miércoles, 22 de diciembre de 2010

Fallar cuando ya es un lujo

A pocos ya les quedaba la duda, pero ayer el Gobierno de España demostró, una vez más, que forma parte de esa privilegiada clase, que, como Héctor Cúper o Italia (en general) se demuestra maestra en el arte de convertir las victorias en derrotas.

Ayer se aprobó la Ley de Economía Sostenible. Técnicamente, una batería de medidas destinadas a flexibilizar y agilizar la economía española, haciendo más fácil y rápido el recalentar la economía y - por fin - salir de la crisis.

¿Quién habla hoy de la Ley de Economía Sostenible? Nadie. Solo se habla de la única parte que no ha pasado el trámite parlamentario: la Disposición Final Segunda, una página en más de una centena. En consecuencia, cualquier impulso político que el Gobierno pueda haber conseguido de la aprobación de la LES queda obnubilado hasta la intranscendencia por la cagada supina (no hay otro nombre) que supone intentar pasar una ley impopular, en un entorno hostil, con elecciones a la vista, un gobierno en minoría y muy, muy atrás en las encuestas.

Y ésta cagada supina (insisto) no tiene otra responsable que la ministra de Cultura, deseosa de dejar atado y bien atado "lo suyo" sin ninguna consideración acerca de las consecuencias que su cabezonería podría tener para la imagen pública del partido y del Gobierno. Lo mínimo que debería hacer es presentar su dimisión ante el Presidente del Gobierno. Y es la obligación del presidente aceptarla y echar del Gobierno a éste lastre.

Dejando aparte la pregunta de que si era necesaria la ley o no (mis opiniones son aún contradictorias al respecto) ¿Era urgente? ¿Qué porcentaje de nuestro PIB representa Internet? ¿Qué porcentaje representaría aun aprobada la ley? ¿Era necesario enfrentarse a viento y marea cabreando aún más a una opinión pública ya bastante predispuesta a creerse las mandangas de la derecha y de la izquierda jipiosa que consideran que el PSOE está creando un estado autoritario? ¿Quién, dentro del Partido Socialista, ha sido incapaz de comprender que no es hora de desgastarse por estupideces? ¿Quién ha sido incapaz de ver que el bigotismo está más que encantado de hacer demagogia en éste asunto, máxime cuando ya desde hace tiempo demuestra un desprecio invencible por la cultura española en general, que ve como una pérdida de tiempo y de dinero? En ésto no se puede culpar a la ministra: la ministra es una "técnica", fue nombrada para representar a los suyos, y ha hecho (mal) lo que se esperaba de ella. La responsabilidad última es de la coordinación política del partido, que no ha sabido entender que en tiempos de crisis uno se desprende de las chorradas, especifica el mensaje y martillea hasta que haga sangre. Y la protección de la propiedad intelectual, con la que está cayendo, debe de estar muy abajo en la lista de prioridades del Ejecutivo.

Otro error, otra victoria desperdiciada. Lloraremos por las oportunidades perdidas.

Seguiremos informando.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Luchar y no explicárselo a nadie

Se acordarán de la huelga de Metro en Madrid, hará unos meses. Los trabajadores de Metro montaron un pitote épico, todo el mundo (literalmente) se cabreó con los trabajadores (y no con la Comunidad, que era la que proponía el recorte salarial). En aquél entonces escribí un artículo que fue muy comentado en el que decía que los trabajadores habían ganado en el sentido de que habían dejado claro que estaba en su mano parar la ciudad, pero que habían perdido ante la opinión pública debido a que, en parte gracias a su propia incapacidad de explicarse, en parte ante el gigantesco aparato de propaganda en su contra, el 95% de los madrileños creyó sin despeinarse que los trabajadores de Metro se habían puesto en huelga por que sí, o por joder, o explicaciones del mismo jaez. Y como es normal, ante semejante catástrofe de imagen pública, la Comunidad de Madrid tiene ahora manga ancha para hacer con los metreros lo que le venga en gana.

Uno pensaría que los controladores aéreos habrían aprendido algo de ésto, pero como ya les he dicho alguna vez, los sindicatos en España no se dan cuenta de que en éste país (y, por desgracia, en la inmensa mayoría) no existe ya la consciencia de clase que era el respaldo moral de cualquier huelguista. En consecuencia, si uno quiere hacer huelga, lo primero y lo más importante que debe hacer es explicar a los ciudadanos por qué la hace. Porque si no, pasa lo que ha pasado: la ausencia de legitimación ante los ojos de la ciudadanía da pie al Ejecutivo para hacer lo que le salga de la minga dominga.

La reacción ante la huelga por parte del Gobierno ha sido, naturalmente, exagerada; y más exagerada aún por nuestros infumables medios de comunicación, incapaces de leer el decreto (enlace aquí, ojo, PDF) que limita claramente el estado de alarma a las zonas delimitadas como torres de control titularidad de Aena. Es decir, que a pesar de que el 99,99999998% del territorio nacional NO está bajo ninguna medida de excepción, leyendo la prensa uno se piensa que estamos a punto de sacar los Leopard de paseo.

Cuando la primera crisis de los controladores, éste verano, dije que la navegación aérea debía estar en manos del Estado. Sigo pensándolo: la crisis de éste puente deja bastante claro que el tráfico aéreo en España es una infraestructura lo bastante fundamental y demasiado costosa como para entregarla a la libre competencia. (Pienso igual sobre las infraestructuras ferroviarias.) Eso sí, el hecho de que esté bajo titularidad estatal no ha de impedir que se administre conforme criterios de eficiencia y no bajo lo que los ingleses llaman, quizás no tan irónicamente, Spanish practices.

Si a uno se le da la responsabilidad de cuidar del buen funcionamiento de la aviación civil, no tengo ningún inconveniente en que sea remunerado conforme se merece y tenga los descansos que le regule la Organización Internacional de Aviación Civil. Pero a lo que no da pie esa responsabilidad es a erigirse en una casta sin vergüenza ajena que aprovecha su posición de privilegio para obtener concesiones por parte del Estado que no se hacen extensivas al resto de los trabajadores. Soy todo por los derechos de los trabajadores, y todo por los que defienden los derechos de todos los trabajadores. Pero a los que defienden única y exclusivamente lo suyo sin siquiera pretender defender lo de los demás, les pueden dar sustanciosa y militarmente por saco.

Seguiremos informando.


jueves, 2 de diciembre de 2010

¿Y ahora qué? (II)

Con mi llamamiento a la discusión de ayer quise obtener respuestas, y como por increíble que pueda parecer tengo lectores (a pesar de mi pachorra) aquí tengo una, de don Roger, y un complemento a esa misma respuesta, del señor Citoyen.

Como está en mi carácter el buscar los consensos, empezaré por lo con que sí estoy de acuerdo, que es con la mayor parte de la segunda parte del artículo de don Roger. Soy el primero en decir que las antaño instituciones de "izquierda" formal (y sí, IU, hablo de ti) se han convertido en organizaciones eminentemente conservadoras, orientadas más a la "defensa" de lo ya existente que al progreso (sea lo que sea eso, pero ahora hablaré de ello.) Igualmente opino que el Estado no tiene por qué tener aeropuertos (y, ya puestos, invito a un café a quien me diga por qué Logroño necesita un aeropuerto) y que, en lo que a loterías respecta, propongo un modelo totalmente privado y liberalizado donde el Estado lo único que hace es vigilar el fraude y cascar impuestazos por partida doble: a organizadores y premiados por igual.

Pero por mucho que les admire, señores, no me convencen.

Cito a don Roger: "Prohibir que el comercio abra los domingos [...] es prohibir que gente que quiere trabajar lo haga." Ya estamos con el malvado Estado coartando la libertad de los trabajadores de hacer lo que quieran. Un arma tremendamente poderosa contra los derechos de los trabajadores ha sido la apropiación de la palabra "libertad" por la derecha. (No creo que sea necesario que les ponga ejemplos.) Normalmente, quien plantea la liberalización de los horarios laborales pone como resultado óptimo que el estudiante de 22 años recién incorporado al mercado laboral obtenga, al fin, unas cuantas horas a la semana para ganarse un dinero suelto y ponerle líneas al currículum. Puede ocurrir, en efecto, pero es igual de probable que lo que suceda es que la madre de 34 años y dos hijos deba trabajar todos los sábados y todos los domingos, resumiendo sus posibilidades de ocio y recreación con sus hijos a largas sesiones de visionado de televisión, pues está demasiado cansada para hacer otra cosa.

Veo innecesario recordarles que las regulaciones de horarios de trabajo no son algo reciente. Son conquistas del siglo XIX y sirven para garantizar a los trabajadores tiempo libre para gestionar sus asuntos y cuidar de sus familias. ¿Que hay trabajadores que se ven coartados por éstas regulaciones? Coño, sí. Maldito sea el Estado, que impide a la gente de bien literalmente matarse trabajando.

Pero bueno, no es de ésto de lo que quería hablar.

Como de costumbre, se remite usted a Escandinavia, donde el paraíso socialdemócrata aún existe. Pero, ¿por cuanto tiempo? El ejemplo aquí no es a mi entender Escandinavia, sino Alemania. Si bajase Ludwig Erhard de los cielos y escuchase a los que dicen defender su legado en la CDU estoy bastante convencido de que se liaría a ostias como panes (tenía aspecto de ser un señor lo suficientemente sólido como para defender sus ideas a bofetadas). Si en Alemania, estado que se enorgullece (o se enorgullecía) de crear el concepto de Sozialmarktwirtschaft, los recortes en los privilegios a los trabajadores son un hecho ¿cuánto tardarán los países escandinavos en seguir su camino? (Por cierto, Noruega no es un ejemplo - podrán mantener su estado del bienestar por el tiempo que quieran gracias a sus abundantes vapores de dinosaurio - pero eso es como los que hacen trampas en el SimCity)

El artículo de Citoyen, nos pone sobre la pista del problema y justifican lo que he dicho en mi anterior artículo. Los estados ya no tienen la potestad de hacer políticas de izquierdas porque no pueden financiárselas, y si pueden, no podrán. No podrán porque la recaudación tradicional, vía impuestos, es cada vez más insostenible dada la movilidad y la volatilidad del capital; y la financiación vía deuda supedita las políticas públicas de los Estados a las necesidades de sus inversores - y no de sus ciudadanos. Según las inmortales palabras de Cayetana Fitz-James Stuart, ésto que estáis haciendo no es democracia.

Y es el punto al que quiero llegar: lo primero que debe defender cualquier demócrata es que las políticas públicas se definan por el voto de los ciudadanos y no los del Fondo de Inversiones del Profesorado de Wisconsin. Me niego a asumir que las políticas públicas deban ser definidas por su rentabilidad - básicamente porque, en mi manera de entender la política, el Estado es una máquina de hacer cosas necesarias Y deficitarias.

En consecuencia, la izquierda debería partir en búsqueda de una escala lo suficientemente grande como para hacer contrapeso a los que exigen un Estado, S.A. con CEOs haciendo rapapolvos cada año en los Presupuestos Generales del Estado. Una escala que frene ésta subasta a la baja entre los Estados, para ver quién cobra menos impuestos y tiene trabajadores más productivos (es decir, que trabajen más por menos). Una escala que permita a los sindicatos ser lo que deben ser, instrumentos para un oligopolio de la mano de obra, oligopolio lo suficientemente fuerte como para mantener el precio del factor trabajo a un nivel que permita a la gente algo más que comer y dormir. Una escala que permita, en suma, evitar ésta carrera de ratas, éste sálvese quien pueda, ésta pugna de hombres y estados por rebajarse cada vez más, aceptar menos, trabajar más y, en suma, vivir peor.

