requiere.

Seguiremos informando.

martes, 26 de abril de 2011

De todos nosotros

Estoy preparando una renovación a fondo del blog de la cuál tendrán más detalles a principios del mes que viene, pero es que ésto no puede esperar.

Me da vergüenza - no hay otra definición más suave que pueda usar - el como el Partido Socialista Obrero Español, el partido con el que siempre me he sentido más identificado ideológicamente, se amolda y adapta con entusiasmo a las tesis de la derecha más cavernícola por pánico a romper un consenso antiterrorista que ya no existe y que, en la práctica, se resume en la idea fuerza que Jaime Mayor Oreja ya ha dejado caer implícita o explícitamente en más de una ocasión: quien no esté con las ideas del bigotismo y de la AVT, es ETA. Ya está, ni medias tintas, ni sutilezas, ni matices. O con nosotros o con ellos: el desastroso frentismo del 99 de vuelta, con armas y bagajes. Con la solicitud de impugnación de las listas de Bildu, el mensaje está claro: cualquier persona que haya tenido o tenga que ver con la izquierda abertzale en algún momento de su vida es un etarra y lo será para siempre, y no tiene cabida en la vida política española. Muy bien. Encerramos en un gueto para siempre a aquellos que crean o que puedan haber creído en algún momento que la independencia del País Vasco se consigue vía rifle. ¿Es que no somos capaces de darnos cuenta de que lo que hacemos es darle la razón a éstos cretinos? ¿Es que vamos a hacer que cuando digan que en España hay un sistema político opresor que les niega los derechos políticos puedan tener razón?

Ojo: no tienen razón. No me cabe duda que ETA está lamiéndose las heridas y necesita la pasta y la inmunidad que ofrecen las municipalidades amigas. Y no me creo para nada lo de la tregua: si realmente no van a volver a usar las armas, ¿para qué las quieren, entonces? En fin, nada que no haya dicho con anterioridad. Pero de ahí a negarle los derechos políticos más elementales a cien mil españoles porque sus ideas nos parecen - y son - repugnantes es un acto que niega los mismos principios de la democracia. No podemos arrogarnos el derecho a decidir que la democracia sólo pertenece a los demócratas. Porque mientras que democracia es un concepto bastante fácil de entender, el concepto de "demócrata" es mucho más flexible y subjetivo. Y es innecesario decir lo peligroso que es arrogar a alguien el derecho a decidir quién es demócrata y quién no.

Hay formas de secar la financiación a ETA. En Bélgica hay una ley "ad hoc" que permite secar las fuentes de financiación del folclórico y brutal partido de ultraderecha Vlaams Belang (Interés Flamenco). Ésta ley, que demostradamente funciona, permite que los que sean tan idiotas como para votar al VB lo hagan y, al mismo tiempo, impide que los bloquistas empapelen Amberes de panfletos anti-musulmanes con dinero público. Hay formas.

Pero no, como alguien ya comentó aquí, sin - creo - darse cuenta del inefable cinismo del asunto. La prohibición es beneficiosa para todos los implicados. El PNV pierde competencia, el PP gana los votos de los neofranquistas de "ETA al paredón" y el PSOE, as usual, espera que con medida tan inesquivablemente cobarde la caverna mediática le perdone la vida para seguir luchando otro día. Es una batalla perdida de antemano: si alguien en Ferraz espera que apoyando la ilegalización de Bildu Jaime Mayor Oreja vaya a dejar de abrir el buzón de correos que tiene por boca va aviado.

Estoy tan cansado, pero tan cansado de decir siempre lo mismo. Estamos abdicando de los principios fundamentales de nuestra democracia por ver la lucha antiterrorista de forma equivocada. No quiero que nos pasemos toda la vida detrás de media docena de pijopunkis con mullet y parabellum que sustituyen a otros pijopunkis con mullet que sustituyen a otros pijopunkis con mullet. Hay que atajar el problema por la raíz: dejar claro a la izquierda abertzale que ésto es una democracia y que si deciden que la independencia se logra por los votos y no por las balas siempre tienen la puerta abierta para participar. Pero parece que queremos estar desarticulando Comandos Vizcaya toda la vida. Estamos prolongando la agonía diaria de miles de personas por ganar unos votos en las próximas elecciones. Es desesperante. Como dijo en su día creo que el conde de Romanones, estoy hasta los cojones de todos nosotros.

Seguiremos informando.

martes, 22 de marzo de 2011

La fábula del adorable gatito


Imaginemos que vemos por la calle un adorable gatito. Y junto al gatito hay un enorme perro al que el gatito acaba de despertar. El perro estaba profundamente dormido, se ha llevado un susto de muerte, está cabreado en grado sumo y vemos que está más que decidido a convertir al adorable gatito en puré felino.

El amante de los felinos que hay en nosotros salta enseguida: por supuesto que no podemos permitir que el perro se coma al gatito. Los gatitos nos caen simpáticos, nos dan ternura, nos gusta mirarlos en fotos y verlos por la tele, hacemos "oooooh" cuando los vemos, y si los niños pequeños nos preguntan si nos gustan los gatitos, decimos "por supuesto que sí".

Claro que no les hemos dicho a los niños pequeños que la semana pasada dejamos que nuestro dóberman se comiera a un gatito que pasaba por nuestro jardín. Hay una diferencia, al fin y al cabo. Nuestro dóberman es nuestro y cuida del jardín de la casa. El otro perro, en cambio, es un perro feo que ha dado algún que otro problema. Y a pesar de que no nos gusta demasiado tenerlo rondando por el barrio, las más de las veces hace lo que le pedimos, y por eso de vez en cuándo le damos un snack. Uno de nuestros vecinos, de hecho, no quiere ni oír hablar de matarlo: no solo el perro le hace más caso que a nadie, sino que además dice que le sirve para guardar las puertas de su casa.

Así que decidimos apostar por el gatito, pero sin demasiado entusiasmo. Empezamos por lo más sencillo y lo más estúpido: animar al gatito a que vaya allí y mate al perro. Obviamente, el perro no está muy de acuerdo con esa idea, y hace lo que sabe: agarrar al gatito con sus garras y empezar a mascarlo. Eso no es lo que teníamos pensado, así que hacemos otra cosa: empezamos a tirarle piedras al perro desde lejos. Eso hace que el perro deje de masticar al gatito - que aún así está ya bastante jodido y, suponemos, cabreado con nosotros - pero tampoco sirve para matarlo. Más bien le cabrea aún más.

La solución que tenemos delante es evidente: ir ahí, matar al perro de una paliza y llevarnos al gatito a casa. Pero nos entran las dudas. Hace unos años le hicimos lo mismo a otro perro para salvar a otro gatito, y no solo nos tuvimos que comer los mordiscos del perro, sino que además el gato se volvió un joputa de cuidado que nos empezó a morder y a arañar. Dado que el gatito de los huevos nos salió rana, nos hemos prometido a nosotros mismos no volver a llevarnos gatitos a casa.

Entonces, solo nos queda la esperanza de que el perro se canse o se harte y que salga por piernas. Si no lo hace, y nos cansamos o nos hartamos de tirar piedras, lo que vamos a tener es un perro muy cabreado, que no solo va a matar al gatito: lo va a despedazar, comerse las vísceras y tirar los restos por un barranco. Y seguro que lloraremos por el gatito muerto, pero no me cabe duda de que, pasado un tiempo, volveremos a darle snacks al perro asesino.

Porque a pesar de que digamos en voz alta lo mucho que nos gustan los gatitos, en realidad lo que queremos son perros. Los perros son grandes, feos y feroces, pero tienen una virtud: son obedientes. Los gatitos son monos, pero hacen lo que les da la gana. Y en nuestra casa, en nuestro barrio, en nuestro mundo, lo que queremos, desgraciadamente, es obediencia.

Seguiremos informando.

martes, 1 de marzo de 2011

Venga a por ella

Hará unos días unos famosos blogueros empezaron una campaña titulada, de forma bastante original, "No les votes". El argumento de ésta simpática muchachada es que la aprobación de la Ley Sinde (que no es una ley, es una disposición adicional de una ley más compleja y bastante más importante, así que empezamos bien) demuestra empíricamente que PP y PSOE son lo mismo y que actúan en malvada comandita en colusión con los intereses reales del pueblo, o, por lo menos, del pueblo con Twitter. En consecuencia, el pueblo, es decir, el pueblo con Twitter, debe mostrar gráficamente su repudio a ésta agresión no votando a los dos partidos mayoritarios.

