miércoles, 30 de junio de 2010

La nefasta sacralización de "la víctima"

Sé que pedir sensatez a los medios de comunicación de masas, sobre todo en nuestro bello país, es dar coces contra un afilado y resistente aguijón. Sé también que, con un título como éste, me estoy ganando gritos e insultos de la más variada clase. Pero hay veces en las que hay que ir a contrapelo, porque mi coherencia democrática me exige ser a la vez de izquierdas y antidemagogo.

Ya he escrito alguna vez como los medios de comunicación privados y gratuitos - prensa gratuita, radio y televisión - se orientan, salvo raras excepciones, a un público bien definido cuyo máximo exponente es la llamada maruja.

Últimamente estamos viendo como incluso medios que antaño eran serios, como El País, se apuntan a la moda de buscar la opinión de la "gente de la calle", opinión esta que es más celebrada cuanto más soez y contundente, en atención a la buena señora que nos ve por la tele.

Dos ejemplos ocurridos recientemente: en uno se intentaba hacer parecer que tenía motivo lo que no lo tenía (el accidente de Castelldefells) y en el otro se intentaba hacer parecer que lo que tenía motivo no lo tenía (la huelga de Metro).

En ambos casos, la receta es sencilla: pones a un becario con un micrófono y una cámara y te vas a buscar opiniones de las "víctimas".

En el caso del accidente de Castelldefells, visto que todas las cadenas van a competir en carroñismo entre sí, pones el micrófono en la boca del padre que no sabe si su hijo vive y esperas a que suelte algo que puedas meter en diez segundos entre una siniestra voz en off y otra. Y dado que la opinión de las víctimas es la única válida (¿qué sabe Renfe de trenes, de todas maneras?) y a esas alturas del duelo todos buscan culpables - incapaces, todavía, de reconocer que la muerte de su ser querido fuese motivada por su propia inconsciencia - los medios, haciéndose valedores de las sacrosantas víctimas, parten raudas en su defensa buscando culpables entre los poderosos.

Por otro lado, como ya dije antes, el error de los sindicatos: el no poner en la puerta de cada estación un cartel bien grande que pusiese: "Sentimos hacerle ésto, pero tenemos buenos motivos:" y explicar claramente los motivos de la huelga. No hecho ésto, se deja el monopolio de la información en manos de la Comunidad de Madrid, que naturalmente hace lo que siempre hace: echa, sutil pero decididamente, toda la culpa a los sindicatos y se lava las manos. Y se busca a la regordeta sesentona bufando al subir al 27 abarrotado maldiciendo a los que dejan tirados a los ciudadanos.

Medios de comunicación modernos: una compilación de opiniones, en lugar de la explicación de los hechos. Así nos va.

Seguiremos informando.

Acotación: Sobre los sindicatos

Algún lector de éste su blog incorporó el artículo anterior a Menéame, lo que ha provocado una saludable invasión troll. Antes de nada, he de decir que tengo por política no borrar los comentarios de nadie que no sea yo, más que nada porque en Ruina Imponente todo el mundo tiene el derecho de dejarse a sí mismo en evidencia.

Los comentarios vienen de ambos lados del espectro trollero: están aquellos comentaristas que consideran que el que la lengua castellana no tenga un género neutro es una forma poco disimulada de sexismo y opresión, y luego están los que salen directamente de los comentarios del 20 Minutos para llamar a los sindicalistas de vagos hijos de puta.

Ésto es lo que me lleva a pedir un aparte para reivindicar el rol de los sindicatos y de los sindicalistas en nuestra sociedad.

Partamos del hecho incontestable de que en la España del 2010 pocas instituciones hay más desprestigiadas que los sindicatos. Convertidos en inmensas estructuras burocratizadas y en gran parte institucionalizadas, tienen la flexibilidad del mediocampo de la selección francesa y, como ya he dicho en más de una ocasión, se han convertido en instituciones eminentemente conservadoras: conservadoras en el sentido en el que se centran más en la preservación de los status quo particulares que en el progreso general de los trabajadores.