Y, bueno, entiendo que ustedes son gente con más estudios, que pasarán horas y horas extricando los errores terminológicos de éste artículo, que seguro son muchos.

Pero precisamente porque son ustedes gente inteligente, háganme el favor. Miren donde estamos, miren hacia donde vamos, e intenten decir de corazón que nuestro futuro es el óptimo.

A ver si pueden.

Seguiremos informando.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿Y ahora qué?

Hoy no digreso, hoy pregunto.

No es una novedad: los estados ya no tienen la libertad de hacer políticas económicas de izquierda. El mercado impera sobre lo dividido. La izquierda tal y como la conocemos no puede evitar ésta subasta a la baja de los derechos de los trabajadores y del estado del bienestar. No podemos evitar ésto: es un proceso histórico al igual que lo fue la Revolución Industrial. Necesitamos un nuevo marco, a mucha mayor escala, donde poder actuar políticamente. ¿Por dónde empezamos?

Seguiremos informando.

martes, 23 de noviembre de 2010

I want to be a macho Kim

Debe ser muy duro para un sujeto como Nuestro Kim el acumular armamento en plan malvado de peli Bond para después no usarlo jamás. Es axiomático que cuan más grave la crisis de un país mayores son las posibilidades de hacer estupideces, y digamos que Corea del Norte lleva en crisis toda la vida.

Antes de nada, tranquilizar al personal: esto no es Pearl Harbor ni nada por el estilo. Los ataques de ésta madrugada no desatan la guerra entre las dos Coreas, más que nada porque las dos Coreas ya están en guerra y nunca han dejado de estarlo en los últimos 60 años. Y ni siquiera es exactamente una ruptura del armisticio, porque Corea del Norte nunca ha aceptado los términos del armisticio en la frontera marítima occidental - justo la región del bombardeo. De hecho, los bombardeos son un episodio más de una serie de conflictos que se ha dado por llamar las Guerras del Cangrejo, así llamadas por los combates entre ambas armadas con la excusa de escoltar navíos cangrejeros. Ya van tres en quince años, así que tampoco es un incidente TAN aislado.

Lo que cambia aquí es la pirotecnia de todo el asunto, derivada, a mi entender, de la necesidad de Nuestro Kim de demostrar su virilidad en éstos momentos donde todo el mundo le da ya por finiquitado. Quizás sea hora de prestar atención a la tele norcoreana, porque puede que todo éste asunto sea una brutal operación de marketing destinada a poner ante los ojos de Corea y del Mundo a Kim Jong-un (también conocido como el Pequekim o el Paquirrín de Pyongyang) a la cabeza de las operaciones militares contra el enemigo imperialista.

Respecto a las consecuencias, tampoco estoy preocupado. Si Corea del Norte realmente quisiese jarana, habría bombardeado algún sitio donde hubiese soldados americanos: dado que hay casi 30.000 a lo largo de la frontera y, por si fuera poco, se sabe perfectamente donde están, cabe entender que el Norte se ha cuidado muy mucho de echar bombas sobre un sitio donde únicamente hubiera soldados surcoreanos.

Y el Norte sabe, por experiencia, que lo único que hará el Sur es pavonearse un poco de sus armas americanas, quizás hacer un par de sobrevuelos sobre Pyongyang, y retirarse a cuarteles (al igual que el año pasado, cuando el torpedeo de aquél crucero, el Cheonan), porque, a pesar de la importancia del orgullo propio para el gobierno de derechas de Seúl, todo el mundo sabe que lo segundo que menos quiere Corea del Sur en ésta vida es meterse en guerra con el Norte. Primero, porque todo el dinero, propio y extranjero, huiría de Corea en lo que se tarda en decir "kimchi" y segundo, porque hay una cosa que Corea del Sur teme más que meterse en una guerra con el Norte, que es meterse en una guerra con el Norte y ganarla.

Nuestro Kim, aunque lo parezca, no es idiota. Quiere dejarlo todo atado y bien atado, dejarle el trono a su hijo y pasar sus últimos días de vida disfrutando de su colección de porno y coñac francés. Y si para eso tiene que acabar con las vidas de unos cuántos soldados surcoreanos, que así sea.

Como si le hubieran importado las vidas ajenas alguna vez.

Seguiremos informando.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Mas faz muito tempo


Hace cien años justos, el 21 de noviembre de 1910, cuatro acorazados de la Marina Brasileña, el Bahia, el Deodoro, el Minas Geraes y el São Paulo, se amotinaron en pleno puerto de Rio de Janeiro, por aquél entonces la capital del país. Ésta es su historia.

De todas las instituciones brasileñas de principios de siglo, la Marina era, probablemente, la más conservadora. De hecho fue la Marina quien se sublevó contra la naciente república brasileña en un intento frustrado golpe de estado, en 1893-94. Aunque el intento de golpe fracasó, la estructura social y organizativa de la Marina siguió siendo la misma que en los tiempos del Imperio y de los barcos a vela: una oficialidad blanca y rica y una marinería abrumadoramente negra y pobre, la mayoría, esclavos libertos reclutados forzosamente. Y ésto, en un país que había abolido la esclavitud hacía menos de veinticinco años, abría inmensas potencialidades para abusos de toda clase.

La Marina Brasileña se había construido en los moldes de la Royal Navy y en ella se inspiró en los métodos de disciplinar, que implicaban castigos corporales de toda clase, especialmente latigazos, cuantos más y más humillantes mejor.

En 1906 se botó el HMS Dreadnought, el primer acorazado moderno, que dejó obsoletos a todos los barcos de guerra anteriores. Brasil, que había ordenado la construcción de dos barcos en los astilleros de Barrow-on-Furness, al ver el nuevo acorazado ordenó a la naviera que adaptase las quillas ya existentes a los nuevos diseños. Eso hizo que Brasil cobrase ventaja en la carrera por la construcción de acorazados que se desató en todo el mundo, y con la botadura dos nuevos barcos, el Minas Geraes y el São Paulo, Brasil se había convertido en el tercer país del mundo al tener acorazados, solo por detrás de Gran Bretaña y de los Estados Unidos.

Sin embargo, a pesar de estar sin duda entre los barcos más modernos del mundo, los métodos y formas de la oficialidad seguían siendo los mismos y crueles de antaño. Éste contraste quedó aún más evidente cuando los nuevos barcos partieron a hacer maniobras en el Mar del Norte junto con la flota británica, y los marineros brasileños entraron en contacto con sus colegas de otras partes del mundo. Los marineros brasileños supieron, así, que en Gran Bretaña el látigo estaba en desuso desde hacía décadas, que sus colegas europeos eran respetados y con una paga decente, y que en Rusia se había amotinado un acorazado contra las condiciones de vida y su tripulación había logrado huir relativamente sana y salva.

Nada de ésto pasó inadvertido para los marineros brasileños, que volvieron a casa calentitos con la situación. Se empezó a planificar un motín para el 25 de noviembre de 1910, diez días tras la toma de posesión del nuevo presidente Hermes da Fonseca. Pero la noche del día 19, uno de los marineros del Minas Geraes fue detenido tras traer a bordo aguardiente y atacar con una navaja al cabo que lo denunció, y condenado, no a los 25 latigazos de rigor, sino a 250, con toda la tripulación firmes en cubierta y con redoble de tambores. La visión de aquello fue el colmo, y la noche del 22 al 23 de noviembre el Minas Geraes se amotinó. Pillaron al capitán por banda y le mataron a culatazos y a disparos, así como a los oficiales que tuvieron la mala idea de asomarse a ver qué pasaba. Uno de ellos huyó al São Paulo y avisó al resto de la oficialidad, que hizo lo que tenía que hacer: huir a puerto lo más rápidamente posible. Sin sus oficiales, el resto de la flota fue sublevándose a lo largo de la noche.

Si ustedes han visto alguna vez un mapa de Rio de Janeiro, verán que no hay ningún punto - al menos ningún punto importante - que no esté a más de un kilómetro de la costa. Liderados por João Cândido, conocido como el Almirante Negro, los sublevados amenazaron con bombardear la ciudad. Mientras el nuevo gobierno prometía firmeza, el Congreso, más sensato, vio que sería imposible mostrar firmeza cuando el enemigo está a dos kilómetros de tu sede con cañones que llegan hasta tal punto, y les amnistió. Al final el Gobierno abolió los castigos corporales y prometió perdonar a los marineros que entregasen las armas.

Solo una semana más tarde, el Gobierno aprovechó una sublevación menor de la Infantería de Marina - que también sufría con los castigos corporales - para lanzarse a hierro y fuego contra todos los sublevados, acusándolos de colaborar con la rebelión. Unos fueron deportados a recoger caucho en la Amazonía, pero la mayoría fue encarcelada en una prisión naval: a dieciocho de ellos se les metió en una celda excavada en la roca y se les echó cal viva. De los dieciocho solo sobrevivieron João Cândido y otro más. Después de esa pesadilla, acabó en un manicomio, como "loco indigente". En 1912 se le juzgó y fue absuelto. Solo fue perdonado de todos sus cargos en 2008, por decreto presidencial.

Y es ese el problema: aún hoy, el Gobierno brasileño no se atreve a celebrar la Revuelta del Látigo y lo que supuso para la historia de Brasil, porque, según las Fuerzas Armadas, lo que pasó aquella primavera de 1910 fue simplemente una "ruptura de la jerarquía", el peor crimen que puede hacer un militar.

Quedan para la historia las palabras de Aldir Blanc y João Bosco, autores de "El Maestre-Sala de los Mares", tema que preside éste artículo: "Salve el Navegante Negro, que tiene por monumento las piedras pisadas en el muelle."

Seguiremos informando.

viernes, 19 de noviembre de 2010

No le deis de comer

Un par de mis lectores me han pedido mi opinión sobre las "boutades" de Salvador Sostres en Telemadrid.

Siempre he dicho que, en España, los intelectuales de derechas son aquellas personas a las que se les permite la palabra "gilipollas" en el ABC. El insulto es parte integrante e inseparable del vocabulario conservador, en tanto que representación verbal o gráfica de la agresión, fundamento intelectual del fascismo hispano (la "dialéctica de los puños y las pistolas" de Primo de Rivera hijo). La derecha ama el insulto y la zafiedad porque así se les diferencia de los intelectuales de izquierda, que como todo el mundo sabe son unos blandengues y amanerados que no hablan como los verdaderos españoles (quicir, ellos) han de hablar.

Así pues, el intelectual de derechas es una criatura a la que se le permite comportarse como un jubilado exalférez provisional de 70 años, tenga la edad que tenga y viva en el año que viva, lo que implica ser machista, racista, fascista y todos los istas que permitan escandalizar a la mayor cantidad de gente posible. Ésta gente vive de escandalizar. Cada "rojo bienpensante" que denuncie el cretinismo de sus palabras es un orgasmo para ellos. Cada cita en la prensa de izquierdas es para enmarcarla y colocarla sobre la chimenea, con los trofeos de caza.

En consecuencia, lo peor que le puede pasar es que nadie hable de él. No contribuiré a su exaltación personal junto a sus amigotes en plan "Jou,jou, mira cuántos rojos se meten conmigo".