Mucha gente cercana al PSOE se lo ha tomado a cashondeo. Especialmente hilarante es la campaña paralela "No compres yates", basada, según sus organizadores, en el mismo principio: negarse a hacer algo que no se tenía pensado hacer desde el principio.

Yo, como soy de esa clase de cretino que se toma la democracia en serio, prefiero, por principio, no reírme de la gente así de cara. Es mejor detenerse un poco, escuchar sus argumentos, intentar comprenderlos y, una vez comprendidos, tener más y mejor material para, si está justificado, partirme la caja con ellos en condiciones.

Mi principal problema con la campaña "No les votes" reside en su simplicidad. Sí, sé que sus organizadores se han lanzado a explicar, por activa y por pasiva, que la campaña no se detiene en pedir que no se vote: que se proponen soluciones constructivas, etcétera. Pero es que lo que la gente ve, en Twitter y en todas partes, es un simple mensaje: #nolesvotes. Eso son once caracteres de información: ochenta y ocho bits. Hay programadores de cafeteras más complejos que eso. Y lo que hacen esos ochenta y ocho bits, por más que los que lo pusieron ahí intenten complementarlo con millares de bits más en decenas de artículos explicándose, es perpetuar el mensaje favorito de la derecha en general y de la española en particular, que nos llevan martilleando en la cabeza desde, sin exagerar, siempre: los políticos, sin excepción, son una casta aparte, dedicada a robar, mentir e ignorar los intereses del ciudadano corriente.

Ese tópico es, a mi humilde entender, el mayor enemigo de la democracia. Punto. Convertir a los políticos, es decir, a la gente que elegimos para que nos gobierne, en "ellos", en "esos", es crear una barrera infranqueable, un muro de Berlín, un apartheid social que divide a la "gente normal", es decir, los ciudadanos de a pie, de "los políticos", esos seres malvados, lamebotas y vendidos, que impiden el bienestar del pueblo, la paz en el mundo, y que no podamos ver la tercera temporada de "Glee".

Por cierto, un disclaimer: Soy consciente de que mi opinión sobre la protección de la cultura en Internet ha sido abiertamente neurasténica, pero mi posición actual está a favor de la piratería - lean mis artículos anteriores sobre el tema - y siempre he dudado de la oportunidad política de la aprobación de la "ley" Sinde. Así que no es que esté en contra de ésta muchachada por socialista: lo estoy por demócrata.

Eso también me permite recordar a los fumboleros (los que ven la política como una suerte de carreras de cuádrigas constante y que están con su equipo (léase partido) "manquepierda") que la culpa del desprestigio actual de la política no es, ni mucho menos, exclusividad de la derecha. Todos los partidos políticos en general, sin excepción que yo conozca, han fallado en algún momento a los ciudadanos en dos de sus funciones más importantes: primero, incentivar a los ciudadanos a ser políticamente activos, más allá del mero acto de votar; y segundo, y más sangrante, en su función de selección de élites. Los partidos políticos deberían ser estructuras destinadas a canalizar a la ciudadanía políticamente activa para que ésta pueda ejercer su derecho constitucional de participar en la vida pública de la forma más plena posible: y deberían ser estructuras destinadas a seleccionar a los hombres y mujeres más capaces, inteligentes, humanos, honrados y cabales para ocupar las máximas posiciones del Estado.

Desgraciadamente, eso, que yo sepa, no sucede. La mayor parte de la culpa la tiene el desprestigio de la política: como bien me dijo una vez mi estimado amigo Hidalgo, si todo el mundo piensa que en política solo hay trepas y engañados, en política solo se van a meter los trepas y los engañados. Pero es que tampoco hacemos fácil la vida a los que superan esos tópicos y se interesan por participar. Entrar en una agrupación política es, salvo excepciones,
desanimador en el mejor de los casos y desesperante en el peor. Normalmente uno se encuentra al entrar con un culebrón épico de rivalidades internas, o con ocho personas llevándose a la perra con otras siete por cuatro sillas; un mundo donde invariablemente hay un núcleo de cretinos extremistas para los que toda duda es una disensión y toda divergencia es una traición; un mundo, en suma, donde hay que tragar quina a paladas para poder hacer algo constructivo, y donde parece que todo el mundo conspira para abofetear al bienintencionado. No todo el mundo aguanta, y menos la gente con talento, que puede estar haciendo cualquier otra cosa más reconocida y mejor remunerada y no tragar tanta bosta.

En consecuencia, no es sorprendente que entre los que ocupan cargos públicos hayan cretinos y ladrones. Lo sorprendente, e increíble, es lo contrario, es decir, que haya tanta gente increíblemente brillante, honrada e inteligente ocupando cargos de relevancia ahora mismo. Desafortunadamente, a los ojos de los ciudadanos ésto no basta. Cada político honrado, cada político inteligente, paga en carne propia el hecho de que haya otros que no lo son. Cada caso de podredumbre política sirve para enterrar un poco más la reputación de la gente que trabaja en serio al servicio de los ciudadanos.

Ante ésta situación, la respuesta más fácil y reconocidamente popular es asumir la tesis de que todos son iguales y que lo que hay que hacer es pasar del sistema. Pero lo que no cuenta nadie es que el hecho de ignorar el sistema no altera un ápice ni su funcionamiento ni su existencia. El negarse a participar implica reconocer tácitamente que las cosas van bien como están. Y dejar la democracia en manos de los fanáticos, de los acríticos, de los que votan mecánicamente y sin pensar, es decir, de la misma gente que hace que el sistema esté como esté, y que, como bien sabemos, son mayoritariamente de derechas.

Otra gente propugna la revolución. Consideran que no hay forma de cambiar un sistema que les oprime, y que la única forma de acabar con la opresión es derribarlo. Muy bonito, pero toda revolución implica que los oprimidos pasan a ser opresores y al revés, y lo que queremos aquí es acabar con la pelea, no perpetuarla. Y, no, lo de exterminar a los oprimidos no funciona, y desgraciadamente, no es porque no se haya intentado.

Una persona que se considere a sí misma interesada en política nunca debe ignorar o despreciar el descontento de un ciudadano. El descontento es el principio motor de cualquier acción política. El descontento implica que no se está satisfecho de una situación. Pero el descontento solo no basta. El descontento solo no hace nada, solo existe en su mundo quejoso.

El desprecio a la política del que hablamos es el que lleva a muchos ciudadanos españoles, perfectamente capaces de colaborar en hacer de éste país un lugar mejor, a considerar que su responsabilidad para con éste país nuestro empieza y termina en su capacidad de reclamar de lo que está mal. Al fin y al cabo es la única posición donde uno será unánimemente aplaudido. Defender algo, trabajar por algo, luchar por algo, ah, amigos, eso es otra cosa muy distinta. Implica salir a la palestra, tomar partido, discutir y, sí, ser insultado y despreciado.

Permítanme que les recuerde una cosa: los políticos no son una especie alienígena. Si no le gustan los políticos, se puede ir más allá de elegir otros: usted puede ser uno de ellos. Si no le gustan los partidos que hay, funde uno. Si cree usted que el PSOE (por ejemplo) debería ser más de izquierdas, vaya a su agrupación más cercana, afíliese y defienda sus ideas.

Si realmente no le gusta como las cosas se llevan en éste país, si usted de verdad quiere que España sea un país más justo, más democrático, más honrado, un país donde todos tengan derecho a la sanidad pública, a la educación pública y a ver episodios de los Soprano en DivX con pésimos subtítulos argentinos, salga ahí y de la cara. Lleve sus ideas a la calle, a los congresos del partido, al Congreso de los Diputados.

Porque no sé si se ha dado cuenta, los reaccionarios ya lo han hecho. Activos, ubicuos, movilizados, luchan a diario porque España sea una seudoteocracia anarcocapitalista, donde solo haya tres certidumbres en la vida: Dios, Patria y Libertad de Mercado. Ellos se están moviendo. Y es de ellos que debería preocuparse.

Porque ahí sentado, con esos ochenta y ocho bits de rebeldía de palo, no va a conseguir más que ver como esas pequeñas libertades que teme perder no van a ser nada comparadas con las libertades que va a perder de verdad.