Expliqué todo ésto en un artículo terriblemente sombrío el mes pasado. De todas las obsolescencias que el cambio económico global está produciendo, la más evidente y dolorosa es la obsolescencia de los grandes sindicatos.

La liberalización y flexibilización de los mercados de trabajo ha hecho que en casi toda empresa española haya un grupo, más o menos numeroso, de trabajadores con contrato no indefinido - dentro de las infinitas variantes que han ido dejando un ministro de Trabajo tras otro. Para muchísimos de esos trabajadores (me atrevería a decir que para la inmensa mayoría), sólo hay una aspiración en mente: aguantar hasta que me hagan indefinido. Y "aguantar" es un término literal: en la jungla del contrato precario, conceptos como "solidaridad de clase" y "unión de los trabajadores" son dejados de lado por el más racial "tonto el último". Y aun entre los trabajadores fijos el miedo gana cuerpo: si la negociación del convenio se complica, ¿qué impide al empresario cerrar directamente la planta y que los productos los hagan semiesclavos indonesios? ¡Traga y calla, idiota, que nos echan!

El ciudadano asalariado en el mundo desarrollado (y, sí, nosotros estamos ahí) vive tiempos de pánico. Y los sindicatos, tal y como los conocemos, son inoperantes. En un mundo global no se puede exigir mejores condiciones laborales únicamente para unos pocos afiliados, porque el trabajo que hacías hoy lo hará mañana un pobre hombre en Ciudad del Este por millón y medio de guaraníes al mes.

Es más que necesaria - es imprescindible - la organización y la movilización de los trabajadores, pero no únicamente para defender sus derechos. Debe de ser para defender sus derechos, luchar por más derechos y por hacerlos extensivos a todos los trabajadores, sea en Seattle, en Ciudad del Cabo, en Guangzhou, en Hyderabad o en Madrid. Seguir la estela del capitalismo es una carretera de miles de kilómetros, cuyos primeros pasos deben darse hoy. Y estoy convencido de que si se ha de empezar en alguna parte, es por la organización de los trabajadores a través de organizaciones sindicales abiertas, independientes y democráticas, con una escala verdaderamente global.

Con un capitalismo globalizado, la izquierda democrática ha de ser globalista o no será. Aunque estemos en la rampa de bajada para los derechos de los trabajadores a escala global, aunque seamos nosotros los que nos vamos a comer los marrones del capitalismo soberbio en su triunfo, debemos empezar a trazar éste camino. Porque es nuestra responsabilidad hacer que exista un futuro.

Y estoy soñando otra vez, pero que le den al cinismo.

Seguiremos informando.

martes, 29 de junio de 2010

Lo que viene a ser una huelga bien hecha

Tácticamente, la huelga de Metro de Madrid de hoy ha sido un triunfo en toda regla. Ahora mismo los trenes no circulan y las estaciones están técnicamente cerradas. Por lo que en consecuencia has generado una pelotera inconmensurable, dejando claro lo importante que es tu trabajo para el buen funcionamiento de la capital y de tu capacidad de crear el caos - es decir, lo que viene a ser una huelga bien hecha.

En efecto, un triunfo táctico, pero, una vez más, un fracaso estratégico. Hace nada menos que quince meses atrás, en circunstancias como éstas, indicaba que los sindicatos obviaban una de las dos partes imprescindibles para que una huelga tenga éxito a la larga: primero, saber parar, y segundo, explicar a la opinión pública el por qué.

Los sindicatos están viendo la huelga como un pulso entre ellos (los sindicatos) y los otros (el bigotismo rampante). En la empresa privada esa visión puede ser suficiente, pero tratándose de servicios públicos es indispensable sumar a la ciudadanía a la ecuación.