Que Telemadrid acoja a éste tipo de semovientes es una consecuencia más del infame cardadismo, que es responsabilidad directa de los madrileños e indirecta de una oposición más preocupada en pegarse que en desmantelar el aparato de propaganda y populismo cuyo centro es la inefable Espe.

La única solución es echarla a patadas. En sus manos está, querido lector.

Seguiremos informando.

Bajarse al moro

He de reconocer que estoy infinitamente perro con el blog. Obviamente no es responsabilidad de mis lectores, que me hacen la pelota hasta grados que veo imposible merecer. La responsabilidad es mía, que llevo ya cinco años escribiendo: en todo éste tiempo, he hablado mucho sobre varios temas concretos, a veces varias veces, y he llegado al punto en el que estoy cansado de hablar otra vez de lo mismo. Lo más probable es que sea uno de éstos momentos de leve depresión "nadie me quiere" tan propios en mí, pero éste no va a ser un artículo de los de lamentarme. Esos tienen un título específico ("Confesiones de un falso cultureta") que es para que no necesiten leerlos si no quieren.

El artículo de hoy surge de la habitual comida (quicir) de todos los jueves con el Maestro, donde éste me solicitó una explicación razonada de la actual crisis en el Sáhara. Como si hay algo que me gusta hacer es lanzarme a largas digresiones sobre política internacional con los amigos (soy de esa clase de gente: invítenme a sus fiestas) atendí encantado a su petición. El artículo de hoy es una repetición expandida de esa explicación.

El Sáhara Occidental era, en 1975, la provincia del Sáhara, teóricamente tan española como podría ser Lugo: los coches usaban matrículas españolas (SH), a sus habitantes se les expedían Libros de Familia y los DNI tipo sábana de la época y hasta mandaban procuradores a Cortes (que invariablemente aparecían como atracción en la ritual filmación de la apertura de Cortes del NO-DO). En puridad, administrativamente el Sáhara era como Fuerteventura, pero doscientas veces más grande: en la práctica, la inmensísima mayoría de la población de origen español trabajaba de alguna manera para el Estado.

Por aquél entonces reinaba en Marruecos Hassan II, figura que, durante toda su vida, gobernó Marruecos tal como Franco gobernó España: navegando con notable astucia por los procelosos mares de las intrigas palaciegas prácticamente inevitables en una monarquía árabe, logró erigirse como paladín anticomunista y llevó el país con mano de hierro, atenuada a ojos de la opinión pública internacional por una aparente estructura democrática cuya efectividad terminaba a las puertas mismas de palacio. Aun hoy, el estado de derecho marroquí se estructura tal y como lo dejó Hassan: todos los marroquíes tienen derechos siempre y cuándo no contraríen la voluntad del Rey y Comendador de los Creyentes. No se rían, nosotros estuvimos igual muuuuchos años.

Hassan II se había puesto como objetivo el Sáhara desde hacía años: en 1963 Marruecos consiguió de la ONU una declaración diciendo que el Sáhara era un territorio a ser descolonizado, lo cuál, si no le daba la razón, al menos se la quitaba a España, lo cual ya era un paso. Lo demás era, simplemente, esperar.

En 1975, a Franco le dio finalmente por morirse. Hassan II vio la oportunidad que estaba esperando y se sacó de la manga una jugada maestra de marketing político (tan maestra que no hay posibilidad de que no estuviese planeada muy de antemano): la Marcha Verde. Básicamente hizo una razzia por todos los suburbios pobres de Marruecos, pilló a todo aquél que no tuviese nada que hacer (que era mucha gente), les entregó una bandera marroquí, un Corán y un retrato del rey a cada uno, les metió en camiones, les llevó a la frontera y les dijo: hala, a conquistar el Sáhara para vuestro rey. En aquél entonces España no estaba literalmente para tontería alguna: el pilar sobre el que se sostenía todo el sistema político se estaba muriendo, y aquello era una distracción innecesaria para un país que no podía tolerar ninguna.

Así pues, España hizo exactamente lo que Hassan quería que hiciésemos: mandamos al Carlangas a El Aaiún, reunió a los legionarios y funcionarios y les dijo: "Señores, nos vamos." Y nos fuimos: una semana más tarde Arias Navarro se reunió con los ministros marroquí y mauritano y firmamos una declaración que decía, resumiendo, que España se iba del Sáhara y que entregaba las llaves a Marruecos y Mauritania para que se las repartiesen. En ningún momento España abdicaba de su soberanía sobre el Sáhara: simplemente se entregaba la "administración" del territorio.

Aquella "Declaración de Madrid" era un cachondeo hecho tarde, mal y a rastras, y con un motivo: el documento estaba firmado en Madrid, el 14 de noviembre de 1975. Aquél día y hora, S.E. el Jefe del Estado, Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España por la Gracia de Dios, estaba literalmente cagando sangre en una habitación de La Paz. De hecho estaba TAN mal hecho que ni siquiera nos dimos al trabajo de publicarlo en el BOE, por lo que, legalmente, nunca ha hecho parte de la legislación española.

Las Naciones Unidas también consideraron que aquello era un cachondeo. Y el Frente por la Liberación de Saguia-el-Hamra y Rio de Oro (Frente Polisario, abreviatura que se agradece) se pilló un rebote cojonudo. Pero no había nada que hacer: el 28 de febrero de 1976, metimos a todo el mundo en aviones o barcos, arriamos la bandera, saludamos y nos fuimos, entregando las llaves, como previsto, a los marroquíes, que se quedaron con cuatro quintos del territorio, y a los mauritanos, que se quedaron con el quinto restante (los mauritanos se dieron cuenta de que no se podían permitir ocupar un país y se fueron por pies al poco, quedándose los marroquíes con su trozo). Los funcionarios del Sáhara fueron transferidos, los profesores reconducidos, los médicos reinstalados, los coches rematriculados: todo pasó como si no hubiésemos estado nunca allí.

Inmediatamente el Polisario se echó al monte, lo que en el Sáhara viene a ser el desierto, con el patrocinio de Argelia - siempre encantada de meterle el dedo en el ojo a los marroquíes. Siguieron dieciséis años de guerra de guerrillas, y finalmente un alto el fuego, quedando las posiciones de ambas partes tal y como están hoy en día: cuatro quintas partes (toda la costa y las minas de fosfatos, mayor riqueza del Sáhara) en manos de Marruecos, para quién toda la zona es el Sur de Marruecos, y el quinto restante, mayormente arena y piedras, es la "Zona Libre", bajo el gobierno del Polisario.

Desde entonces, la ONU nos ha encargado repetidamente la responsabilidad de llevar a cabo lo que sus resoluciones nos exhortan y la propia legislación española (Ley 40/1975, de 19 de noviembre - nótese la fecha -, de Descolonización del Sáhara) aún nos obliga: tomar las medidas necesarias para la descolonización del Sáhara. Eso implica, tras el alto el fuego de 1991, convocar un referéndum de autodeterminación. Pero el referéndum nunca se hace, porque ambas partes nunca se ponen de acuerdo sobre quién debe votar. Los saharauis dicen que los únicos que deben votar son los que tenían DNI saharaui (como el español, pero bilingüe) a fecha del 15 de noviembre de 1975 y sus descendientes: los marroquíes dicen que deben votar todos los residentes en el Sáhara (incluyendo los colonos, funcionarios y militares marroquíes). Existe una misión de la ONU (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental, o, en otro agradecido acrónimo, MINURSO) que reúne a las partes dos veces al año, comprueba que siguen sin estar de acuerdo y manda a todo el mundo a casa.

Y esto no va más lejos porque, la verdad, en conflictos territoriales todo depende de los amigos que tengas. El de la República Árabe Saharaui Democrática es Argelia y, si tu mejor amigo es Argelia la verdad es que no puedes ir muy lejos. Marruecos, por otro lado, tiene siete letras que en África valen oro: Francia. En África, para ser amigo de Francia basta con hablar francés y comprar cazas Dassault (y hay que ser realmente amigo de Francia para comprar Dassault, porque son basura), y los marroquíes hacen mucho de ambas cosas; y Francia tiene más prestigio, más dinero y, lo que probablemente sea la peor contribución de Charles de Gaulle a la Humanidad, veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Si a eso le sumamos que Estados Unidos solo es capaz de ver en Marruecos un país árabe amigo que mantiene a raya a sus islamistas y vemos por qué nadie quiere hacer más de lo indispensable por los saharauis.

Y nosotros, bueno, nosotros tenemos las flotas andaluza y canaria de bajura, que depende de los caladeros marroquíes para vivir y cuya desmovilización por falta de acuerdo pesquero implicaría aumentar escandalosamente el paro en zonas donde ya ronda el 40%; tenemos las inversiones hechas en Marruecos (800 millones de euros), y, hasta éste año, teníamos el hecho de que Marruecos controlaba nuestra llave del gas, controlando los gasoductos bajo el Estrecho. (Conscientes de que una pelotera Marruecos-Argelia nos podría dejar sin gas, se ha construido un gasoducto Argelia-España bajo el mar de Alborán.). Todo esto sin hablar de Ceuta y Melilla: suena escandalosamente cínico y lo es, pero política y económicamente, lo que nos conviene más es lo que estamos haciendo: solidaridad con el Sáhara, toda la del mundo: si se ha de traer a 200 niños saharauis cada verano para que vean lo que es una piscina, se traen, pero mover un dedo para cambiar el status quo, ni hablar.

Esto cabrea a dos sectores opuestos de la sociedad: por un lado, la extrema izquierda, por razones obvias; y por otro lado, la derecha, que inspirada por el espíritu de Capitán Trueno que ha poseído a Bigotus Máximus y una insuperable voluntad de meterle el dedo en el ojo al Gobierno, ha asumido una posición profundamente ibérica y profundamente estúpida que puede resumirse en la frase "Zapatero deja que los moros se nos suban a la chepa", de innegable popularidad en las tertulias de bar. Cabría pensar que un futuro gobierno bigotista tendría que comerse sus palabras con patatas, dado que ellos, en teoría, tendrían que hacer lo mismo, pero del partido que invadió Perejil al alba y con fuerte viento de Levante me espero cualquier clase de cretinismo.

Como ya dije con respecto a las peloteras con Ceuta y Melilla del pasado agosto, Marruecos está exacerbando el nacionalismo para desviar la atención de la ciudadanía ante una sociedad en crisis, descontenta con el gobierno y privada de su más tradicional válvula de escape, la emigración. Podemos dar por sentado de que el gobierno marroquí va a saltar a la mínima que vea al gobierno español metiéndose en lo que ellos consideran "sus asuntos", lo que podría ser aún peor.

Yo quiero ayudar a la libertad del Sáhara como el que más, pero si queremos ayudar no podemos tirarnos de cabeza. Nos hemos de blindar tras las Naciones Unidas. Tenemos que convencer a Francia. Tenemos que contribuir a la democratización de Marruecos, ayudar a desmontar el poder omnímodo del rey y su corte y colaborar con quienes quieren de Marruecos una verdadera democracia. Nada de esto se hace de un día para el otro.

Pero las soluciones fáciles y erróneas son más vendibles que las sensatas y difíciles, veo. Así nos va.