La democracia representativa funciona cuando nos importa. Es suya. Venga a por ella.

Seguiremos informando.

lunes, 28 de febrero de 2011

De locos, héroes y automovilistas

He tenido un par de semanas bastante complicadas en las cuáles he tomado decisiones que pueden, incluso, arruinar mi vida - o salvármela, quién sabe. En todo caso, no me he visto en los últimos veintiún días con la agudeza mental que exijo de mí para ponerme a escribir. Pero dado que mis lectores más fieles - allá por la media docena - no ha cesado de gritarme en la oreja exhortándome para que me pusiese a escribir, he intentado superar mi astenia semi-primaveral. Éste es el resultado.

He de decir que no he seguido con demasiada atención los acontecimientos de Libia. Estaba convencido de que todo iba a terminar en un horrendo baño de sangre, pero para mi sorpresa, el baño de sangre se ha producido pero no ha terminado con el asunto. Ahora mismo el país está una de éstas tomas del poder por la fuerza que se estiran pero que dudamos en considerar una guerra civil: una revolución en toda regla. Y es ahí donde empiezan las preguntas, porque mientras que en Túnez y, sobre todo, en Egipto la intención manifiesta es cambiar de políticos pero no demasiado de política, en Libia está claro que si cae Gadafi se cae con todo el equipo de la Jamariya Árabe Democrática y nadie sabe muy bien qué vendrá después.

Libia es un país enorme - tres veces y medio el tamaño de España - pero solo tiene seis millones de habitantes. La inmensísima mayoría de los libios no ha vivido otra cosa que el régimen de Gadafi. Los libios han visto de sus vecinos que una revuelta puede echar a patadas al presidente y ya están hartos de las barrabasadas del Hermano Líder.

Gadafi ha gobernado (quicir) Libia durante 42 años y durante todo éste tiempo siempre ha quedado claro de que Libia era demasiado pequeña para su ego. En los años 70 intentó ser el nuevo Nasser y llevar al mundo árabe por el camino de la jamariya, una forma específicamente árabe de socialismo asambleario inventada por él y reflejada en su Libro Verde. Visto que el mundo árabe ya no estaba por ese plan - los que no se convirtieron en cleptocracias enveredaron por la senda aún sin explorar de la república islámica - en los años 80 decidió ser el líder de los pueblos oprimidos del mundo, financiando, entrenando y equipando a cualquier organización terrorista que se pasase por Trípoli con un pasamontañas y un manifiesto. Pero después de que en 1988 volase por los aires un 747 de la Pan Am, el resto del mundo decidió decirle a Muamar que se dejase de joder - y ante la caída del comunismo, su idea de una república (perdón, jamariya) socialista perdió muchos amigos. Así que, en los 90, decidió cambiar de lado. Vio que, con la caída del muro, las dictaduras africanas habían perdido el generoso maná de las superpotencias, y dado que las mansiones en la Costa Azul cuestan un pico de mantener, estaban dispuestos a aplaudir con las orejas a cualquiera que les mandase regularmente un cheque. En consecuencia, las líneas aéreas libias pasaron de llamarse Libyan Arab Airlines a Afriqiyah Airlines, Gadafi se puso en cabeza de la OUA - ahora Unión Africana - y empezaron a surgir avenidas Muamar el Gadafi por todo el continente, desde Casablanca a Lilongwe. Finalmente en los años 2000, Gadafi ha visto que los chinos son los queriditos de Occidente a pesar de ser malvados comunistas, y decidió jugar un gambito: fue a las potencias occidentales y dijo: "¡Eh! ¡Llevo un país musulmán estable y sin islamistas!" Y en el mundo pos-11-S, uno puede ser Satanás en persona, pero esa frase es todo lo que uno necesita para que te dejen en paz. Las sanciones internacionales se levantaron, Repsol pudo empezar a trabajar, y todo el mundo tan contento.

Todo el mundo tan contento, menos los libios, naturalmente. Porque, a pesar de que en principio Libia es una república donde gobierna el pueblo, el libio de a pie no tiene más que sintonizar Al Jazeera o, simplemente, peregrinar a la Meca, para ver que en otros países árabes überpetroleros la gente vive, como mínimo, relativamente mejor, y, en ciertos casos, más libres. El ejemplo de los países vecinos ha calado, y los libios han decidido echar a su presidente a patadas.

Ésto ha despertado pánico en el resto de Europa, porque mientras que Túnez y Egipto son países que no producen petróleo en abundancia, Libia sí: de hecho su petróleo es el mejor del mundo, en el sentido del que es el más ligero, y por lo tanto más fácil y más barato de refinar. Ésta calidad del petróleo libio le ha convertido en el preferido de las petroleras europeas - incluidas las nuestras-, que producen gasolina de mejor calidad que las de otros países. Ésto significa que las grandes petroleras europeas están metidas en Libia hasta los codos. Y, en consecuencia, como siempre, les da igual quién gobierne, pero la especia debe fluir.

Por otra parte, tanto malteses como italianos habían convertido en objetivo estratégico el llevarse muy bien con Gadafi en la esperanza de que fuese capaz de contener, con sus truculentos métodos habituales, a los inmigrantes ilegales, una prioridad para el abiertamente racista gobierno del Papichulo. Para los italianos, Gadafi era una doble bendición: un vecino estable al sur y una fuente de inversiones millardarias en empresas italianas - aún me acuerdo como, a cambio de una suculenta infusión de capital, dejaron jugar al hijo de Gadafi en la Juventus.

Es por eso que la actual situación de como que casi guerra civil aterra a los mercados petroleros: el precio del crudo se ha disparado, máxime cuando todo el mundo se pregunta cuándo los saudíes van a empezar a unirse al sarao, que ya tardan. Así que nos enfrentamos a una reducción sustancial de nuestros suministros de petróleo.

Y nuestro Gobierno no ha perdido la oportunidad de dispararse en el pie, como es su costumbre, anunciando por sorpresa una reducción de los límites de velocidad en autopistas en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. Lanzar una medida así, como caída del cielo, no da sino combustible (nunca mejor dicho) a los de la brigada del Audi que ven en todo el Código de Circulación una malvada conspiración de la DGT con el celebrérrimo "afán recaudatorio". Lo que habría que hacer en éstos casos es haber puesto al Ministro de Industria en plan poli malo diciendo que ante la situación de crisis en los países petroleros del Norte de África y Oriente Medio, cabe la posibilidad de que el suministro de petróleo no se mantenga en los niveles habituales, e indicar que se están considerando medidas excepcionales, como reducir los límites de velocidad, cerrar las gasolineras uno o dos días a la semana o incluso racionar la gasolina. Y pasar al Portavoz del Gobierno diciendo que, hombre, no, nosotros confiamos en la capacidad de ahorro del pueblo español, lo de cerrar gasolineras sería solo en caso de urgencia, pero que, para incentivar el ahorro de energía, vamos a reducir temporalmente los límites de velocidad. Se haría exactamente lo mismo, pero primero: quedaría claro para la ciudadanía que la situación es seria y que su participación es crucial, y segundo, la medida quedaría como un mal menor ante las alternativas, lo que la hace más comprensible.

Seguiremos informando.

lunes, 7 de febrero de 2011

El dilema que no debería ser

Ya saben mi opinión acerca de la Ley de Partidos y de la ilegalización de Batasuna, y si no la saben den un repaso a mis artículos anteriores, que siempre es entretenido.

El Gobierno no debería tener un dilema. Se trata de que el Ministerio del Interior debe coger la Ley de Partidos y leérsela. Ese, y no otro, ha de ser el parámetro que ha de seguir el Gobierno ante los nuevos estatutos de Batasuna. Si no me la leí mal en su día, con los nuevos estatutos Batasuna puede obtener su registro. Y si puede, se le debe conceder, y si no, no: es la ley. Y si la ley no se cumple por la conveniencia política de algunos - como indican algunos autores, no sé si como justificación - pues apaga y vámonos. Aquí no hay espacio para la voluntad política: se trata de una Ley Orgánica que desarrolla un principio fundamental de la Constitución, no decidir el color de los autobuses. Si un partido político que no tiene motivos para ser ilegal pasa a serlo por la voluntad subjetiva del Consejo de Ministros - que es lo que pide el bigotismo y sus secuaces a voz en cuello - nos encontramos ante una degradación sustantiva de la calidad de la democracia española.