Es indispensable explicar claramente el por qué se va a la huelga: sacar cifras, tablas salariales, contar historias de trabajadores que pueden perder la casa por el recorte, en suma, dar la información para provocar que la ciudadanía se solidarice con la causa de uno.

Y, al no hacerlo, al dejar de lado al usuario-ciudadano, uno pierde la batalla de la información. Y eso es un error fatal cuando uno se está enfrentando a la institución española más hábil a la hora de comunicar sus éxitos y sus fracasos: la Comunidad de Madrid.

En consecuencia, lo que los sindicatos están haciendo ante la opinión pública es darle la razón a Esperanza Aguirre y sus secuaces cuándo quieren hacer pasar la imagen del sindicalista como un vago redomado que lo único que quiere es mantener sus "privilegios".

Ganar batallas no es ganar guerras. Es una lección que se va a aprender de la peor manera posible.

Seguiremos informando.

jueves, 24 de junio de 2010

Cascotes (XVII)

Piedra 1:

Yo estuve a punto de ver una tragedia como la de Castelldefels. En la estación de Villalba de Guadarrama los trenes de cercanías destino Chamartín y Atocha generalmente estacionan en la vía 2, un andén cuya única forma de acceso es a través de un paso elevado. Una mañana de finales del otoño de hará un par de años, yo estaba como todas las mañanas esperando el Civis a Príncipe Pío y Atocha de las 7:06 cuándo por megafonía informaron de que el tren de las 7:00 a Chamartín y Atocha haría su entrada por vía 1 - justo cruzando las vías. Los que estaban cerca del paso elevado partieron a la carrera, pero en la parte más lejana al paso - donde me encontraba yo - los apresurados viajeros, ni cortos ni perezosos, empezaron a cruzar las vías. En la tibiamente iluminada oscuridad de esa primera mañana, la gente empezó a cruzar, con gabardinas, paraguas, bolsos, etcétera. De repente una voz bramó desde los altavoces: "Por Favor No Crucen Las Vías Tren Haciendo Su Entrada Por Vía 1"; la gente se apresuró y trepó a duras penas por los andenes justo a tiempo para apartarse del camino de un Talgo que probablemente llegaba tarde y que cruzó la estación rumbo a Chamartín haciendo un ruido espantoso.

La moraleja de ésta historia - si la hay - es la triste confirmación de que no hay nada que el ser humano pueda hacer para contener la estupidez de sus semejantes. Aun instalando una estación modernísima, con dos, tres, cuatro pasos subterráneos, siempre habrá algún cretino que piense que cruzando por entre las vías llegará antes y mejor que los demás. Con las consecuencias que pueden ustedes ver.

Piedra 2:

Si usted cree que el PP - o el PSOE - es el partido de las puñaladas en la espalda, las pugnas por el poder malévolas y las defenestraciones salvajes, sepan ustedes que hay un partido político que convierte a todos ellos en aficionados.

El Partido Laborista Australiano.

Australia, como todos, ha estado sudando sangre por la crisis. El gobierno laborista, que lleva tres años en el poder tras echar a patadas al Partido Nacional del terrible John Howard, ha cometido últimamente una serie de meteduras de pata, ninguna de ellas demasiado importante. La última de ellas, un impuesto extraordinario sobre las industrias mineras - que son poderosérrimas en Australia.

El caucus del Partido Laborista se reunió, dio un vistazo a las encuestas y no tuvo dudas: el líder del partido, Kevin Rudd, ha sido sumariamente defenestrado, reemplazado por su segunda, Julia Gillard. El liderazgo del partido implica ocupar el cargo de primer ministro, así que, de forma tan prosaica, Australia tiene por primera vez una mujer como jefa de gobierno.

Seguiremos informando.

martes, 8 de junio de 2010

Deus lo vult

Hace tiempo escribí sobre la diferencia entre ciencia y fe en la ciencia económica con un ejemplo bastante gráfico. Por desgracia para todos, entre la ciencia y la fe en la ciencia económica los estados europeos parecen quedarse con ésto último.