Seguiremos informando.

martes, 2 de noviembre de 2010

La festa sta finendo

Seis meses después de la muerte de Federico Fellini, Silvio Berlusconi asumió por primera vez el cargo de Presidente del Consejo de Italia. Y desde entonces, hasta ahora, ha procurado vivir y actuar en el mismo espíritu dionisiaco y a la vez decadente que inspiró la obra felliniana.

Hay en el aire un aroma a fin de fiesta. La truculenta arrogancia del Cavaliere ha triunfado inspirando a la población el desprecio hacia la política, potentísimo instrumento de desmovilización social. Como recordarán, ese desprecio hacia la "política" y los "políticos", dicho de forma despectiva, es instrumento fundamental para el éxito del fascismo. (Éxito del que Franco tomó nota en su día; célebre frase del Caudillo: "Haga como yo. No se meta en política.") El problema de la derecha italiana es que Berlusconi se ha pasado tanto de rosca con sus boutades que ha atravesado la fina línea que separa a la alienación del cabreo puro y duro. Y está llegando al punto de que tiene a millones de italianos dispuestos a y, lo que es peor, que está desmovilizando a los sectores más tradicionales de su propio electorado.

Y eso sí que no: mientras fue divertido la derecha italiana abrazó el berlusconismo como si fuera suyo, pero ahora, con centenas de miles de electores católicos tradicionalistas rehuyendo las hazañas de las mil puttanas de Palazzo Chigi, el goteo se convertirá en una riada. Queda ver si la derecha italiana podrá recomponerse tras quince años de mesianismo berlusconiano; quién controlará la RAI, y sobre todo, si la izquierda italiana podrá reaccionar de una vez por todas ante su propio ombliguismo y formular una alternativa convincente.

Seguiremos informando.



Ganar porque toca

Excelente el artículo de ayer de Iñigo Sáenz de Ugarte, que nos descubre que la única parte de "hacer lo que hizo Cameron en Reino Unido" que Rajoy parece comprender es la de "derrotar en las elecciones a un líder socialdemócrata impopular y discutido sin necesidad de abrir la boca".

Muy buen ejemplo, Mariano. Para empezar, porque aun siendo Gordon Brown muchísimo menos popular que Zapatero, aun con las encuestas dándole como virtual triunfador desde dos años antes, aun en una situación de crisis económica galopante, tanto o más que aquí, el hombre va y no consigue sacar mayoría absoluta ¡en Gran Bretaña! Les recuerdo: Barbas Man aquí solo podrá gobernar si entre el PP y Rosita la Pastelera sacan más de 176 votos: el bigotismo se ha parapetado de forma tan evidente en su centralismo neojacobino que han conseguido pelearse incluso con los nacionalismos más adaptativos de España: el navarro y el canario.

Lo triste de todo ésto es que la desmovilización de la izquierda española - al fin y al cabo, el objetivo mayor del bigotismo - es tan grande y pervasiva que, a través de la demostrada técnica de la inacción, el PP pretende ganar porque toca, ganar porque sí, y hay mucha gente dispuesta a dejarles hacer. No me cuenten entre ellos.

Seguiremos informando.


Mi 31 de octubre particular (y 3)

Bueno, ya pasaron las elecciones, ya cumplí con mis obligaciones, Dilma Rousseff fue elegida para la presidencia de la República Federativa de Brasil con 55 millones de votos, entre ellos el mío: la pregunta aquí es ¿y ahora qué?

Pues ese es el asunto: por ahora nada, salvo el debate lingüistico: ¿es "presidente" o "presidenta"? En portugués brasileño, presidenta queda bastante feo - y allí no tienen una RAE para que confirme qué es correcto. Pero aparte, las políticas actuales se mantendrán y supongo que hasta algunos ministros seguirán en el cargo.

El reto principal del gobierno Rousseff, a mi entender, es mejorar las infraestructuras del país. Y, sí, eso también tiene que ver con reducir la pobreza y el hambre: dado que la inmensa mayoría de la producción agrícola se mueve por (malas) carreteras, cada kilómetro de carretera bacheada, cerrada o inexistente es comida que se echa a perder, amén de productos manufacturados más caros, como textiles o medicinas. Mejorar la red de carreteras, construir o reparar los ferrocarriles que faltan, reformar los aeropuertos (el aeropuerto de São Paulo está prácticamente sin reformar desde su inauguración hace 25 años y se nota en cada esquina). Sin buenas infraestructuras el desarrollo de Brasil queda estrangulado en la raíz. El Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), la respuesta del gobierno Lula a la crisis y - según el propio Lula - criatura de la nueva presidenta - se está dedicando y se dedica precisamente a eso: a la mejora de las infraestructuras.

Igualmente, el nuevo gobierno deberá ocuparse de que salgan bien los proyectos de "prestigio", a saber, el mundial de fúmborl de 2014 y la olimpiada de Río de 2016. Eso implica, aparte del gasto en estadios (que aunque colaboren los clubes de fúmbo va a ser más que nada un gasto estatal) un gasto en infraestructuras extra, en especial la LAV Campinas - São Paulo - Rio de Janeiro.

Todo ésto me recuerda al "otro" presidente brasileño de origen eslavo, Juscelino Kubitschek, cuyo padre era checo. Durante su mandato (1956-1960) Brasil desarrolló una industria automovilística, se desarrollaron redes de carreteras y se construyó Brasilia. Por otro lado, la corrupción estuvo jovialmente presente durante todo el gobierno, y se emitió tanta moneda que se inició una espiral inflacionaria de la cuál Brasil tardó treinta años en salir. En todo caso el mandato de JK se recuerda con nostalgia - en parte por la sensación de que Brasil estaba al yendo hacia algún sitio, en parte por el Mundial de fúmbo, en parte por el inmenso magnetismo personal del presidente.

Supongo que el gobierno Rousseff será así, sin el magnetismo personal (por Dios, que mujer más siesa) y con más prudencia fiscal, quizás. Todo está por ver.

Seguiremos informando.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Un gobierno para jugar

Los cambios en el Gobierno presentados hoy tienen, a mi entender, un objetivo definido: dar juego en las elecciones de 2012. Eso deja claro que Zapatero no se rinde y no da las elecciones del 2012 por perdidas, aunque el mejor de los casos, tal y como están las cosas, sería que la suma de los diputados del PP y UPyDance no llegase a 176. El gobierno que surge hoy está específicamente diseñado para que eso ocurra: es un gobierno de campaña.

Y como gobierno de campaña que es, suelta lastre: los ministerios de Vivienda e Igualdad, sobre los cuáles ya reclamé en su día, desaparecen subsumidos en Fomento y Sanidad, respectivamente. El ministerio de Vivienda desaparece porque ahora mismo es más problemático vender viviendas que comprarlas, y el ministerio de Igualdad desaparece para dejar de darle argumentos idiotas a la derecha.

La noticia en todas las portadas es que Zapatero cambia de Poli Malo. Hasta ahora, ese trabajo correspondía a María Teresa Fernández de la Vega, a la que se le compensa con un mullidísimo sillón en Mayor, 88, pero visto lo que viene por delante se ha decidido poner en su lugar a Alfredo Pérez Rubalcaba, Chemical Al, al que le llevan tirando mierda encima una buena docena de años. Que siga manteniendo su sentido del humor aún después de todo lo que ha pasado le da todos los puntos que necesita para ser el wrestler político del presidente, cosa más que necesaria en los tiempos que corren.

Seguiremos informando.

lunes, 18 de octubre de 2010

Perder por querer ganar

Cuesta no ver en las declaraciones de Arnaldo Otegi un enésimo intento de depurar su imagen y la de la izquierda abertzale antes de las municipales. Escama, por ejemplo, que la entrevista en cuestión se la haya concedido a El País antes que a Gara. Eso deja bastante claro, a mi entender, que Otegi habla más para la izquierda española en general que para la izquierda abertzale en particular. Y ésto es así porque Otegi intenta pasar la imagen de que Batasuna sigue viva e íntegra tras su persona, pero los liderazgos no suelen pasar indiscutidos si tu líder está en el talego (salvo que seas Nelson Mandela, pero aquí el amigo no lo es). Puede que en Madrid Otegi siga pareciendo el coco malo, la cara de ETA, pero he de suponer que in situ la izquierda abertzale está lejos de ser un monolito. Al fin y al cabo, estamos hablando de militantes de izquierdas, gente que por principios está más que dispuesta a sacarse una discusión de donde no la había - y lo digo por experiencia propia.

El Gobierno se ha sacado la respuesta de siempre: no se vuelve a hablar hasta que se dejen las armas en la puerta, donde las podamos ver. Hasta ahí, bien. Pero eso desencadena una serie de preguntas para las que no tenemos respuesta.

Preguntas que derivan del hecho de nunca nos hemos parado a pensar en qué hacer si ETA deja las armas de una vez y para siempre. Bueno, hay gente que sí: me imagino que el día después de la entrega de las armas, el Casco Viejo de San Sebastián va a estar abarrotado de militantes del PP y del PSOE entregados al noble arte del txikiteo. Pero no estoy hablando de eso.

El problema, como ya dije el otro día, es conseguir integrar en el sistema democrático a la supraestructura nacionalista. Ser un demócrata de verdad consiste en asumir que puedes ser gobernado por gente a la que desprecias - y lo haces porque crees que puedes hacer que alguien lo haga mejor, incluso tú. Eso implica que la tarea primordial aquí es extraer el componente que volatiliza ese pilar fundamental del sistema: el odio cerril, el componente que mata y que mutila. Y eso implica tolerancia por ambas partes, implica que el hombre al que querías matar y el hombre que te quería matar van a estar contigo en en el mismo pueblo, en la misma calle, en el mismo bar, y en vez de salir y resolverlo a hostias vas a tener que respirar hondo, tragar quina y tomarte tu vino y comerte tu pintxo.

¿Existe esa voluntad? ¿Existe de verdad la voluntad de paz? Me temo que, gracias a actores tan destacados como Mayor Oreja y Rosita la Pastelera, no la hay, y no la hay por nuestra parte. Vemos la derrota de ETA, y la queremos. Queremos victoria, queremos la cabeza de Josu Ternera en una estaca, queremos regodearnos y pasear por la GI-131 con el coche a todo gas ondeando banderas bicolores. El bigotismo y el circo fucsia ven réditos electorales en nuestra hubris y van a hacer lo que puedan para alimentarla: nada más que ver la respuesta de Rosita a la entrevista con Otegi, de qué es ésto de que se pueda entrevistar a un español y publicarlo en los periódicos. E incluso mi propio partido se acobarda de la coherencia, temiendo ser derrotados en la "firmeza contra el terrorismo".

Queremos ganar. Ellos también. Ellos se están dando cuenta de que nadie puede ganar ya desde hace mucho. ¿Y nosotros?

Seguiremos informando.

lunes, 11 de octubre de 2010

El loco del pelo raro

Ahora no hay más que abrir Foreign Policy o The Economist para encontrar preocupados artículos sobre la ascensión de Geert Wilders, intentando explicar quien es, qué hace y qué pretende.

Aprovecho ésta oportunidad para hacer un poco de autobombo y recordarles a los que sean relativamente nuevos aquí – es decir, que no hayan conocido ninguno de mis dos blogs anteriores – que llevo escribiendo sobre Wilders prácticamente desde que abrí mi primer blog, en 2005. En aquellos tiempos vivía en Rotterdam, y el tema de los allochtonen (literalmente, lo opuesto a autóctonos) inundaba día sí, día también los kioscos de prensa y las noticias de los telediarios.

