martes, 23 de noviembre de 2010

I want to be a macho Kim

Debe ser muy duro para un sujeto como Nuestro Kim el acumular armamento en plan malvado de peli Bond para después no usarlo jamás. Es axiomático que cuan más grave la crisis de un país mayores son las posibilidades de hacer estupideces, y digamos que Corea del Norte lleva en crisis toda la vida.

Antes de nada, tranquilizar al personal: esto no es Pearl Harbor ni nada por el estilo. Los ataques de ésta madrugada no desatan la guerra entre las dos Coreas, más que nada porque las dos Coreas ya están en guerra y nunca han dejado de estarlo en los últimos 60 años. Y ni siquiera es exactamente una ruptura del armisticio, porque Corea del Norte nunca ha aceptado los términos del armisticio en la frontera marítima occidental - justo la región del bombardeo. De hecho, los bombardeos son un episodio más de una serie de conflictos que se ha dado por llamar las Guerras del Cangrejo, así llamadas por los combates entre ambas armadas con la excusa de escoltar navíos cangrejeros. Ya van tres en quince años, así que tampoco es un incidente TAN aislado.

Lo que cambia aquí es la pirotecnia de todo el asunto, derivada, a mi entender, de la necesidad de Nuestro Kim de demostrar su virilidad en éstos momentos donde todo el mundo le da ya por finiquitado. Quizás sea hora de prestar atención a la tele norcoreana, porque puede que todo éste asunto sea una brutal operación de marketing destinada a poner ante los ojos de Corea y del Mundo a Kim Jong-un (también conocido como el Pequekim o el Paquirrín de Pyongyang) a la cabeza de las operaciones militares contra el enemigo imperialista.

Respecto a las consecuencias, tampoco estoy preocupado. Si Corea del Norte realmente quisiese jarana, habría bombardeado algún sitio donde hubiese soldados americanos: dado que hay casi 30.000 a lo largo de la frontera y, por si fuera poco, se sabe perfectamente donde están, cabe entender que el Norte se ha cuidado muy mucho de echar bombas sobre un sitio donde únicamente hubiera soldados surcoreanos.

Y el Norte sabe, por experiencia, que lo único que hará el Sur es pavonearse un poco de sus armas americanas, quizás hacer un par de sobrevuelos sobre Pyongyang, y retirarse a cuarteles (al igual que el año pasado, cuando el torpedeo de aquél crucero, el Cheonan), porque, a pesar de la importancia del orgullo propio para el gobierno de derechas de Seúl, todo el mundo sabe que lo segundo que menos quiere Corea del Sur en ésta vida es meterse en guerra con el Norte. Primero, porque todo el dinero, propio y extranjero, huiría de Corea en lo que se tarda en decir "kimchi" y segundo, porque hay una cosa que Corea del Sur teme más que meterse en una guerra con el Norte, que es meterse en una guerra con el Norte y ganarla.

Nuestro Kim, aunque lo parezca, no es idiota. Quiere dejarlo todo atado y bien atado, dejarle el trono a su hijo y pasar sus últimos días de vida disfrutando de su colección de porno y coñac francés. Y si para eso tiene que acabar con las vidas de unos cuántos soldados surcoreanos, que así sea.

Como si le hubieran importado las vidas ajenas alguna vez.

Seguiremos informando.

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