Como en Pulp Fiction, pongámonos medievales un rato: imaginémonos que en el siglo XIII, en la plaza del mercado de cualquier ciudad, alguien (nunca nadie sabe quién en éstas historias) sugiere que los judíos han envenenado los rábanos a la venta con sangre de salamandra. En un mercado bien administrado, los alguaciles cogerían al autor del bulo y lo llevarían a tomar un refrescante día de cepo o dos. En un mercado mal administrado (que venían a ser los más) se montaba un pogromo del copón y tanto judíos como rábanos podían acabar el día en la hoguera.

Alemania no tendría por qué hacer recortes. Su economía es sólida, la caída del euro no puede sino incrementar su ya de por sí colosal capacidad exportadora y su sistema fiscal está engrasado y en funcionamiento.

Sin embargo, la fe ortodoxa exige sacrificar en holocausto todas esas ideas que contrarían la sacrosanta libertad de los hombres para hacer más dinero de su dinero. Da igual que no sea necesario, da igual que la experiencia haya enseñado repetidamente que es contraproducente, da igual que contraríe los mismísimos principios fundadores de su propio partido: Angela Merkel debe sacrificar los intereses de Alemania por los intereses del mercado.

Porque el Dios lo quiere.

Seguiremos informando.

viernes, 4 de junio de 2010

Trianon redux, o el miedo a repetirnos

Es viernes, para muchos de puente, y los temas principales en la prensa son, a saber: el fúmbo, el club Bilderberg y la procesión del Corpus en Toledo.

Respecto al fúmbo, decir que éstas pachangas no resuelven gran cosa y que a la hora de la verdad, ya se verá; respecto al club Bilderberg, decir que todas las ideas conspiranoicas se desvanecen al saber que el inventor del tinglado fue el príncipe Bernardo de Holanda, hombre que amaba un tráfico de influencias más que un tonto un lápiz (ser el rey consorte es muy, muy aburrido) por lo que me imagino que el tal congreso será como una feria de muestras pero a lo burro; y con respecto a la procesión del Corpus, me remito a mi frase de siempre: al César lo que es del César, y quien quiera Dios, que se lo pague (y mejor lo dejo ahí, mas que nada porque conozco a una toledana católica que ya está demasiado cabreada conmigo)

Como es política habitual en éste su blog, el tema del día es algo que en aparencia no importa a nadie y que, sin embargo, tiene implicaciones que van más allá del simple hecho suelto y que pueden tender a algo más peligroso.

En cuanto se trata de genocidios, como saben, unos cardan la lana y otros se llevan la fama. No sé si recordarán una película de Costa-Gavras en la que Jessica Lange deshace el hilo que lleva hasta su padre, un supuesto criminal de guerra húngaro (paradójicamente interpretado por Armin Mueller-Stahl, que había hecho de heroico agente secreto, luchando contra imperialistas con monóculo, en la inenarrable versión de la RDA de James Bond, La mira invisible)

Lo que quiero decir es que mientras los alemanes se llevaron toda la fama de hombres malos y violentos durante la II Guerra Mundial, otros países de su entorno no se andaron con chiquitas a la hora de exterminar a su población con alegría. Tres países en especial vienen a mi mente: Austria (luego los gorgoritos de Julie Andrews les hicieron pasar como un país bucólico y pastoril, pero se apuntaron al sarao del nazismo de forma indudablemente festiva), Letonia (el historial de los letones tanto con el NKVD como con las SS da bastante que pensar) y Hungría, de la cuál hablaré en éste artículo.

Si hubo un arma con la cuál Hitler pudo controlar sin demasiados aprietos el Este de Europa mientras duró la guerra no fue especialmente la Wehrmacht, sino el hecho de que la mayoría de los países de Europa del Este se llevaban decididamente a la perra los unos con los otros. Y la mayoría de éstas rivalidades tenían que ver con los Tratados de París de 1919-1920.