Varios políticos de aquél entonces competían entre sí para ver quién era más duro con los inmigrantes. Pim Fortuyn y su pirotécnico movimiento había dejado bien claro que había un filón de votos entre las clases medias bajas si se jugaba con sus miedos más primarios, así que con su muerte, un número no pequeño de políticos movieron ficha para intentar erigirse como su sucesor. Entre los nombres que recuerdo estaban los de la ministra de Integración e Inmigración, Rita Verdonk; el líder del partido Rotterdam Habitable, un sujeto llamado Marco Pastors, y el propio Geert Wilders.

En mi opinión, el triunfo final de Wilders deriva de que, demonizando al Islam y no a los musulmanes, ofrece al electorado un racismo light, más digestible para el electorado. Pero lo que lo hace más vendible lo hace igualmente más peligroso: abstrayendo aún más al enemigo, uno evita que la convivencia cree excepciones (uno no puede odiar a Mehmet, el del curro; o a Salim, el de la pescadería; o a Fatiye, la de la facultad) y todo el mundo musulmán, independientemente de raza, color o sexo, es peligroso y antiholandés.

Antes de Wilders, la idea del Islam como enemigo – y no los inmigrantes – la empezó a mover Ayaan Hirsi Ali. Hirsi Ali había nacido en Somalia - con todas las terribles consecuencias que uno puede imaginarse – y había pasado por una serie de peripecias hasta acabar en los Países Bajos, donde acabó licenciándose en la Universidad y en la Segunda Cámara (la cámara baja) como diputada laborista. Pasados unos años, Hirsi Ali empezó a condensar su (razonado) resentimiento en un programa político: siendo como era mujer y negra, adoptar una política abiertamente racista no la llevaría muy lejos; así que adoptó la idea de que el Islam era el enemigo, idea rápidamente adoptada por otro parlamentario, éste liberal del VVD: Geert Wilders. Los dos, fuera de sus respectivos partidos, se convirtieron en una suerte de parias en el Parlamento, lo cuál sirvió para acercarlos ideológicamente, amén de alimentar su imagen de outsiders.

Las cosas se empezaron a poner feas cuando en 2004 se estrenó un corto con guión de Hirsi Ali, “Sumisión”, una suerte de videoarte en el cuál se intentaba mostrar gráficamente la opresión de la mujer en el Islam: pasados unos días de su estreno en la televisión pública, un holandés de origen marroquí apuñalaba con un punzón al director del corto, Theo van Gogh, en plena calle. El país, conmocionado, entró en pánico ante el “peligro musulmán” en cada esquina. Hirsi Ali y Wilders pasaron a vivir bajo protección oficial.

El liderazgo ideológico de Hirsi Ali se fue al traste cuando un documental de la televisión pública reveló que había mentido en su solicitud de asilo, por lo que según la ley – ley que ella misma ayudó a endurecer – no tenía siquiera la nacionalidad neerlandesa. Esa misma semana renunció a su escaño en el Parlamento y se fue a vivir a Nueva York, a trabajar en un think tank ultra. Wilders se quedó.

Lo cuál nos lleva a la siguiente pregunta: ¿por qué la ascensión de los ultraderechismos como el del Wilders en Europa Occidental? Creo haber escrito sobre el tema tras la muerte de Jörg Haider.

Los nuevos ultraderechismos, salvo quizás el húngaro, abjuran del matonismo skin-head que ha sido prácticamente sinónimo de ultraderecha durante los últimos treinta años. Los llevan gente joven y con estudios, cuyo mensaje es simple y atractivo: pagamos demasiados impuestos; la inmigración implica crimen y gasto público; los políticos de siempre están corruptos; aquí nadie ha de ayudar a nadie; que cada cuál se las arregle como pueda. Como no ceso de repetir, vivimos tiempos confusos, el mundo cambia de escala, la política tal y como la hemos conocido hasta ahora está en un callejón del cuál no puede salir sino hacia afuera, y la gente busca respuestas sencillas, aunque estén equivocadas.

Y es necesario reaccionar. Pero ya.

domingo, 10 de octubre de 2010

Maldita democracia

Conociendo como conocen ustedes mis vicios, probablemente esperen de mí en un mediodía de domingo como éste una reseña de la apoteosis de Kim Nieto de ayer en Pyongyang. Y aunque el Jovencito Líder tenga toda la pinta de ser una infinita fuente de macabra risión - una suerte de Paquirrín pero con armas nucleares - he leído hoy un artículo en la BBC que me ha llamado mucho la atención por su importancia geopolítica - y aquí, naturalmente, nadie le va a hacer caso hasta que estalle.

Egipto. El país árabe más poblado (que no musulmán: ese es Indonesia), es, desde hace décadas, la "democracia" modelo que Occidente desea ver en el mundo árabe. Los tiempos de Nasser, el egipcio más famoso del mundo hasta que Omar Sharif decidió hacer de ruso, han quedado muy atrás: si en los años 50 y 60 Egipto era el metebullas de Oriente Próximo, desde hace 30 años el principal mérito de Egipto ha sido el no hacer ruido en la región que más sale en las noticias. Dos fueron los motivos para la pacificación egipcia: primero, la convicción, obtenida por las malas, de que aun sacrificando a decenas de miles de soldados egipcios en pleno desierto, con los israelíes no se puede; segundo, la ascensión de Libia como metebullas oficial - conociendo las ganas del coronel Gaddafi de obtener más desierto para su país, Anuar el Sadat decidió que la mejor idea era llevarse bien con los americanos, aunque eso implicase llevarse bien con los israelíes. Así pues, Sadat fue a la Knesset, firmó Camp David, y fue premiado por su ejército con un desfile en su homenaje, con fuego real y todo.

Sucedió a Sadat su vicepresidente, un hombre pasmosamente lechón llamado Hosni Mubarak, que desde entonces ha seguido a rajatabla la receta ofrecida por Washington para la estabilidad política en un país "volátil" como Egipto: en política interior, gobernar a través de la corrupción y el fraude, procurando no exagerar, y en política exterior, hacer exactamente lo que le digan desde Washington. Es una receta exportada con bastante éxito: es en lo que se ha convertido la Autoridad Palestina bajo Al-Fatah, y en lo que se está convirtiendo Irak bajo la coalición de paniaguados que, mal que bien, se ha logrado juntar. Esa estabilidad es la que permite a Egipto, mal que bien, prosperar: los turistas llenan Sharm-el-Sheik y Giza todo el año, fuente de bienvenidas divisas para un país que, sin ellos, sólo exportaría dátiles. Y si a cambio hay que prestarle a Obama una salita para que hable a todos los árabes, pues adelante.

Hasta ahora el régimen del Partido Nacional Democrático (suprema ironía) se ha perpetuado sin demasiados sobresaltos, máxime cuándo Mubarak ha conseguido pasar en Occidente la idea de que su única oposición son los Hermanos Musulmanes, la asociación islamista más antigua en existencia (fundada en 1928).

Pero ahora la cosa se complica: primero, porque Mubarak ya está yayo (a pesar de los competentes liftings aplicados a su rostro, los 82 años se notan) y aunque ya tiene sustituto, su propio hijo menor, Gamal (dentro de la bella tradición de los Assad y los Kim), la sucesión puede no ser del todo estable, y segundo, la oposición ha conseguido articularse gracias al fichaje de una figura de peso: Mohamed El-Baradei, ex-director general de la Agencia Internacional para la Energía Atómica, y Premio Nobel de la Paz. Por su oposición manifiesta al aquelarre de Bush con respecto a las armas de destrucción masiva, su prestigio es considerable, tanto en el mundo árabe como en Occidente. La presencia de El Baradei en las elecciones abre un conflicto considerable en las potencias occidentales. Obviamente, deseamos que El Baradei tenga posibilidades de ganar las elecciones, al fin y al cabo es un Premio Nobel, una figura de prestigio internacional, un tipo sensato con gafas y bigotín. Pero para que pueda ganar, las elecciones en Egipto deberían ser democráticas en serio - y eso implica que los Hermanos Musulmanes sacarían una inconmensurable tajada parlamentaria.

Volvemos al mismo conundro que tenemos en Palestina o Irak: Occidente quiere que los países árabes sean democráticos, siempre y cuándo ganen los que nosotros queremos. Las elecciones egipcias, que no están lejos, serán un episodio interesante. Y desde aquí, naturalmente...

Seguiremos informando.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Mi 31 de octubre particular (2)

Todos habrán leído en los periódicos el caso del payaso Tiririca. Tiririca se hizo famoso hace unos diez años por una canción llamada "Florentina", la clase de tema musical compuesta para matar el aburrimiento a través del probar la paciencia tanto del cantante como de sus oyentes (un equivalente ibérico sería la inmortal "Un elefante se balanceaba"). El domingo pasado Tiririca, con el slogan "Pior que tá não fica" (traducido literalmente "Peor de lo que está no se va a poner") fue elegido miembro de la Cámara brasileña de Diputados por São Paulo por asombrosos 1.300.000 votos y será sometido a una prueba de alfabetización para poder asumir su cargo. Éste caso, como el de Romario, nos hace ver que los brasileños no se toman demasiado en serio las elecciones al Congreso, pero, ¿por qué se presenta ésta clase de gente a las elecciones?

Empezamos a encontrar la respuesta al ver la adscripción partidaria de los candidatos. Uno se esperaría que Tiririca se hubiese presentado como independiente, o como máximo, por un supuesto Partido Payasista Brasileño. Sin embargo, Tiririca se ha presentado por el pequeño Partido de la República, miembro, muy menor, de la coalición de Gobierno. Igualmente Romario se ha presentado por el relativamente serio Partido Socialista Brasileño (miembro, igualmente, de la coalición de gobierno) y no por el Partido de la Farra Futbolera. Igualmente, ni Tiririca ni Romario han podido presentarse como independientes porque esa figura no existe en la legislación electoral brasileña: todos los candidatos deben serlo de un partido.

Y aquí empieza una parrafada friki-politológica.

La explicación deriva del sistema electoral brasileño: es un sistema proporcional D'Hondt, como el español, pero con listas abiertas. Lo que significa que los votos pueden ir al candidato, pero, al igual que aquí, los escaños van al partido. El procedimiento es éste: al terminar el recuento se suman todos los votos de todos los candidatos de un partido o coalición. Esas cifras son las que asignan los escaños que le corresponden a cada partido o coalición. Una vez asignados los escaños, los diputados que ocuparán esos escaños se asignan conforme al número de votos obtenidos.

Ésto hace que, si uno presenta un candidato con tirón suficiente, éste puede obtener suficientes votos como para "tirar" de la lista del partido o de la coalición como para elegir cuatro o cinco diputados más, sobre todo en una circunscripción grande como São Paulo.

Por ejemplo, el candidato Vanderlei Macris obtuvo 111.530 votos por São Paulo, pero no fue elegido. Cuatro diputados de la coalición de Tiririca obtuvieron menos votos que él (el que menos, 93.300, casi 20.000 votos menos) y, sin embargo, fueron elegidos. Paulinho da Força, uno de los líderes del sindicato de derechas más importante (Força Sindical) obtuvo 267.000 votos, los suficientes para que un candidato de su lista, que obtuvo míseros 42.000 (casi un tercio de los votos de Macris) se quedase con el último escaño en liza.