Hay que recordar que, en 1977, existía un debate serio sobre si era conveniente o no legalizar al Partido Comunista de España. A quien menos le convenía electoralmente, en el espectro político español, era al Partido Socialista: la existencia del PCE fragmentaba la izquierda y abría camino para la victoria de Suárez, que se acabó produciendo. Pero en su día el PSOE prefirió defender la democracia en toda su pureza, una democracia íntegra, antes que ganar unas elecciones que quizás hubiesen ganado si hubiesen hecho trampa. Y finalmente, el pueblo español llevó a los socialistas a la Moncloa de todas maneras.

Es eso lo que tengo que decir a los que prefieren justificar su cobardía con el argumento de que legalizar Batasuna puede apear al PSE de Ajuria Enea. Lo que necesitamos, ahora y siempre, solo son dos cosas muy sencillas: un compromiso con la democracia y confianza en la sabiduría del pueblo español. Todo lo demás vendrá por añadidura.

Seguiremos informando.

miércoles, 2 de febrero de 2011

El 30 de mayo de Hosni Mubarak

Todo el mundo se acuerda del mayo francés, pero nadie recuerda exactamente como acabó - simbólicamente. El 30 de mayo de 1968, la facción más conservadora del Gobierno francés, con André Malraux a la cabeza, sacó a la calle a trescientos mil franceses, entre ellos todos los alcaldes que pudieron recoger, para demostrar su adhesión al General y a los valores establecidos. Fue una demostración de poder muy efectiva, que simbolizó que el gaullismo tenía sus defensores, que estaban igualmente movilizados, y que, si por ellos dependiese, las cosas iban a seguir siendo como habían sido - como finalmente fue.

Un dictador no se mantiene treinta años en el poder subido exclusivamente al poder del miedo. Es insuficiente. Necesita una masa crítica de partidarios, no atados a él por su dependencia del sistema, sino por una serie de factores que incluyen la admiración por el Líder, el odio a sus enemigos, o simplemente el miedo a las novedades. A mi entender, en el caso español, más importante fue para la pervivencia del franquismo el hecho de que existiesen franquistas dedicados que todo el aparato represor del Estado.

Hosni Mubarak está acabado, pero ya lo estaba desde antes de la crisis. Tiene 82 años y ya dudaba en presentarse a las siguientes elecciones. Se ha conseguido el gambito que deseaba Occidente: que los problemas de Egipto, su corrupción, su pobreza, su desigualdad, cristalizasen en un hombre viejo y decadente. Mubarak acabará cayendo. Pero los que agriden a los manifestantes en la plaza garantizarán que el sistema perdure una vez más. Y nos dirán que respiremos tranquilos.

Seguiremos informando.

Una contribución a la campaña

Acercándose como se acerca la campaña de las municipales, viendo que al PSM le va como siempre le ha ido - Ruth Porta...qué... original... - y desde luego sin ninguna gana de que la muchachada bigotista renueve por cuatro años más el derecho de llevar Madrid como un cortijo, permítanme ofrecerles un pequeño regalo de parte de Ruina Imponente.

Uno de las armas más estúpidas que está utilizando la derecha contra el candidato socialista al ayuntamiento, Jaime Lissavetsky, es, precisamente, que se llama Jaime Lissavetsky y no Francisco de Borja Guzmán-Arellano y Sáenz de Belorado. En consecuencia, nada más sencillo que un par de anuncios, bien al principio de la campaña, para acabar con la tontería y pasar a lo importante, que es el partido y el mensaje.

Yo haría un anuncio muy sencillo y muy barato en el que, frente a un fondo blanco brillante, fuesen diciendo su nombre real personas que tienen en común un nombre complicado y vivir en Madrid. Cuando me refiero a nombres complicados, me refiero a cosas como (nombres inventados) Maximino Gabaldón Portocarrero, Elisabeta Lyubeneva Radoslavski, Aitziber Zazpimendia Casteldeferro, Jefferson Hugo Aycallu Ramírez, y nombres similares salidos de la maravillosa diversidad de nuestra capital, con gente que viene de todas partes y que hace que Madrid sea tan rica y divertida como es.

Mientras éstas personas, con su mejor sonrisa, va recitando sus nombres, una voz en off se destaca y empieza a decir:

"Además de tener un nombre complicado, éstas personas tienen más cosas en común. Todos quieren una ciudad pensada por y para sus ciudadanos. Todos quieren un gobierno serio, decente y responsable. Todos..."

Y corta para dar paso al último de los que se presentan, el candidato en persona, que igualmente dice su nombre, mientras la pantalla se funde a blanco y la voz sigue:

"Son madrileños."

Hale, de nada.

Seguiremos informando.

Como el aire que respiro

Vivo en el Puente de Vallecas. Desde mi ventana se puede ver el tramo elevado de la M-30: seis carriles de tráfico que se elevan sobre la antigua carretera de Valencia. Los que vivimos en mi piso ya somos conscientes de que hay que barrer a diario para evitar que una capa de adhesiva mugre negra se acumule en el suelo. Es igualmente problemático a la hora del lavado de la ropa: el otro día tuve la mala suerte de tender la colada justo cuando una ligera bruma se abalanzó durante días sobre nuestra sufrida capital. Cuando tres días más tarde por fin se secó la ropa, la exposición al aire había sustituido el olor a suavizante por un persistente perfume a gasóleo.

Curiosamente, nuestra atenta municipalidad anuncia regularmente que el aire del Puente de Vallecas está, en líneas generales, dentro de unos niveles razonables. La estación de medición que el ayuntamiento llama "Puente de Vallecas" está aquí, en una placita poco transitada, a dos kilómetros del puente en sí y lo más alejada posible de los tres grandes focos de contaminación del barrio: la M-30, la M-40 y la autovía de Valencia. Efectivamente, la estación está en Puente de Vallecas: en el distrito de Puente de Vallecas.

Es como definir el clima madrileño por los datos de la estación meteorológica de la Bola del Mundo, que efectivamente está en Madrid, pero a 55 kilómetros de la capital y a 2000 metros de altura. Uno puede poner cara de póker y decir que el clima madrileño es subalpino, pero en algún momento a mediados de julio la gente va a empezar a exprimir sudor de sus camisetas y preguntárse qué carajo les están contando.

Y así en todo: la estación del centro está en la plaza del Carmen, que es peatonal; la estación del barrio de Salamanca está en el centro del parque del Retiro; hay una estación en el Ensanche de Vallecas, que por norma general tiene un tráfico bastante ligero, y ni siquiera está al lado de la M-45, sino en la avenida de La Gavia, que une la nada a Santa Eugenia.

El argumentario del bigotismo al respecto de los problemas del aire de Madrid es fundamentalmente el mismo que para todo: la culpa es del PSOE. Ana Botella, Madame Bigote en persona, dice que la culpa es del gobierno por incentivar la compra de automóviles. Recordarán - hablé de ello en su día - que mientras que el Gobierno introdujo la norma con ámbito general, correspondía a las comunidades autónomas establecer un sistema de baremos para incentivar la compra de coches más pequeños y ecológicos. La Condesa Cardada, en su línea habitual, consideró que eso de la proporcionalidad que manda la Constitución no era lo suyo, pasó del baremo y convirtió la subvención en un cheque para que sus votantes pudieran comprarse una nueva Tanqueta de Torrelodones (Porsche Cayenne, Toyota Land Cruiser, Nissan Qashqai) a cuenta del Estado.

Otras excusas regulares son que el clima de Madrid es muy seco: lo que para ellos es una excusa, debería ser razón de más para cuidar el aire que respiramos. Otra muy popular esgrime el habitual argumento de la "libertad" de la derecha: es decir, los malvados ecotiranos que quieren acabar con nuestro derecho otorgado por Dios Nuestro Señor para que conduzcamos el Audi A6 de un atasco a otro. Hay otras excusas, pero ¿por qué alargarse?

El ladrillazzo que nos ha llevado hasta aquí no se entiende sin el automóvil; es otra de sus herencias malditas. Nadie se ha ido a vivir a Fuentidueña de Tajo confiando en las bondades de su transporte público. Es urgente, ya que no podemos evitar la dependencia automovilística de la periferia, evitar que esas mareas de automóviles envenenen nuestra capital.