Tras la Primera Guerra Mundial los aliados hicieron firmar a los derrotados cinco tratados de paz, de los cuáles el más famoso es el de Versalles (con Alemania). Todos, sin excepción, eran tratados hechos a mala baba, destinados a destruir forever and ever a aquellos que osaron levantar su mano contra la civilización, etcétera, etcétera. Obviamente, cuándo veinte años más tarde los nazis empezaron su tournée europea, todos los agraviados por esos tratados se aliaron con el Reich - salvo Turquía, que ya había solventado sus problemas con su tratado (el de Sèvres) por su cuenta.

Y de todos los agraviados, quién se sumó a la fiesta con más entusiasmo fue Hungría, que se consideraba la más perjudicada. No es de extrañar: por el Tratado de Trianon había perdido el 72% de su territorio y el 64% de su población, y 3,3 millones de hungarohablantes (de un total de 10,7 millones) pasaban a vivir fuera de territorio húngaro. Y todo ésto por perder una guerra en la cuál los líderes, casi sin excepción, venían de la nobleza austríaca y bohemia.

Claro, cuándo Adolf se llegó al gobierno húngaro y le propuso redimir los agravios de Trianon, los húngaros se echaron a sus brazos y dijeron tuyo soy. El resto de la historia ya la saben bien: reprimir a los bolcheviques, matar judíos y gitanos a paladas, llevar uniformes a todas partes, etcétera, etcétera, etcétera, hasta que vino el Ejército Rojo y acabó con la tontería a garrotazo limpio.

¿O no? La mayoría de los países ex-comunistas del Este están teniendo la mala costumbre de considerar los cuarenta años de ocupación comunista y posterior "democracia popular" como una mera pausa para la publicidad, volviendo tras la pausa con los mismos vicios que probablemente les hubieran llevado a la guerra en los años 30 o 40, si no hubiese venido Alemania con las rebajas.

Hungría, especialmente, sigue dándole a la tecla de Trianon. Ésto tiene que ver con el carácter del nacionalismo húngaro, basado fundamentalmente en darle vueltas a las sucesivas tragedias y en quejarse, quejarse mucho (últimos dos versos del himno nacional: "Que esta tierra ya ha sufrido /por los pecados del pasado y el futuro")

El problema llega cuándo ante la crisis económica los húngaros (que, como todo el resto de Europa del Este, tienen un atávico odio a todo lo que suene de izquierdas) se adhieren a la otra siempre popular opción de populismo autoritario, ésta que lleva coloridos uniformes negros, banderas y mucha mala baba.

Grandes éxitos de ayer y de hoy.

Problema que se agrava cuándo el partido conservador de derechas que acaba de ganar las elecciones (con mayoría absoluta) se pone como objetivo segar la tierra bajo los pies de la extrema derecha. En consecuencia hace aprobar una ley dando la nacionalidad húngara a los descendientes de húngaros residentes en los "territorios perdidos", cabreando soberanamente a los eslovacos (que también tienen un gobierno ultranacionalista y cuya población es húngara en un 10%) Curiosamente, ésto se hace justo ésta semana.

¿Y por qué justo ésta semana? Porque precisamente hoy, día 4, es el 90º aniversario del Tratado de Trianon. Y, a partir de éste año, el Día de la Unidad Nacional Húngara.

Mal rollo, muy mal rollo.

Seguiremos informando.

miércoles, 2 de junio de 2010

Dar cera, pulir cera, perder silla

Reconozcámoslo como niños frikis que somos: cuándo nos dicen Okinawa pensamos en el señor Miyagi. Para los japoneses es un tema bastante más serio: en su imaginario nacional es, más o menos, su equivalente a Gibraltar. Y acaba de provocar la caída del gobierno japonés.