La presentación de candidatos famosillos al Congreso no responde únicamente, por lo tanto, a un deseo de épater, sino a una estudiada estrategia electoral. Pena de los que crean que votando a Tiririca denuncian al sistema...pues sólo contribuyen a su preservación.

Seguiremos informando.

martes, 5 de octubre de 2010

Mi 31 de octubre particular (1)

Exulta la prensa de São Paulo con el resultado de las elecciones del domingo. Toda ella alineada a favor del ex-gobernador del Estado y candidato presidencial de la oposición, José Serra, considera un buen augurio que a Dilma Rousseff le faltasen 5 millones de votos para ser elegida presidenta en la primera vuelta. Para ellos, el hecho de el Partido Verde, un partido de gente con suficiente dinero como para poder preocuparse con la ecología y no con el comer, haya logrado 20 millones de votos, es lo bastante como para desautorizar la popularidad de Lula y dar nuevas posibilidades a la candidatura de Serra.

Como dicen en mi pueblo, que vayan sacando al caballo de la lluvia: si a Rousseff le basta con obtener una cuarta parte de los votantes de Marina Silva para ser presidenta, Serra necesitaría quince millones de votos más para salvar los quince puntos de distancia que Dilma Rousseff le ha sacado. Y por más que los neo-hippies del Partido Verde digan que los resultados de Marina Silva son responsabilidad del partido, las pruebas en contra son concluyentes: nada más que ver los resultados de su líder fundacional y héroe, Fernando Gabeira, en las elecciones al gobierno del Estado de Río de Janeiro: masacrado (61% contra 15%) contra el candidato (sigh) del gobierno, Sérgio Cabral.

¿Por qué Marina Silva ha logrado esos 20 millones de votos? Me gustaría decir que ha sido por una súbita consciencia ecológica por parte de mis compatriotas, pero creo que no. Igualmente cabría la posibilidad de que su historia de vida haya conmovido y atraído al electorado, pero tampoco creo que haya sido por eso. La respuesta más probable, por desgracia, haya sido que Marina Silva haya sido la candidata más coherentemente evangélica (léase protestante) de los que se presentaban.

El ascenso del protestantismo en Brasil es un fenómeno que ha venido parejo con la ascensión de una nueva clase media. Un paseo en autobús cualquier domingo por la mañana en Brasil permite ver a gente, vestida pobre pero formalmente, llenando los asientos leyendo la Biblia o algún tratado religioso. El mercado de la música evangélica está en constante ascenso y llena estadios. La tercera cadena de televisión más grande del país (y la única con presencia en Digital +) es propiedad de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Obviamente, el crecimiento furibundo del evangelismo brasileño ha permitido el enriquecimiento masivo de los listos de siempre (como los fundadores de la Iglesia Renacer en Cristo - famosa por ser la del fumbolista Kaká - que literalmente tienen unos asuntos que los retienen en Miami). Pero, en todo caso, su crecimiento les ha hecho convertirse en una fuerza social, económica y política a tener en cuenta.

A pesar de mis pesimistas predicciones, Romario no salió el candidato más votado en Rio de Janeiro. El ganador fue Anthony Garotinho, ex-gobernador del Estado y evangélico militante, con casi el doble de votos que el segundo. En el estado de Goiás, el ascenso de un candidato evangélico ha obligado a una segunda vuelta y ha lanzado a los dos candidatos restantes a cortejar descaradamente el voto de los aleluyas.

Y, en consecuencia, la derecha se ha lanzado en masa a cortejar a los evangélicos para llevarse el trozo del león de los votos a Marina Silva. Y, lo que es peor, ésta acción ha obligado a la izquierda a intentar entrar en el mercado evangélico. El resultado final es una deriva hacia la derecha de la política social de consecuencias nefastas. La descriminalización del aborto, uno de los objetivos primarios de la primera presidenta mujer de Brasil, probablemente irá al cubo de la basura. De la legalización del matrimonio gay, ya permitida en Argentina, ni hablamos.

En suma, por los unos o por los otros, otra vez Dios metiéndose en lo que es del César. Justo lo que dijo Jesús, vamos.

Seguiremos informando.

lunes, 4 de octubre de 2010

He's toxic

María Dolores de Cospedal, en rueda de prensa, considera que las primarias de Madrid suponen una desautorización de José Luis Rodríguez Zapatero y, en un divertido ejercicio de wishful thinking, solicita al PSOE que convoque elecciones anticipadas. El bigotismo tiene éstas cosas: dado que su partido ha insultado a demasiada gente como para conseguir pasar una moción de censura así le maten, su única posibilidad de conseguir elecciones anticipadas es "exigiéndolo". Jo, qué gente.

La regla número 1 ahora mismo para cualquier candidato socialista con aspiraciones es alejarse lo más posible del federal (entiéndase, de la dirección central del partido) en general y de José Luis Rodríguez Zapatero en particular. El Presidente del Gobierno ahora mismo está verboten, es tóxico, asediado por la impopularidad por todos lados, con un margen de acción equivalente a cero coma. Es absolutamente lógico que, con el bigotismo reventando las encuestas del CIS, los candidatos que quieran tener alguna posibilidad en las próximas elecciones deben erigirse en figuras, aparentemente, de oposición al Presidente del Gobierno.

Y ese es el gran triunfo de éstas primarias: el dar una visibilidad extra a candidatos del PSOE que, no nos engañemos, si estuviesen respaldados por el aparato del partido estarían condenados a perder - los ciudadanos, según todas las encuestas, están dispuestos a darle un buen leñazo al Ejecutivo en las urnas. Haciéndose, por obra y gracia de la democracia interna, una especie de oposición "light", ganan la posibilidad de ganar votos de los ciudadanos indecisos que puedan estar hartos de las corruptelas y la truculencia de su respectivo gobierno bigotista, pero que, al mismo tiempo, estén cabreados con José Luis Rodríguez Zapatero y su (aparente) implosión de cualquier coherencia política.

En Madrid, precisamente, el PP puede verse en el apuro de volver a meter en la botella el genio que contribuyó a sacar. Gran parte del éxito de cualquier cacique se basa en ningunear a la oposición: y como ya he dicho en más de una ocasión, el fracaso del PSM era, sobre todo, el no lograr salir nunca de la página 4 de la sección de Local de los periódicos. Ésta vez no: con la prensa de derechas oliendo sangre en las primarias, han ofrecido a Tomás Gómez, gratis et amore, más cobertura informativa en éstos últimos tres meses que en sus tres años anteriores de mandato. Por lo que he llegado a leer en la prensa, hasta Telemadrid ha ofrecido en directo las ruedas de prensa de Tomás Gómez, cuando anteriormente sus intervenciones en el Telenoticias no solían pasar de los seis segundos. Queda ver ahora como se las arreglarán para volver a ningunear a alguien al que han estado jaleando como ariete durante tres largos meses.

Ahora llega la hora de la verdad: empieza la larga campaña para descabalgar a Esperanza Aguirre y sus secuaces del gobierno de la Comunidad de Madrid. Lo único que Tomás Gómez tiene que pedirle a Ferraz es algo muy sencillo: no nos ayudéis.

El resto, depende de él. Y de nosotros.

Seguiremos informando.

domingo, 3 de octubre de 2010

Mi 3 de octubre particular (y 3)

Pues ya estoy de vuelta, tras una aparatosa y fascinante semana larga en Berlín y un par de días inmerso en un inmenso vicio al SimCity 4 (en videojuegos, me va lo retro)

Como dije, ésta mañana me levanté temprano (ay) y tiré de metro hasta la Casa do Brasil, el colegio mayor brasileño en la Ciudad Universitaria (ejemplo de libro de la arquitectura "Satán es mi Señor") Me esperaba encontrarme largas filas de conciudadanos inmersos en su deber cívico, pero naturalmente no había nadie (eran las nueve y media de la mañana) y creo haber sido el primero en presentarme en la mesa electoral 570: los interventores me trataron como al hijo que hace días que no ven. (La presidenta de mesa hasta dijo "Thiago. Qué bonito nombre.")

Votar, en Brasil, implica acercarse a una suerte de cajero automático tal que asín:


y marcar el número del candidato al que desea uno votar. Como ya dije antes, yo como residente en el extranjero solo voto al presidente, pero el brasileño medio tiene que marcar cinco números: presidente, gobernador de su estado, diputado federal, senador y diputado de la asamblea legislativa provincial. Y, por desgracia, en la mayoría de los casos solo llega frente a la urna con sólo un par de esos números en la cabeza. Es por eso que, para alegría de mis amigos, probablemente Romario será elegido diputado federal hoy mismo.

Y, al contrario de todo lo que me dicta el sentido común, que prefiere que las elecciones se decidan en la primera vuelta (para no tener que volver a levantarme temprano dentro de tres domingos), en lugar de votar al 13 de la gran favorita, la candidata del Partido de los Trabajadores, Dilma Rousseff, preferí votar al 43 de la candidata del Partido Verde, Marina Silva.

Por una parte, la decisión viene de un aprecio personal por la candidata. Al igual que Lula, salió de una infancia miserable hasta decir basta (nació en una familia de caucheros en Acre, el estado más al oeste de Brasil, el único con su propio huso horario, más cerca de Lima que de São Paulo) y con muchísimo esfuerzo (aprendió a leer a los quince años) se convirtió en licenciada universitaria y profesora de secundaria. Naturalmente el nuevo puesto le acercó a los sindicatos, y en Acre, eso implicaba conocer a Chico Mendes, líder del sindicato de caucheros (famoso después por un tema de Maná que no sé cuál es porque todos son iguales), y a involucrarse en la defensa de la Amazonía. Cuándo a Chico Mendes le pegaron dos tiros por orden de un ranchero, fue ella la que tomó el liderazgo simbólico de la defensa de la Amazonía a ojos de los brasileños. Nombrada ministra de Medio Ambiente en el primer gobierno de Lula, dimitió después de que el gobierno cediese a las presiones de la industria y la descabalgase de la gestión del Plan Amazonía Sostenible. Entre los que presionaron por un punto de vista más cercano a los intereses industriales estaba la entonces ministra de Minería y Energía, Dilma Rousseff.

No tengo ningún problema con Dilma Rousseff: de hecho, creo que será una excelente presidenta (¡la primera mujer!) y que Brasil seguirá tirando adelante. Puede que hasta, por fin, Brasil deje de ser el país del futuro que siempre ha sido y llegue al futuro de una santa vez. Dilma Rousseff está donde está, y será, más que probablemente, presidenta de Brasil, por su gestión en el ministerio de Minería y Energía. Fue cuando estaba a cargo de la cartera que Brasil alcanzó el sueño más dorado del nacionalismo brasileño: la autosuficiencia en petróleo. Solo ese logro la catapultó al Ministerio de la Presidencia y, de ahí, a la candidatura presidencial.

Pero mi preocupación es que se estén repitiendo los mismos errores del primer "milagro brasileño" (1971-1975). Mientras que Dilma Rousseff estaba siendo torturada físicamente por la dictadura militar, ésta ganaba popularidad cabalgando en una ola de desarrollismo sin par, haciendo megaproyectos, como el puente entre Río y Niterói, la carretera Río-Santos, la carretera Transamazónica y megaestadios de fúmbo a lo largo y ancho del país. Todo ésto se hizo sin ningún respeto al medio ambiente, por supuesto. Nada debería colocarse en el camino del desarrollo económico. Un ministro llegó a declarar: "Tenemos mucho sitio para contaminar. Deberemos aprovechar ésto, porque si no contaminamos nosotros, alguien lo hará."