Pero con un alcalde que no quiere un tranvía por la Castellana porque cree que los cables quedan feos, vamos a ir muy lejos.

Depende de usted, señora.

Seguiremos informando.

lunes, 31 de enero de 2011

¿Y si se va todo a tomar viento?

Bien, conforme a lo esperado, Europa y Estados Unidos han tirado por la calle de enmedio y han adoptado la actitud que se esperaba de ellos: nos parece muy bien que los egipcios pidan democracia y libertad, pero es que el gobierno que ahora tienen es exactamente el tipo de gobierno que queremos en el mundo árabe, así que literalmente han pedido que un gobierno que se ha basado para subsistir en la corrupción y la violencia deje a las masas soltar un poco de vapor para que el gobierno, y con él todo el frágil sistema de paz de Oriente Medio, siga subsistiendo. La esperanza de Occidente es que la rabia de las calles egipcias se concentre exclusivamente en Mubarak y sus secuaces más destacados, de forma que pueda proveerse una sucesión ordenada que permita a Egipto seguir gobernada por los reconocidos y truculentos métodos de siempre, mientras que Mubarak se va a un discreto exilio en algún país tranquilo, tipo Arabia Saudí o Dubai.

Pero pongamos que todo se va al fistro: Mubarak se mete en un Gulfstream sin avisar y se planta en Estambul, las masas cairotas aclaman a El Baradei presidente y los periodistas del Guardian y el New York Times sueltan columnas enteras en loor de las masas liberadas por las nuevas tecnologías.

El Baradei es, sin ningún género de dudas, un tipo estupendo, muy capaz y muy, muy valiente, pero en cualquier sistema político uno no puede gobernar un estado sin tener una base de amigos y aliados, menos aún en un país con una cultura política tan profundamente clientelar como Egipto; y El Baradei se ha pasado los últimos treinta años fuera del país: solo tiene el poder de su inmenso prestigio.

Y eso no es bastante. En consecuencia, El Baradei tendría tres opciones.

La primera sería esperar que toda la cohorte de lamebotas del Partido Nacional Democrático se adheriese al sol naciente y le demostrase su apoyo. El Baradei podría gobernar con ellos, pero primero: no querrá - las catervas de chupatintas del PND están casi tan desacreditados como su líder; y segundo, en el poco probable caso de que quisiera, sería perpetuar el sistema de Mubarak una vez más. Sería la opción preferida por Occidente, y ésto la hace aún más improbable.

La segunda sería ponerse a la cabeza de la única organización de rango nacional capaz de igualarse a la burocracia del Partido Nacional Democrático: los Hermanos Musulmanes. Además de desencadenar la hostilidad manifiesta de Occidente en general e Israel en particular, los Hermanos Musulmanes tienen su propio liderazgo, su propia forma de hacer las cosas y sus propios planes, y no tardarían en descabalgar a El Baradei para poner a un señor de poblada barba en su lugar.

La tercera implicaría un gambito prácticamente imposible: que El Baradei consiguiese articular un combinado de fuerzas democráticas en un país que no ha conocido de eso en la vida, AL MISMO TIEMPO que contiene las ansias de poder de los nasseristas descabalgados y de los Hermanos Musulmanes. Llamadme pesimista, pero es que, directamente, lo veo imposible.

En consecuencia, en el caso de una caída del régimen, lo más probable es que los Hermanos Musulmanes, como he dicho, la única organización de cierto calibre en Egipto aparte del Estado y del partido semi único. Lo bueno (quicir) de los Hermanos es que son el bisabuelo de todos los islamismos (surgidos en los años 1920) y, en consecuencia, no veríamos, al menos de entrada, un Emirato de Egipto al estilo talibán. El problema está que inmediatamente, los grupúsculos radicales que ya han hecho varias veces de las suyas ametrallando turistas en Luxor y Sharm-el-Sheikh saldrán a la luz y sus argumentos a favor de un régimen más islámico tendrán más peso, y más posibilidades de prosperar.

Recordemos, para concluir, que el actual gobierno israelí está como loco para meterse en una guerra con alguien: no hay semana en la que no llamen a Washington para preguntar si pueden bombardear Irán ya. Cualquier atisbo de inestabilidad en Egipto, garante silencioso del bloqueo de Gaza, puede ser la excusa perfecta para que los belicistas de la Knesset autoricen una intervención en el Sinaí. Y en este caso el cipostio puede ser abiertamente fenomenal.

Todavía no se puede decir nada. Como digo, lo más probable es que el movimiento popular se vaya apagando por cansancio, que es lo que recomienda Washington: la hostia limpia no hace sino galvanizar a la gente.Mientras tanto,

seguiremos informando.

P.D. Alguien debería decirle a los israelíes que apoyar a Mubarak no le ayuda para nada.

jueves, 27 de enero de 2011

La caja aburrida

Recuerdo muy bien el anuncio de un banco ruso de alrededor de 1994. El slogan era "el banco más aburrido del mundo" y mostraba que en el banco en cuestión todos los funcionarios eran grises y sisudos personajetes que lo único que hacían era mover papeles y, según el anuncio, "ganar dinero". Era un atractivo para la Rusia de aquél entonces, donde los nuevos ricos, encantados con su juguete, se dedicaban a malabares financieros que asustarían a un gestor de hedge funds.

En octubre de 2008 escribí un artículo en el que veía que el punto más débil de nuestro sistema bancario eran las cajas de ahorro. Ahora que ya se acabó la juerga, queda claro que la intención manifiesta del gobierno es acabar con cualquier banca con participación pública.

Estoy de acuerdo. La tentación de convertir un banco público en una llave para repartir prebendas entre los amigotes estará siempre ahí, así que mejor evitarlo.

Pero tampoco es plan de echar todo el ahorro nacional en un sector bancario que ha demostrado repetidamente su habilidad de quemar el dinero ajeno y convertirlo en carbonilla.

Mi idea es crear la Caja Aburrida. Una institución, dependiente del Ministerio de Hacienda, que tuviera únicamente dos productos: una libreta de ahorro y una tarjeta de débito dependiente. Todos los depósitos serían convertidos en deuda del Estado, con diferentes grados de liquidez. Y los intereses serían reembolsados una vez descontados los gastos de mantenimiento. Para hacerlo más atractivo, podría crearse una lotería (quincenal o mensual) entre los ahorradores, con premios en efectivo.

Ya veo a los economistas de guardia (te estoy viendo) saliendo como pumas en contra de la idea: sus opiniones serán bienvenidas, porque, como sabrán, no soy economista y a mis ideas en éste asunto les falta profundidad.

Pero una cosa sí tengo claro: que una de las conclusiones de ésta crisis es que siendo los impuestos tabú y unos mercados excesivamente intervencionistas en lo político, el Estado necesita ser creativo para financiarse.

Seguiremos informando.

¿Quiénes, ellos?

Alex de la Iglesia ha hecho algo tan profundamente antiespañol que gran parte de los españoles está dispuesta a condenarle por los siglos de los siglos: ha cambiado de idea.

No es así como funciona el debate en nuestro país. En España uno llega al debate con unas convicciones firmes y ha de salir del debate con ellas: el objetivo del debate español es demoler las firmes convicciones del otro; hacerlo a gritos es generalmente de mal gusto, pero depende del tema a tratar: en algunos círculos, da puntos. El que la gente pueda ponerse de acuerdo es un concepto ajeno a la hispanidad, propio de naciones sin una historia conturbada y divisiva como la nuestra, o cualquier otra excusa que uno se proponga.

Como defensor de la piratería que soy, a mí personalmente la Ley Sinde no me preocupa, de hecho, en ese sentido, lo aplaudo. Una web de enlaces es algo que puede crear cualquier fistro, que gracias a Google Adwords y similares puede hacer una tonelada de pasta sin demasiado esfuerzo.

Lo que va a ser la ley Sinde, mis queridos lectores, es dar una nueva vuelta de tuerca. De Napster pasó a Audiogalaxy, de Audiogalaxy al Kazaa, del Kazaa al eMule, del eMule al aMule, de ahí a Bit-Torrent, todo ello una carrera tecnológica donde cada vez hay menos dinero en juego y los riesgos son cada vez mayores, pero el objetivo está claro y evidente: dar acceso a la mayor cantidad de información posible a la mayor cantidad de gente posible.