Las islas Ryukyu, de las cuáles la más importante es Okinawa, donde está la capital, Naha, son el puente entre Japón y Taiwan. Geográfica y culturalmente tienen pequeñas pero apreciables diferencias con el resto de Japón: para empezar, tienen unas playas tropicales que te cagas.

Tras la II Guerra Mundial los Estados Unidos se hicieron oficialmente cargo de la defensa de Japón: el nuevo estado japonés solo tendría derecho a tener una pequeña fuerza armada, tan cutre que ni siquiera podría llamarse ejército (el nombre oficial sigue siendo Fuerzas de Autodefensa). La obligación estadounidense de defender Japón se haría efectiva puntillando de bases americanas todo el territorio japonés.

Sin embargo, en las Ryukyu, principal puerta de entrada al Mar de la China Oriental, los americanos ni siquiera se dieron al trabajo de consultar con los japoneses: simplemente ocuparon sin más las islas, hicieron del dólar americano la moneda oficial e incluso obligaron a conducir por la derecha.

En 1972, con la resaca de la Guerra de Vietnam, los estadounidenses devolvieron Okinawa a los japoneses y desactivaron algunas de las bases que tenían allí - retirando las cabezas nucleares y llenando Estados Unidos de militares que, en gran parte, se hicieron instructores de karate, iniciando una fiebre por los rompeladrillos -. Sin embargo, la mayoría de las bases se quedó y, dentro del acuerdo nipo-americano, las bases, y los soldados que en ella residen, tienen extraterritorialidad - es decir, tienen su propio sistema judicial y tribunales militares.

Por aquél entonces, la nueva generación de japoneses, que había vivido siempre en la potencia económica que ya era y hoy es Japón, se empezaba a preguntar el por qué de tanta base, y empezó a protestar contra la presencia de los americanos. Aunque, dentro de la habitual política japonesa de pasar olímpicamente de la gente, las bases no se movieron, los americanos tampoco ayudaron: por ejemplo, en 1995 dos marineros alquilaron una furgoneta y secuestraron y violaron a una niña de doce años.

Llegamos a lo que nos ocupa hoy, la base aérea de los marines de Futenma, en Okinawa. El problema que tiene es que está en medio de una ciudad de unos 100.000 habitantes, lo que provoca no solo ruido y molestias, sino que hace que los accidentes sean potencialmente más jodidos: hace unos años se cayó un avión - en una universidad. Diversas presiones locales hicieron que, a regañadientes, los americanos aceptasen mover la base a otro punto de la isla.

El relativamente nuevo (desde septiembre del año pasado) gobierno japonés es una coalición de gente variopinta cuyo único punto en común es la tirria que le tienen al Partido Liberal Democrático, la versión nipona del PRI. El bueno del ya ex-primer ministro Hatoyama, para ganarse al Partido Social Demócrata (el antiguo Partido Socialista Japonés) e incorporarlo a su coalición, prometió durante la campaña que la base de Futenma no se trasladaría: más bien insistiría con los Estados Unidos para cerrar gradualmente la base. Conforme quedó claro de que la respuesta de los americanos era que nones (sobre todo con el miedo que hay a que los coreanos lleguen a las manos) y que Hatoyama tampoco es que fuese a meter demasiada presión en el tema, los del PSD dijeron que se iban por pies de la coalición. Y, en consecuencia Hatoyama dimitió ayer.

Una pena, pues: el primer gobierno (relativamente) progresista de Japón en mucho tiempo se hunde por prometer algo que, de primeras, no podía cumplir.

Seguiremos informando.

Algunos apuntes más sobre el abordaje

La reacción de las Naciones Unidas con respecto a Israel es, en todo punto, irrelevante. El gobierno de Israel tiene por política, desde la Resolución 3379 de 1975 (que consideraba racismo al sionismo) ignorar alegremente todas y cada una de las resoluciones que considere en su contra, o sea, prácticamente todas. Y como puede - hell, nosotros podríamos pasar de las resoluciones de la ONU y no pasaría nada - pues tampoco es importante.