Ahora, treinta años después, estamos igual, con megaproyectos por todas partes: TAV Río-São Paulo, nuevo aeropuerto de São Paulo, estadios de fúmbo a lo largo y ancho del país (hay cosas que nunca cambiarán) y un desprecio similar por el medio ambiente en aras del desarrollo. La visión dorada de la autosuficiencia en petróleo no deja pensar en el impacto ambiental de todo el tinglado en la fachada atlántica del país, y así con todo.

Yo no estoy en contra del desarrollo para salvar a la vaca del valle del Jequitinhonha ni mucho menos. Pero sí quiero, con mi voto, dar un toque de atención al nuevo gobierno Rousseff para que se comporte con sensatez y que no cometa los mismos errores que cometió la dictadura que tanto mal hizo al país.

Y si tengo que volver a votar dentro de tres semanas, que así sea.

Ah, sí, los otros candidatos. José Serra, el candidato de la oposición, es un tipo brillante, que pasó la mitad de su juventud exiliado y que ha sido, posiblemente, el mejor ministro de Sanidad que ha tenido Brasil. El problema que tiene se llama Demócratas. Los Demócratas (así, sin más) son el mayor partido de la oposición, pero su imagen está tan mancillada por ser el partido de las oligarquías rurales y de toda esa caterva que gobierna el país desde siempre, que prescinde de presentar candidatos propios y se escuda tras el PSDB, un partido ligeramente más pequeño y algo más de izquierdas, formado por toda la intelectualidad que no se pasó al PT en los 80. Así pues, el PSDB pone los candidatos (gente inteligente y capaz) y los Democratas ponen los vices. En el caso de Serra su candidato a vicepresidente es un sujeto con el increíble nombre de Índio da Costa, que empezó su campaña en quinta, declarando que "los objetivos de Lula y las FARC son los mismos." Nuff' said. Es por eso que, por mucho que admire a Serra, no pueda darle su apoyo.

El último en discordia, Plínio de Arruda Sampaio, representa al Partido Socialismo y Libertad, que aglomera todo lo que está a la izquierda de Lula, incluyendo un bocado razonable del propio PT, que abandonó el partido acusando a Lula de traición: el propio Arruda entre ellos. Una congregación de freaks bandiera rossa de la vieja guardia, podrán llamarme la atención en el momento en el que dejen de vivir en 1987.

Y ahora, a esperar los resultados. La ventaja del cajero éste es que permite saber los resultados casi enseguida; el problema es que, cuándo se sepan, probablemente estaré durmiendo.

Seguiremos informando.

domingo, 19 de septiembre de 2010

This Pope means Business

En tiempos de crisis, los negocios con problemas tienen, generalmente, dos opciones: o intentar expandirse abriendo nuevos mercados, lo que siempre es caro y aventuroso, o entonces saquear ostensivamente la clientela de la competencia. Podemos ver ésto en la insoportable tortura a la que el ciudadano medio es sometido por los comerciales de Telefónica, pobres hombres y mujeres que pasan turnos larguísimos en un call-center en el Norte de Argentina sólo para que yo les mande al cuerno de la forma más firme y delicada posible.

El Benedicto Ratzinger está trabajando para seguir las dos líneas de negocio a la vez, pero como China aún no se ha abierto al mercado religioso global - el Partido no quiere rivalidades en lo sobrenatural - ha decidido que la mejor manera de ampliar negocio es meter las dos manos en la miel de los competidores. Y el competidor más tocado por la crisis, ahora mismo, es la Iglesia Anglicana.

La iglesia anglicana, o, como se la llama fuera de Inglaterra, episcopal - es decir, protestantismo con obispos - está sumergida en la que probablemente es la crisis más grande de sus casi 500 años de historia. Deriva del hecho de que mientras la mayoría de diócesis estadounidenses, y en menor medida, la Iglesia de Inglaterra (que al estar bajo la protección formal del Estado, está centralizada), están sumergidas en un proceso de puesta al día inmenso y comprehensivo (incluyendo, por ejemplo, la ordenación de mujeres y gays como obispos) las iglesias menores, de adscripción formalmente anglicana, que dominan en gran parte de África Meridional y Oriental y el Caribe, ven éste proceso como un pecado horrendo y una traición al cristianismo. Naturalmente, la Iglesia Católica, siempre interesada en sacar tajada en el Tercer Mundo - el único sitio donde el negocio sigue creciendo - ve en ésta crisis la oportunidad de llamar la atención de éstas iglesias menores y atraerlas hacia una adscripción romana donde puedan seguir manteniendo su extremismo ultra en paz.

El bocado afrocaribeño es la tajada más importante que Ratzinger Z quiere sacar de su cortejo hacia los anglicanos, pero no es la única. El viaje al Reino Unido tiene también una intención poco disimulada de cismar la Iglesia de Inglaterra a su favor.

Durante la época victoriana, el ascenso del racionalismo y el socialismo alteró los cimientos de la antaño monolítica Iglesia de Inglaterra. Las clases medias burguesas abandonaban en masa los templos anglicanos para marcharse al seno de los presbiterianos o los metodistas, aumentando el peso dentro de la Iglesia de Inglaterra de una congregación aristocrática y profundamente conservadora. Y lo que es peor, el catolicismo empezaba a ganar peso entre un sector de la intelectualidad británica, considerada como una fuente de valores místicos y morales dentro del antirracionalismo que empezó a ser sinónimo de conservadurismo en la época.

La combinación de ambas tendencias aumentó la diferenciación dentro del anglicanismo entre la llamada "gran iglesia" ("high church") de rituales, liturgia y teología elaboradas y prácticamente católicas, y la llamada "iglesia amplia" ("broad church"), con un ritual más simplificado y llano destinado a atraer al mayor número de fieles posibles. Obviamente, la "high church" era la iglesia de la aristocracia y el poder, y dentro de la Iglesia Anglicana fue la tendencia, si no mayoritaria, sí dominante.

A partir de los años 70, sin embargo, la Iglesia de Inglaterra, con los aires del Concilio Vaticano II soplándoles en la espalda, decidieron tirar por la liberalización. Pero mientras que en la Iglesia Católica el proceso de aggiornamento se cortó en seco por la Segunda Contrarreforma wojtylo-ratzingeriana que estamos viviendo, en la Iglesia de Inglaterra tiró aún más lejos, y no da visos de querer parar. Obviamente, todas éstas modernidades son vistas con horror por los de la "Gran Iglesia".

Y es ahí donde Roma quiere pescar. Los "high-churchers" no son demasiados cuantitativamente, pero entre ellos reside lo más granado de la aristocracia y la alta burguesía británicas, la clase de gente siempre bienvenida por Roma a la hora de financiar sus aventurillas y sistemas educativos paralelos. En 2009, se publicó una constitución apostólica (legislación canónica de primer orden) permitiendo a los sacerdotes anglicanos pasarse al catolicismo sin demasiadas complicaciones, y en éste viaje, además de dar la vara con su mensaje anti-moderno de siempre y liarse con la ley de Godwin, ha beatificado a John Henry Newman, el más famoso de los "high-churchers" del siglo XIX, que colaboró en fundar un movimiento pro-gran-iglesia llamado Movimiento de Oxford, y tras escribir una serie de tesis a favor de una liturgia más católica, acabó dando el paso: se convirtió al catolicismo y acabó siendo cardenal.

Sutil como una pedrada, el germano.

Seguiremos informando.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Siempre he despreciado al hombre blandengue

La nefasta reacción del Consejo Europeo ante la pugna entre Sarkozy y la Comisión acerca del tratamiento hacia los gitanos rumanos residentes en Francia, muestra como el racismo va ganando peso como arma electoral, y, lo que es peor, que cada vez menos gente tiene vergüenza de tirar de ésta carta. Ya vimos en el último episodio ibérico, en Vic, como, de forma vergonzosa, los partidos políticos, en vez de reaccionar de forma definida y contundente contra lo que era claramente un intento de evitar incluso reconocer la existencia de los extranjeros residentes – que es lo que supone, legalmente, el empadronamiento – se sentaron alrededor de una mesa a calcular no sólo qué beneficios les supondría abrirse en banda al racismo, sino qué perjuicios le supondría alzarse valerosa e indudable en contra.

En éste episodio se está viendo como ningún gobierno europeo quiere indisponerse contra su ciudadanía, cada vez más convencida, tanto por una suma de “ejemplos personales” (las inefables mujeres con niño que se arrastran con su “siñiooooor” por los vagones de metro y cuando uno se despista le han birlado la cartera, etc.) como por la interesadísima colaboración de los medios de comunicación – que aman un pánico colectivo más que un tonto un lápiz - que todos los gitanos son ladrones y que su tendencia a la criminalidad es incorregible. Una generalización más antigua que el hilo negro, que es propia de conversaciones de bar o de peluquería – lo que no quiere decir que sea correcta - , pero que es inaceptable como política oficial del Estado.

Y lo es porque una de las claves del Estado moderno es que todos los ciudadanos son iguales ante la ley. La Unión Europea, como base fundacional, crea la ciudadanía europea – un ciudadano de Estonia tiene prácticamente los mismos derechos que un chipriota o que un portugués.

En todo caso, la maniobra sarkozista es meramente populista: los gitanos expulsados tienen libertad de movimientos, así que pueden entrar en Francia, si lo desean, a las tres horas de aterrizar en Bucarest. Pero al menos se da la imagen ante la opinión pública que se hace “algo” contra la criminalidad. Y esto lo fácil, barato y visible: el “barrer” hacia otro lado. ¿Resolver los problemas? Nah, resulta demasiado caro.

Seguiremos informando.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

(De nuevo) A vueltas con los liberados

¿Cuándo ha visto usted a un policía en acción? Y no, cuando digo acción no cuenta el ver a un Xsara Picasso a toda mecha con las sirenas disparadas, o el ver a un par de agentes revisando, ceñudos, la documentación de un pobre cholo a la salida de la boca de Oporto. Me refiero a acción-acción, pistola en ristre a la caza del caco. (A efectos de éste ejemplo, un policía es un policía y un antidisturbios es un antidisturbios.) A no ser que usted viva en Malamuertelandia y sea 1979, habrá de reconocer que las veces en las que habrá visto a un poli en acción son las menos. La mitad de su tiempo, la policía se dedica a rellenar papeles en comisaría, y casi todo el resto del tiempo lo ocupa en patrullar las calles, a pie, en moto o en coche.

¿Qué dirían entonces si yo me indignase públicamente contra éstos policías, que en plena crisis, se dedican a ir dando vueltas por ahí, consumiendo gasolina del contribuyente, en lugar de trabajar de veras? ¿No les indigna ver a dos policías, apoltronados en su coche patrulla, sin hacer nada, mientras que uno vuelve reventado de currar? ¿No creen que eso demuestra claramente que hay demasiados policías en éste país?

Está loco, me dirían. No hay demasiados policías en España: si eso, lo contrario. Tener policías dando vueltas no es un desperdicio: al contrario, asusta a los posibles cacos, los disuade de hacer el mal. Si hay un guardia cerca uno se lo piensa dos veces a la hora de entrar a robar, quemar el contenedor de la esquina o pegarle un silletazo al vecino que se empeña en practicar con la flauta dulce un domingo a las nueve de la mañana. (Sigo traumatizado con esto.)