En España, precisamente, eso que solemos llamar libertad de expresión ha producido un estancamiento en el ingenio hispano. Cortado Seriesyonkis, lo que acaban de hacer las Cortes Generales es dar la bandera de arrancada a una nueva explosión de picaresca hispana. Dentro de seis meses todo el mundo va estar viendo "Glee" con terribles subtítulos argentinos igual.

Con lo que tenemos una costosa y cuestionable estructura judicial para...más bien poco.

He loado en diversas ocasiones los beneficios culturales de la piratería. Chavales de instituto convertido en cinéfilos, una generación con influencias musicales impensables hace una década, un interés creciente por más y mejor cultura.

Algunos opinan que aplicando el modelo estadounidense de protección de derechos nuestra industria cultural reaccionaría como la estadounidense. ¿Estamos hablando de la industria cultural española? ¿La que tiene pavor alérgico al libro de bolsillo, cuanto menos al electrónico? ¿La que a pesar de tener televisión de pago hace veinte años, aún no ha hecho una serie dramática hecha por guionistas y no por psicólogos y expertos en marketing? ¿La industria cultural que cobra subvenciones por "Cuando amanece, apetece" y no se le cae la cara de vergüenza? ¿La industria cultural que da al mundo Las Ketchup y Raphael? ¿Esa?

No sé, pero algo me dice que no va a ser así.

Seguiremos informando.

Todo aún por ver

Todo el mundo se da palmaditas en la espalda por lo de Túnez, en especial los ombliguistas del Twitter (¡Twitter salva el mundo!) pero, como dicen en Estados Unidos, ésto no se acaba hasta que canta la gorda. Me explico: hace exactamente veinticuatro años, como me he cansado realmente de repetir, en Túnez pasó casi exactamente lo mismo: disturbios por el precio del pan, la gente en la calle, descontento general y un presidente viejo que sólo se preocupa en arramblar con todo lo que puede del erario. El primer ministro de aquél entonces declara incapaz al presidente y se sube él mismo a la silla. Todo el mundo feliz y contento por la revolución, el ciclo vuelve a repetirse, y el saqueo del erario sigue como si nada: los carteles de tres plantas de altura cambian de cara pero no de fondo. El polvo aún tiene que asentarse en Túnez; mientras tanto, no me creo nada.

Mientras, en Egipto, recordarán que les hablé del asunto hará un par de meses: al igual que en Túnez, ha sido el precio del pan el detonante del cabreo ciudadano.

El problema, tanto en Túnez como en Egipto, es que son repúblicas árabes laicas y seculares, lo que significa que la oposición es, generalmente, islamista. Y ya sabemos que para Occidente en general e Israel - cuyas opiniones son indispensables para definir la política estadounidense y, en parte, europea - la democracia en el mundo árabe está muy bien siempre y cuando la gente vote a quien nosotros queremos. En Túnez, donde Ben Alí cruspió a los islamistas de forma tan dedicada que casi no hay, Europa y Estados Unidos se pueden permitir el dar palmaditas en la espalda a los sublevados, pero en Egipto, donde los Hermanos Musulmanes, el bisabuelo de todos los islamismos, son la mayor voz de la oposición, veo bastante claro que el resto del mundo va a dejar que la policía apalee a sus conciudadanos a placer.

Personalmente, no veo a Egipto como un estado islámico. El Cairo es, al mismo tiempo, sede de la voz más autorizada del Islam suní, la Universidad de Al-Azhar, y la sede de su peor enemigo, la industria egipcia de cine y telenovelas, de la que depende el mundo árabe para pasar las largas tardes de Ramadán sin desesperarse. Egipto no es Irán ni Afganistán: es uno de los destinos turísticos más reconocidos y populares del mundo, y gran parte de la población es consciente de que si se prohibe el bikini en Sharm-el-Sheikh la población del Sinaí tendría que dedicarse a comer arena.

En todo caso, el riesgo está ahí, y los más asustados de todos son los cristianos coptos, una de las sectas más antiguas del cristianismo, que ya estaban allí trescientos años antes del nacimiento de Mahoma - y a quienes los islamistas más radicales les han dibujado una diana en la cabeza.

Todo está por ver, y mientras tanto,

Seguiremos informando.

lunes, 10 de enero de 2011

Y a partir de aquí, ¿qué?

La noticia del día es, como todo el mundo sabe, la muerte de Juanito Navarro, figura del destape y presentador de programas culturales como "Entre platos anda el juego". Desde aquí, un homenaje a tan grande (en todos los sentidos menos en el vertical) figura del show-business hispano y...

Ah, es verdad, que aquí pretendíamos ser un blog serio.

El peligro de trazar una línea que define quién es demócrata y quién no es que siempre tienes la tentación de moverla hacia atrás o hacia adelante conforme tus gustos personales. Llevo diciendo tiempo que la Ley de Partidos es una vulneración del mismo principio de la democracia, es decir, que la mera ciudadanía es lo único necesario para participar. Y las contradicciones de esa ley quedan cada vez más en evidencia conforme ETA y su entorno van aproximándose a lo que nosotros mismos definimos en su día como lo que hace un demócrata.

Así pues, pueden leerse ya en la hoja de ruta de las asociaciones de víctimas (y por ende, del bigotismo) los "nuevos" requisitos para que dejemos a Batasuna jugar con los mayores: que pidan perdón por todos sus crímenes, que "se rindan" (quiera lo que quiera decir eso) y, en algunos casos, incluso piden indemnizaciones en dinero.

Insisto una vez más: el Estado no es, ni ha de ser, el instrumento de la venganza de españoles contra españoles. Por eso mis reticencias con la Ley de Memoria Histórica (como siempre he dicho: Franco me da igual, está muerto: lo que me preocupa son los franquistas) ni, por supuesto, el Estado ha de seguir a rajatabla las disposiciones de las asociaciones de víctimas del terrorismo.

Ahora, hablemos, no del actual comunicado (cuando intento leer documentos de ETA, siempre me acuerdo del capítulo de Lord Dorwin en "Fundación") sino de la verdadera pregunta ¿A partir de aquí, qué hacemos?

Punto 1. ETA debe desarmarse. No puedes decir "alto el fuego general, verificable y permanente" sin mencionar, ni una sola vez, la palabra "desarme" (y eso es lo que me escama del comunicado). Salvo que tengas una plaga bastante perra de topillos o quieras hacer una reforma a gran escala en el caserío, nadie necesita ciento cincuenta kilos de cloratita en su casa. Seguro que ese zulo donde tenías 25.000 cartuchos de Parabellum da un sitio estupendo para una bodega o un trastero. Si se sienten más tranquilos entregándole las armas a otra gente para que las desmantele fuera de España, el Estado debería ofrecer un sistema de entrega verificado en puntos neutrales.

El Estado, a cambio, debe comprometerse por escrito, una vez el desarme esté encaminado (con verificación internacional si es necesario), a los puntos siguientes:

Punto 2. La ley de partidos debe ser reformada. Seguro que hay formas de regular el funcionamiento de los partidos políticos para secar sus fuentes de financiación e impedir que distribuyan dinero de forma discrecional. (Viendo a los de la Gürtel, quizás por eso esa solución obvia fue descartada en su día.) La ley del 2002 era un Krupp del 105, cuando lo que aquí necesitábamos era un rifle de precisión. En todo caso, todos los partidos deberían ser legales dentro de lo que la Constitución permite, que es mucho.

Punto 3, corolario del 2: Los partidos prohibidos deben ser legalizados y deberían convocarse de inmediato elecciones al Parlamento vasco. Los resultados de éstas elecciones deberán ser considerados legítimos por todas las partes.

Punto 4: Un sistema comprehensivo y gradual de reintegración debe ser puesto en marcha para los presos del entorno de ETA, a excepción de los miembros de los comandos. Una forma de hacerlo quizás sea que la Fiscalía solicite que en los casos en cuestión la legislación antiterrorista deje de aplicarse para pasar a aplicarse la legislación ordinaria (de enaltecimiento del terrorismo a delito de opinión, por ejemplo). Obviamente se exigirá para la reintegración un compromiso escrito de voluntad de reintegración.