La reacción que realmente importa es la que tome la Unión Europea - un socio comercial que, aunque no es en absoluto imprescindible (el mayor socio comercial de Israel son los Estados Unidos) es el segundo mayor importador y el mayor exportador a Israel. Dudo que la UE pueda llegar a algún acuerdo sobre el tema (el motivo de la elección de la baronesa Ashton como jefa de la diplomacia europea ejemplifica el enérgico compromiso europeo por la inactividad) pero, terriblemente, es quien más puede hacer la diferencia. Restringir, aun parcialmente, el comercio con Israel tendría un impacto relativamente pequeño en la economía europea - a nosotros nos vendría bien en tanto en cuanto los israelíes compiten con nosotros en verduras de invernadero y frutos secos - y serviría para paliar un poco el cabreo generalizado de la opinión pública contra Israel.

La reacción del gobierno israelí ha sido la de esperar: son terroristas que nos agredieron con barras de hierro y tirachinas, etcétera, etcétera. Lejos de mí pensar que los activistas que estaban en los barcos eran hermanitas de los pobres; pero de ahí a ametrallarlos por si aca ya hay un paso que las fuerzas especiales dieron con demasiada alegría. Y, vale, palos y piedras, pero considerando que en Turquía la gente va al fúmbo con bengalas navales y cuchillos jamoneros, dentro de lo que cabe estaban desarmados.

En todo caso Israel se ha dedicado enérgicamente a hacer lo que mejor sabe, a saber, propaganda, entusiásticamente respaldada por medios palmeros por doquier, puesto que en nuestro país, por ejemplo, ocupa La Razón (titular de La Razón de ayer: "Trágico final de la flotilla de Hamas". Tsc, tsc. Apoyando al judaísmo internacional. Ya no hay fachas como los de antes.).

Revisemos el argumentario israelí:

Primero: Ayudar a Gaza es ayudar a Hamas. Ya sabemos que éstos malditos palestinos hicieron mal uso de la democracia que graciosamente se les concedió votando a quienes no debían. Y como encima los ganadores de las elecciones tuvieron el mal vino de no asumir que en Palestina deberían seguir gobernando los que perdieron, pues naturalmente deben ser castigados. Pero en fin, recordemos que en Gaza hay aproximadamente un millón y medio de personas viviendo en una miseria inenarrable. Y algo me hace pensar que no todos son de Hamas.

Segundo: Si la flotilla no tuviese malas intenciones, aceptaría que la ayuda humanitaria fuese descargada en Israel y llevada a la franja de Gaza. Si precisamente uno de los objetivos de la flotilla es denunciar la bizantina definición de "ayuda humanitaria" que tiene Israel, que impide importar a la franja, por ejemplo, cemento, no vayan a reconstruir las casas; cuántos menos casas hayan, menos refugios tendrá Hamas. La gente dormirá al raso, pero bueno, todos son terroristas, de todas maneras: ese es el Consenso Sharon.

Tercero: Israel es la única democracia estable de la región, y quién se atreva a censurar la más mínima de nuestras decisiones es un genocida, un nazi y un terrorista, etcétera, etcétera, etcétera. Ciertamente Israel es muchísimo más democrática que Líbano, Egipto, Jordania y Siria, pero el problema es esa democracia se va debilitando poco a poco en nombre de la seguridad. Cada vez más decisiones dejan de ser tomadas por el Gobierno en pleno - como era preceptivo antaño - y cada vez más por el "Gobierno de Seguridad", donde solo están el primer ministro y los ministros de Defensa, Interior, Exteriores, Economía y Justicia, cuándo no por la "Cocinilla", una reunión informal de ministros y asesores de seguridad. Y en una Knesset donde se da por sentado que nadie puede ponerse de acuerdo, nunca, el país resulta estar efectivamente en manos de unas pocas personas. Hmmm.

Seguiremos informando.