sábado, 12 de diciembre de 2009

La excusa es nuestra

Me pide Rubiano que comente éste artículo de Público.

Mustafá Kemal, el Padre de los Turcos (que es lo que Atatürk significa) tomó el poder en lo que restaba del definitivamente decadente Imperio Otomano con una premisa muy sencilla: para sobrevivir Turquía debía convertirse en un país moderno (y, como país moderno, entendía en general Francia) aunque fuese a hostias. Es, probablemente, el último, mayor y más incluyente coletazo del concepto napoleónico de Ilustración - el último intento no colonial de transplantar íntegramente la cultura occidental a un país. El experimento tuvo un éxito incontestable - Turquía sobrevivió, fostió convenientemente a los griegos y el país volvió a tirar para arriba.

El problema es que dos vicios inherentes al jacobinismo francés se transplantaron, enteritos, a la nueva República de Turquía. El primero es una incombustible tendencia al autoritarismo personalista, de la que Nicolas Sarkozy es únicamente una pálida sombra: al fin y al cabo, si creas una nación más grande que todo, la tentación de ponerle a la cabeza hombres "a su altura" no puede ser evitada. La segunda es que la creación de una identidad nacional integral desprecia a todas las culturas que, por un casual, pueda haber en dicho país. (Sí, estoy pensando en Rosita la Pastelera.)

Las víctimas más notables del patrioterismo turco son los kurdos. Hasta hace relativamente poco y a pesar de estar claramente diferenciados - sobre todo en el idioma - el gobierno turco no reconocía siquiera la existencia de algo llamado "kurdo". Obviamente, entre los kurdos surgieron algunos iluminados dispuestos a solventar los problemas vía rifle (el PKK, o, como lo llamaban los de Gomaespuma, Partido de los Kurrantes del Kurdistán) a lo que el gobierno turco respondió a su manera, es decir, a través de truculentas componendas entre fuerzas armadas, servicios secretos y crimen organizado que salieron a la luz, paradójicamente, en un accidente de coche.

El sistema electoral turco se parece bastante al nuestro: un sistema proporcional en teoría y mayoritario en la práctica (550 diputados por 81 provincias, elegidos por representación proporcional D'Hondt). Pero como estamos hablando de jacobinos de verdad, para obtener representación parlamentaria un partido debe obtener un 10% (diez por ciento) de los votos... a escala nacional. Para que los no politólogos se hagan a la idea de lo chungo que es ésto, en España el límite es de un 3% a escala provincial: si se aplicase en España los únicos partidos parlamentarios serían PP y PSOE. Los partidos kurdos han sorteado ésta limitación presentando a sus candidatos como independientes - lo cuál les da representación parlamentaria pero les impide cosas como tener grupo parlamentario, participar en comisiones, etcétera. Durante las últimas elecciones, el Partido de la Sociedad Democrática amenazó con presentar "miles" de candidatos independientes, a lo que la Comisión Electoral Nacional respondió, con deliciosa truculencia, "haremos sobres más grandes".

Y, para complementar ésta divertida farsa, el Tribunal Constitucional turco ha ido sistemáticamente prohibiendo todos los partidos nacionalistas kurdos, acusándoles de tener vínculos con el PKK. El último, el Partido de la Sociedad Democrática, miembro observador de la Internacional Socialista. Y el asunto es que es cierto.

El nacionalismo kurdo aún no ha separado de forma tajante, tal como han hecho la mayor parte de los nacionalismos en España, la lucha por sus derechos de los rifles y las pistolas. No me extraña, por otra parte, dado que Turquía no da ninguna facilidad para que el nacionalismo kurdo obtenga expresión por vías democráticas (como sí se hace en España, por más que les pese a los jarraichus). Ésto no legitima de ninguna de las maneras a los asesinos - pero la intransigencia de Ankara aleja las posibilidades de escindir el nacionalismo entre violentos y no violentos, debilitando considerablemente a los primeros.

Y la intransigencia de Ankara tiene ahora una soberbia arma a su favor - y se la hemos dado nosotros. Dando como damos ejemplo de ilegalizar partidos políticos por sus relaciones con los terroristas, cualquier país europeo con menos escrúpulos que nosotros (en éste caso Turquía) puede llamar a alguien terrorista y seguir privando de derechos políticos a una sustanciosa minoría de su población.

Insisto una vez más, y volveré a hacerlo cuántas veces sea necesario: prohibiendo partidos políticos solo echamos una mullida moqueta encima de un problema de fondo: que exista un considerable número de españoles que consideren que pegar tiros en la nuca es una forma legítima de acción política. Y si encima damos excusas para coartar democracias a lo largo y ancho de Europa...pues no me hace sentir mejor, precisamente.

Seguiremos informando.

1 comentario:

rubiano dijo...

gracias thiago.