Seguiremos informando.

viernes, 7 de enero de 2011

Se me había olvidado

Mea culpa. Escribí el lunes que la expulsión con cajas destempladas de Paco Picapiedra del bigotismo era una consecuencia lógica de la "marianización" del PP y que por mucho que Cascos se quejase, nadie le iba a dar mucha bola. Pero a la hora de mi análisis me olvidé de algo tremendamente importante que cambia por completo el análisis de la situación: el hecho de que Francisco Álvarez Cascos, desde siempre, no va ni a mear sin que su Líder, José María Aznar López, le diga que puede.

Si el lunes "El Mundo" llamaba a Cascos "enemigo del PP", ayer publicaba una encuesta que le da por ganador en las elecciones asturianas, y hoy publica un editorial que poco menos le ordena a presentarse a esas elecciones.

Sabemos perfectamente que, por obra y gracia del sistema electoral hispano, dos partidos de derechas presentándose juntos se restan votos el uno al otro. Un partido casquista, aun teniendo éxito, tendría muchísimos menos escaños que si la derecha se presentase en un único bloque monolítico. Tanto unos como otros saben que un partido casquista impediría una debacle electoral de los socialistas en Asturias, que es lo que las encuestas preveen.

¿Entonces, por qué?

Porque no hay nadie que no sepa que el PSOE tiene perdidas las elecciones. Tanto las de 2011 como las de 2012. Las encuestas muestran que el PP va a arrasar - probablemente con mayoría absoluta - y que el PSOE puede ser barrido del mapa autonómico.

En toda sede regional del PP, en toda agrupación de barrio, se ha encendido una luz verde: "Sillones para todos". Y para todos los agraviados por siete años de Mariano Rajoy (que son muchos) hay algo que se debe impedir a toda costa: que Mariano Rajoy utilice esos sillones de forma discrecional. Como en un chiste de Forges, fuera del sillón no hay salvación - así que todo el mundo se ha lanzado cual horda vikinga con el consabido grito de guerra "Qué hay de lo mío"

Y a la cabeza, el núcleo duro del bigotismo, con Aznar siempre presente tras las sombras y su fiel dóberman, Cascos, haciéndole el trabajo sucio, as always. Lo dije el lunes y lo insisto hoy: la opción de un partido casquista es inviable a largo plazo. La verdadera intención es obligar a Génova a repartir las listas a su gusto - sillones para él y para todos sus compañeros, tanto en Asturias como en el resto del país.

Un divertido juego de repartir la piel del oso antes de cazarlo, vamos.

Seguiremos informando.

martes, 4 de enero de 2011

Dos países, una frontera

Éste artículo va dedicado a Lunatrix, dedicada lectora de éste su blog, porque sé que le encanta cuando escribo sobre África. El otro día Lunatrix escribió un artículo en su blog diciendo que estaba harta de que la gente le dijera qué tenía que hacer con su bebé. Yo no quiero meterme, no vaya a llevarme yo también un mamporro, pero solo quiero decir una cosa: con tal de que salga tan encantador como sus papás, ya está todo hecho: lo demás vendrá por añadidura.

Ahora vamos a lo nuestro: la crisis (por llamarlo de forma suave) en Costa de Marfil. Costa de Marfil es un país relativamente grande para lo que es África Occidental. Cuando se independizó, en 1960, su primer presidente fue un doctor de pueblo llamado Félix Houphouët-Boigny. Por aquél entonces Charles de Gaulle estaba desmantelando a marchas forzadas el imperio colonial francés por razones específicamente pragmáticas - fundamentalmente, porque a) quedaba feo, b) salía demasiado caro - pero era evidente que a Francia lo de deshacerse de sus colonias no le molaba un pescado. Así que fue inventándose sobre la marcha distintos mecanismos para tener un imperio colonial sin sus gastos, como la Comunidad Francesa, creada en el modelo de la Commonwealth pero a lo pobre. A los grandes capos del nacionalismo africano, como Senghor o Sékou Touré, aquello les pareció lo que era, un truco, pero Houphouët-Boigny vio allí una oportunidad y saltó raudo a por ella. Se salió con una idea, la de la "Françafrique", el África que seguiría hacia el desarrollo con el patrocinio y la protección de Francia.

Lo de la "Françafrique" era exactamente lo que París quería oír, y Houphouët-Boigny se convirtió en EL hombre de Francia en África Occidental, con manga ancha para cualquier exceso y un batallón de paracaidistas franceses para cualquier apuro. ¿Que el presidente quiere llevar la capital a su pueblo? Claro que sí, por qué no. ¿Qué quiere que en el aeropuerto de la nueva capital pueda aterrizar el Concorde? Por supuesto, le echamos una mano. ¿Que, para hacer de la nueva capital un lugar más "capitalino", el presidente quiere construir la iglesia más grande del mundo, una réplica exacta de la Basílica de San Pedro? Dicho y hecho.

A cambio, Houphouët-Boigny se comprometía abiertamente a ser el hombre más francófilo del mundo, cosa que, por otra parte, no le resultaba muy difícil. Llegó a exigir que, siempre que se hablase de su país, siempre se lo nombrase por el nombre en francés (Côte d'Ivoire) en lugar de los nombres que siempre se habían usado, como Ivory Coast, Costa de Marfil o el maravilloso Elfenbeinküste.

Durante los años 60 y 70 todo fue bien. La Europa que salía de la hambruna del posguerra quería cantidades industriales de café y chocolate, precisamente la especialidad de Costa de Marfil. Pero vinieron las crisis del petróleo, empezó a escasear el dinero y todo fue cuesta abajo desde entonces.

El problema de Costa de Marfil es, básicamente, el mismo que el de Nigeria, que también lo lleva chungo: son dos países distintos que están dentro de una misma frontera. El norte de Costa de Marfil es parte del Sahel, es más tradicional, más atrasado y mayoritariamente musulmán. El sur es la Costa de Marfil propiamente dicha, más cosmopolita, más rica y mayoritariamente cristiana. Por si fuera poco, como Costa de Marfil, aun en los años malos, siempre ha sido más rico que sus vecinos, inmigrantes de todas partes de África occidental, especialmente del vecino pobre del norte, Burkina Faso, han ido moviéndose hacia el sur. Hoy en día, el 23% de los residentes en Costa de Marfil son de origen extranjero, tres cuartas partes de ellos burkinabés.

Cuando las cosas iban bien, en los años de oro, Houphouët-Boigny no tuvo ningún problema con los inmigrantes: de hecho, hizo generosas concesiones de nacionalidad para los burkinabés a cambio de apoyo electoral. Pero cuando las cosas empezaron a torcerse surgieron, como siempre surgen, las voces de "Costa de Marfil para los marfileños" y toda la pesca. Y quedaba claro que, para los "marfileños" de pro, Costa de Marfil era la costa, era Abidjan, no ese norte lleno de polvo y burkinabés.

Y como siempre que hay una confrontación entre una parte pobre y otra rica, llega un momento que, por simple peso demográfico, los pobres ganan las elecciones. Y se arma el belén.

En 1993 murió Houphouët-Boigny, pero el régimen de su partido único, el Partido Democrático de Costa de Marfil, siguió. En 1999 la oposición, los "marfileñistas" del Frente Popular Marfileño (FPI), dan un golpe de Estado y su líder, Laurent Gbagbo, se convierte en presidente. En consecuencia, el norte del país se moviliza ante un gobierno abiertamente en su contra, y se une en la Unión de los Republicanos (RDR), liderados por Alassane Ouattara. Ouattara había sido primer ministro bajo Houphouët-Boigny (fue el que anunció su muerte en televisión), y a pesar de no ser precisamente norteño, es musulmán y su partido tiene su base en el norte. A pesar de ser un tipo con unas referencias extraordinarias (economista de profesión, trabajó en el FMI y llegó a ser subdirector), Ouattara tenía - y tiene - un problema fundamental: su madre era de Burkina Faso. En 2000 el gobierno de Gbagbo hace aprobar en referéndum unas reformas constitucionales que: a) legitiman el golpe de estado del año anterior, b) convocan nuevas elecciones y c) obliga a que solo puedan presentarse a la presidencia aquellos cuyos dos padres sean marfileños. Esto deja a Ouattara fuera, y la RDR boicotea las elecciones.