Si somos capaces de reconocer que la policía nos hace un servicio aunque no la veamos trabajar, ¿por qué nos comemos enterita con patatas la propaganda de la derecha cuando opina lo mismo de los delegados sindicales, liberados o no?

Todos tenemos historias de cómo los del sindicato en nuestro curro se tocan los cojones a dos o incluso a tres manos. Igualmente hay que reconocer que gran parte de los vicios de nuestra cultura sindical derivan de la tradición de los sindicatos verticales franquistas, que, como todo el mundo sabe, estaban diseñados no para la defensa del interés de los trabajadores sino para que los falangistas de la oficina tuvieran una menor carga de trabajo que el resto de los pringados.

Sin embargo, a la hora de la verdad, a saber, la negociación del convenio y la defensa de los trabajadores ante las arbitrariedades de la dirección, en la inmensa mayoría de los casos sí que están. Y, sí, al menos alguien debe ponerse a ello a tiempo completo: ¿quién va a estar concentrado al 100% en una dura negociación salarial después de ocho horas de tajo?

La estrategia de la derecha es aprovechar ese pecado tan ibérico que es la envidia para hacer calar en la ciudadanía que la representación sindical, en la práctica, no es necesaria. Esperanza Aguirre ya lo ha dejado claro: a su entender, los sindicatos son un anacronismo que coarta la libertad de empresa, entendiéndose por esto último el derecho de cualquier persona a exprimir hasta el más mínimo céntimo del trabajo de sus congéneres.

Que la función y estructura sindical necesitan una reforma a fondo no seré yo quién lo niegue. Pero de ahí a su abolición hay un paso bien largo que la derecha está dando con soberana alegría. Y le estamos siguiendo el juego.

Seguiremos informando.

martes, 14 de septiembre de 2010

Mi 3 de octubre particular (2ª parte)

Un servidor de ustedes, como residente en el extranjero, solo puede votar para Presidente de la República: no puedo votar ni a la Cámara de Diputados ni al Senado, ni mucho menos para Gobernador del Estado. Lo cuál es una pena, porque para mí el voto al Congreso es tan importante o más que el voto al Presidente.

Me explico: como les dije en la primera parte del artículo, votar es obligatorio en Brasil. Y, en Brasil, el elector medio puede tener alguna idea de quién quiere o quién no quiere para Presidente, pero desde luego, en líneas generales, no tiene ni la menor idea de a quién puede elegir para el Congreso y el Senado. Esto hace que los diputados más votados sean, generalmente, histriones populistas (como Enéas Carneiro, ultraderechista que proponía la bomba atómica para Brasil, el diputado más votado en 2002) o famosetes de medio pelo con ambiciones políticas (como Clodovil Hernández, el equivalente brasileño a José Javier Vázquez, el más votado en 2006). Eso significa que, y espero equivocarme, gente como Romario (sí, ese Romario) pueda terminar en la Cámara de Diputados dentro de un par de semanas.

Sumemos a esto el hecho de que, en muchos estados, las oligarquías caciquiles regionales sigan teniendo un poder casi omnímodo que les sirve para elegir a “sus” diputados y senadores sin mayor problema. Por ejemplo, Fernando Collor de Mello, presidente entre 1990 y 1993: se descubrió que una red de tráfico de influencias, articulada a través de su tesorero, le permitió amasar una fortuna escandalosa – incluyendo los jardines más lujosos de Brasilia – y, en consecuencia, fue estrepitosamente echado a patadas de la Presidencia, y perdió los derechos políticos durante diez años. Cumplidos los diez años, dado que entre su familia y la de su señora tienen prácticamente en propiedad el estado de Alagoas, consiguió ser nombrado candidato a senador por Alagoas por un oscurísimo Partido Renovador del Trabajo de Brasil y casi inmediatamente elegido – y ahí sigue.

En consecuencia, como ya he dicho en alguna ocasión, los 512 miembros del Congreso de Brasil se dividen en tres: unos 150 diputados de derechas, unos 100 de izquierdas y el resto, los 262 restantes, son de “centro”, o sea, de quien resuelva mejor la pregunta “¿qué hay de lo mío?”

Los cuatro grandes partidos parlamentarios son:

El Partido de los Trabajadores (PT): El partido de Lula, surgió del movimiento sindical de finales de los 70 como una alternativa “del interior” a la izquierda tradicional brasileña, descuajaringada por la dictadura militar (1964-1985) Cuando surgió el PT, los dos grandes partidos de izquierda, tanto el populista PTB como el comunista PCB, estaban descompuestos y exiliados. Como todo partido en el poder, se hinchó desopinadamente con la gente que quería subirse al carro de Lula. El poder también lo ha moderado y acercado a posiciones más centristas, lo cuál ha provocado las obvias escisiones.

El Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB): Escindido del PMDB a mediados de los 80 como una alternativa progresista dentro del sistema democrático – en aquél tiempo el PT pedía la nacionalización de los medios de producción – se llevó con él gran parte de la intelectualidad de izquierda (casi toda la que no estaba en el PT o era comunista). Con Fernando Henrique Cardoso estuvo en la presidencia de 1994 a 2002, lo que le sirvió para tirarle mucho hacia la derecha; el avance hacia la socialdemocracia del PT le ha comido bastante espacio político.

El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) es un derivado inmediato del MDB, el Movimiento Democrático Brasileño. El MDB surgió durante la dictadura militar: Cuando los partidos políticos fueron prohibidos, el régimen autorizó la existencia de dos partidos creados ex novo: la Alianza Renovadora Nacional (Arena) aglutinaba a los políticos favorables al gobierno, mientras que el MDB reunía a la “oposición”, es decir, los que estaban en contra del gobierno pero estaban dispuestos a transigir con él. Como partido aglutinante que era, su ideario político era pasmosamente vago, así que cuando el país se redemocratizó los que tenían ideas pelín más concretas partieron a hacer política en otra parte. Así pues, en el PMDB quedaron los “centristas”, es decir, los zaplanas, los que están en política para recubrir de oro las piscinas, y algún que otro viejo guerrero fiel a sus principios. Son el mayor partido en la Cámara de Diputados, así que Lula ha tenido que abrazarles - con sus corruptelas - para poder pasar legislación.

Los Demócratas (DEM) es el Partido del Frente Liberal (PFL) con otro nombre. El PFL se había ganado la fama de ser el partido de los oligarcas y caciques del nordeste del país, fama completamente merecida, así que decidió cambiarse de nombre para atraer cuadros y votantes en las zonas urbanas del sudeste, que es donde realmente está el bacalao. Su mala fama y alto valor electoral a nivel federal le convierte en el partido de los vices: proporciona los candidatos a vice para la mayor parte de los candidatos a cargos ejecutivos del PSDB. El actual alcalde de São Paulo, Gilberto Kassab, es del DEM y logró el cargo de ésta manera: cuando José Serra, el actual candidato a presidente por el PSDB, abandonó el cargo de alcalde para poder presentarse a gobernador, él era el vice.

También están los dos partidos que presentan candidatos serios a presidente:

El Partido Verde (PV) es un partido ecologista surgido a principios de los 80. Como buen partido ecologista ha conseguido aglutinar figuras mediáticas de primer orden, como el cantante Gilberto Gil. El PV apoyó a Lula durante su primera legislatura (Gil fue ministro de Cultura) pero pasó a la oposición cuando el PT empezó a derivar hacia una política desarrollística menos sostenible.

El Partido Socialismo y Libertad (PSOL) está formado por la fusión del ala izquierda del PT con partidos menores de izquierdas, como el trotskista PSTU, cuando Lula empezó a abrazar abiertamente la social-democracia durante su mandato.

Éstos no son los únicos partidos parlamentarios: hay otros nueve, pero éstos están alineados con unos o con otros

En la siguiente entrega, los candidatos a presidente.

Seguiremos informando.

Mi 3 de octubre particular (1ª parte)

El próximo domingo 3 de octubre pretendo levantarme relativamente temprano, pegarme una ducha, coger el metro, pasarme el resto de la mañana en la cola haciendo coñas con la gente presente y, finalmente, votar.

Y no, no estoy afiliado al PSOE. Doy fe de que lo he intentado: llegué a firmar un papel, pero por motivos que no llego a entender del todo, éste se perdió en el camino que va desde la Agrupación de Moncloa a donde quiera que se lleven éstas bases de datos. Mi intención es afiliarme en mi nuevo barrio una vez terminen las primarias y vuelvan a abrirse las listas, pero, personalmente, no tengo nada que ver con la pugna Jiménez vs. Gómez – ya dejé relativamente clara mi opinión (en la medida en que mis opiniones puedan deducirse de mi espeso verbo) hace un par de artículos.

El 3 de octubre voy a votar por primera vez en las elecciones presidenciales brasileñas. Llego tarde, lo sé – pude votar ya en las presidenciales de 2002 y no lo hice – pero hasta hace relativamente poco me negaba a hacerlo, en éstas extrañas pugnas de identidades que, supongo, afligen a los que, como yo, tienen un pie en cada lado del océano. En esto actuaba de forma coherente con el incendiario artículo que escribí hará unos meses sobre la responsabilidad electoral de los electores emigrados, que me ganó no pocos disgustos.

El problema es que en Brasil, al contrario que en España, votar es obligatorio – medida absurda de efectos nefastos, especialmente en las elecciones a la Cámara de Diputados – y el no tener lo que los brasileños llaman las obligaciones electorales en orden genera infinitas molestias: uno no puede renovar el pasaporte, por ejemplo – y no puedo entrar ni salir de Brasil sin él. La última vez que tuve que hacerlo (renovar el pasaporte), hará unos meses, me tuve que sacar de la manga un mega-combo en el cuál solicitaba al mismo tiempo que la Justicia Electoral me perdonase el no haber votado – afortunadamente, al ser residente en el extranjero ya no tengo que pagar una multa – y presentaba esos mismos papeles como justificación de que si mis papeles electorales no estaban en orden, al menos estaba trabajando en ello.

Después de tal odisea, me dije a mí mismo que la parafernalia burocrática brasileña ya era demasiado infernal per se como para que encima me empeñase en complicarme la vida faltando a mis obligaciones electorales. Así que solicité mi incorporación al registro electoral – en febrero de éste año. Volví al consulado a finales de julio – que es cuándo me dijeron que me pasase a por mi carnet – y, bien al estilo de la muchachada del Itamaraty, me dijeron que volviese en septiembre, a ver si entonces. Y es lo que haré ésta tarde, al salir del curro.

Y entramos ahora en el espinoso problema de mi ética personal. Tengo absolutamente claro que si he de votar dentro de dos semanas es por una mera conveniencia burocrática: de hecho me resulta comprometido considerar que tengo derecho a participar en la vida política de un país en el que no vivo. Pero, por otra parte, es parte de mi propio carácter el considerar un voto una decisión personal que ha de estar perfectamente razonada y calibrada. Hasta la vez que voté en las elecciones municipales en Rotterdam, hará unos cuatro años, me puse a bucear en los programas electorales – dentro de lo que permitía mi escaso conocimiento del neerlandés – para elegir un partido conforme a mis opiniones políticas.

En consecuencia, la solución es evidente y comprometida: mirar lo que hay y elegir en consecuencia: es decir, involucrarse.

Los resultados de mi estudio, en la segunda parte de éste artículo.

Seguiremos informando.