En 2002 un grupo de soldados de origen norteño se subleva: comienza la Guerra Civil Marfileña. El país se divide casi instantáneamente en dos. Francia, que se considera responsable de cortar el bacalao en la zona, casi inmediatamente manda una fuerza de interposición a velar por sus intereses en la zona, que son muchos: naturalmente, ambas partes en conflicto son bien conscientes de que la intervención francesa no es desinteresada y demuestran una hostilidad poco disimulada: cada una de las partes cree que Francia está para apoyar a la otra. La guerra se estira durante tres o cuatro años más e implica las habituales guarreridas presentes, por desgracia, en toda guerra africana: niños soldado, mercenarios bielorrusos, masacres a machetazos, etcétera. En 2004, se logra un acuerdo provisional de paz, pero se va al fistro en poco tiempo.

Los marfileños parecen dispuestos a matarse nuevamente con entusiasmo, pero el 8 de octubre de 2005, el milagro: el Camerún de Eto'o empata a uno en casa con Egipto y a Costa de Marfil le basta con ganar al ya eliminado Sudán para clasificarse para el Mundial de Alemania. El partido se gana, 1 a 3, y el capitán de la selección y superestrella del Chelsea, Didier Drogba, sale por la tele suplicando a sus compatriotas que lo celebren no matándose entre sí. Y por increíble que pueda parecer, así ocurre: las partes vuelven a reunirse y las conversaciones de paz se reanudan. Para que después hablen mal del fúmbo.

Finalmente, en 2007, la guerra termina: Gbagbo seguiría siendo presidente hasta 2010 y un norteño, Guillaume Soro, se convierte en primer ministro.

Pero el problema no está resuelto: solo se ha adelantado hasta 2010. Las elecciones se celebran y, como era de esperar, pasan a la segunda vuelta con los dos candidatos de 2000: Gbagbo por el sur, Ouattara por el norte. Los resultados de la segunda vuelta muestran una victoria de Ouattara, pero va a ser que Gbagbo no está muy por la labor. Así pues, los dos candidatos son proclamados presidentes, cada uno por su lado, y cada uno de ellos nombra un primer ministro. Y así estamos hoy, con la comunidad internacional reconociendo a Ouattara como legítimo presidente, pero con Gbagbo controlando el ejército, hoy Ouattara es presidente de su casa.

Francia y Estados Unidos están buscándole a alguien a quien endilgarle a Gbagbo, pero al parecer al tipo le mola ser presidente y no lo cambia, como muchos de sus presidentes vecinos, por un notable apartamento en Miami.

Los acontecimientos aún están en desarrollo.

Seguiremos informando.

lunes, 3 de enero de 2011

In memoriam

Hay cosas que no necesitan demasiadas palabras.


Descanse en paz.

Seguiremos informando.

Facepalm del día

¿Cuánta gente hay ahora mismo en la redacción de El País para que nadie se de cuenta de que ésto NO es una carretera?

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Satisfagamos sus expectativas

Hay un chiste que contaban los judíos en la Alemania de los años 30 (cuando aún podían hacer chistes) que cuenta que un judío llega a casa de otro amigo judío y se lo encuentra leyendo el Der Stürmer, el violentísimo panfleto antisemita de Julius Streicher. Sorprendido, le pregunta: "¿Isaac, se puede saber qué haces leyendo eso?" "Pues mira, Joseph, ¡porque leerlo me hace sentir estupendamente!" "¿Y eso?" "Porque según ésta revista los judíos controlamos toda la banca, todas las empresas de navegación, todos los periódicos, todas las radios, todo el dinero..."

Más o menos igual que el judío del chiste me siento yo al oír al Papa decir que España "es una viña arrasada por los jabalíes del laicismo" o al cardenal Rouco decir que España es un "país de misión". Oyendo a los jerarcas católicos cabría pensar que estamos en la China de la Revolución Cultural o en la Albania de Enver Hoxja, donde las iglesias eran convertidas en graneros o teleclubs.

Y sin embargo, aquí seguimos transmitiendo la misa dominical en la televisión pública; financiando las festividades en honor y gloria de los jerarcas católicos; llevando en palmitas al Santo Padre cuando se digna a pisar nuestro suelo; concediendo licencias de televisión a grupos cercanos a la Iglesia; permitiendo que dos de cada tres colegios que se abren en Madrid sean confesionales (y católicos), pagando a profesores de religión católica para que den clase en el colegio público restante, y así una serie indescriptible de prebendas.

Queda claro que la Iglesia católica española, con el entusiasta plácet de Roma, crecida a todo vapor por la energía de su Segunda Contrarreforma, armada con sus nuevos jesuitas (Opus, kikos, etcétera), no acepta medias tintas: quiere del Estado obediencia perruna a sus tesis o anatema.

Es natural que haya sectores de la izquierda que aun se nieguen a desistir de una cohabitación con la Iglesia. La inmensa mayoría de ellos fue criada en la Iglesia de los 70, donde la teología de la liberación ganaba peso, donde las asambleas de trabajadores se celebraban en las iglesias, donde en los campamentos de jóvenes católicos uno normalmente salía marxista.

Pero son incapaces de ver que esa Iglesia ya no existe, aplastada por el arrebatador peso del carisma del Puto Papa Polaco. Y la nueva Iglesia - que viene a ser la Iglesia de siempre, con televisión y twitter - ya ha obligado a sus fieles a tomar partido. Es la guerra, ni más ni menos.

Ya no podemos seguir tirando ramas de olivo a un dragón que nos quiere muertos. Si la Iglesia quiere guerra, satisfagamos sus expectativas.

Seguiremos informando.

El favor que le hace

La pirotécnica evacuación de Álvarez Cascos del bigotismo es vista con poco disimulado entusiasmo por la prensa de izquierdas y, al menos aparentemente, con desprecio por la de derechas. Pedro J., por ejemplo, empieza en quinta y a pelo, declarando ésta mañana abiertamente a Cascos como "enemigo del PP". En Ferraz, por el contrario, se han mostrado encantados de meterle el dedo en el ojo al pepismo, haciendo las habituales chanzas respecto a los líos internos del rival.

No me lo creo ni por un momento. La salida de Cascos del partido era de esperar y es el último paso del desmantelamiento del núcleo duro aznarista dentro del PP, desmantelamiento que ha sido objetivo prioritario de Mariano Rajoy prácticamente desde el principio de su presidencia. Los que eran fáciles de echar se fueron enseguida: los más enquistados, como Zaplana o Acebes, se fueron más tarde, e igualmente dando un portazo. Y luego quedaba Cascos, tipo duro donde los haya y que quedaba claro que no se iba a ir ni con agua caliente, dado que el hombre, cabezón como pocos, con el "has-been" subidísimo y con una caterva de exmujeres que requieren dinero a manta, necesita de un sillón como yo de inten·né. Solo después de hacerle el desprecio sumo de apartarle como cacique feudal en Asturias en favor de una anodina apparatchik del partido, que parece sacada de la Escuela María Dolores de Cospedal de Subalternas, es que el muy cabeza dura se ha dado definitivamente cuenta de que en Génova no había, ni hay, ninguna voluntad de acomodarle: querían verle fuera y querían verle fuera hace meses.

La marcha de Cascos es un inmensísimo favor que le hace a Mariano Rajoy. Y no, no me veo a Cascos fundando el equivalente astur a UPN: la gente a la que le cae bien Cascos viene a ser, en la inmensa mayoría de los casos, la misma gente que votaría al PP aunque presentase a Santiago Carrillo o a un chimpancé pintado de verde como cabeza de lista. Así pues, el saldo electoral para el bigotismo es netamente positivo: se arañan votos de electores centristas a los que les chirriaba el abrasivo estilo de Paco Picapiedra.

No es que el PP necesitase ese favor ahora mismo, pero más vale que en Ferraz no se rían. No es gracioso.

Seguiremos informando.

Pequeña nota aquí del que escribe

Como probablemente habrán visto, 2010 no ha sido un buen año para "Ruina Imponente". He escrito francamente poco por diferentes motivos que huelga comentar. Afortunadamente (para mí), entre mis propósitos de año nuevo está el recuperar "Ruina Imponente", en parte para mis (supongo que ya escasos) lectores, pero sobre todo para no oxidar mi escritura.

No les cansaré más con mis divagaciones. Al turrón.

Seguiremos informando.