jueves, 31 de diciembre de 2009

Retrospecter

Un blog es un registro personal - y últimamente no tengo ganas de escribir. Puede decirse que he perdido el sentido de la novedad: en mi opinión, ya he escrito, directa o indirectamente, sobre casi todo lo que sucede ahora mismo, y no me apetece reiterarme, una vez más, en lo cretino que puede llegar a ser el bigotismo y otras barbaridades de las que ya tienen sobrada cuenta en ediciones anteriores. Ésta pachorra tiene una consecuencia indeseada: por uno - salvo que ocurra algo ésta tarde que me obligue a ponerme frente al ordenador - no voy a llegar a la marca de 167 artículos que me puse en 2008.

En 1999, yo acababa de cumplir los 18 - era igual de alto, estaba bastante más delgado y tan torpón como ahora, quizás más. Estaba en mi último año de instituto y llevaba con mi amigo Deivid el periódico Primera Página - notable eufemismo para un fanzine tamaño cuartilla, hecho a puro huevo en Word 97 en un (ya) arcaico 486, impreso en la fotocopiadora del mismo instituto (en una encomiable componenda con el poder establecido que posteriormente me daría algún disgusto). Sinceramente, ahora mismo no me acuerdo de la Nochevieja de 1999; más que probablemente la pasase en casa de mi abuela - como pasaré ésta - pero no recuerdo qué hice después.

Y, desde entonces... montones de cosas. Poniéndome especialmente cínico tocahuevos, podría pensar que, cuándo sea viejecito y tenga nietos (siempre y cuándo mis arterias me lo permitan) les tendría que resumir la década de 2000 como la década que el abuelo se pasó intentando ligar sin conseguirlo (y, conforme sean mayores, podré ir utilizando palabras más soeces) pero es mentira. Sí, en efecto, me he pasado los últimos diez años enamorándome como un cretino de quién no debía (o sí debía, pero en todo caso ellas no tenían la misma opinión), pero han pasado muchas más cosas.

Me veo a mí mismo una tarde de final de verano en mi casa, recopilando un enésimo CD de música, cuándo entró mi madre por la puerta diciendo que una avioneta se había accidentado en Nueva York - pusimos la tele, y horas más tarde, ya de noche, recuerdo perfectamente el momento en el que, al por fin despegarme del televisor, volví a la habitación y encontré el ordenador, aún encendido, como un recordatorio de que el mundo seguía existiendo, a pesar de las anteriores cinco o seis horas.

Me veo en casa, una mañana nubosa de marzo - no había ido a la facultad todavía porque aquél día había huelga de estudiantes, pero pretendía ir a Dadillos más tarde - viendo en la tele pequeña del cuarto las noticias que llegaban desde Madrid. Recuerdo, en medio de la conmoción, recomendar a mi madre que llamase a mi abuela y a mi tía en Brasil, para que supiesen de nosotros antes de que pudiesen encender la tele. Recuerdo cuando, al día siguiente, con todo el mundo todavía en shock, Polo entró en Dadillos y contó un chiste - ahí supe que íbamos a salir de ésta. Me veo con muchos de los que hoy son mis mejores amigos en lo que hoy es un kebab en Plaza España, viendo la lluvia caer tras los cristales - me habían medio convencido de no ir a la manifa, pero la otra mitad de mí estaba ahí, torturándome. Me veo tras una boda, el 13, en Navacerrada, cínico y amargo como pocas veces he estado, diciendo a todo aquél que quisiera oírme que "éstos van a decir que ha sido ETA hasta el lunes por la mañana". Y, hasta el último minuto, creí sinceramente que Acebes y su panda se la conseguirían colar a los españoles.

Me veo a mí mismo, noche cerrada por la Voorschoterlaan vacía, intentando contener las lágrimas mientras buscaba, desesperado, una cabina de teléfono: mi abuelo había sido encontrado muerto, en el apartamento donde vivía solo; siendo Brasil en Carnaval no lo encontraron hasta el miércoles de Ceniza - cuándo los vecinos por fin volvieron a casa y notaron el olor. Y me recuerdo mascullando impotente que nadie se merecía morir de esa manera, menos aún mi abuelo, que con todos sus defectos, siempre había sido una buena persona.

Y, sí, también tengo buenos recuerdos.

Me veo a mí mismo, el 27 de diciembre de 2004, mirando apesadumbrado por la ventana de mi casa, con miedo de que la furgoneta que me recogería para llevarme a la tele - donde, por primera vez en mi vida, aparecería en un concurso - quedase atascada por la impresionante nevada de aquella noche. Recuerdo perfectamente al macarra cretino que se reía de mí a mis espaldas - él se llevaría un bocata de chopped, yo 25.000 euros. Recuerdo intentar sacar una reacción digna a la victoria en fracción de segundos (naturalmente, no lo conseguí). Recuerdo llamar a mi abuelita y decirle que había ganado; y ella, ya de natural desconfiada, más todavía un Día de los Inocentes, no se lo creyó hasta que lo vio por la tele.

Me veo en la Place des Arts, mi primera noche en Montreal, escuchando el primer concierto de Beau Dommage en diez años, sentado al lado de un estanque; recuerdo perfectamente el momento en el que sonó Harmonie du Soir à Chateauguay, y toda la plaza empezó a cantar, en un susurro, y al unísono. Recuerdo el sábado de agosto más glorioso de la historia de Ottawa y como estaba allí para acogerme.

Me veo en el Cabo da Roca, en camiseta corta con un viento que cortaba el alma, pero rodeado de amigos en lo que probablemente es el atardecer más glorioso de Europa.

Me veo en la Plaza Mayor escuchando a Goran Bregović en directo por primera vez, levantando los brazos y riéndome a carcajadas del puro regocijo, para después tener que salir corriendo en pos del último autobús a Villalba - y no llegar.

Veo a mi tía llorando y temblando de emoción cuándo le dijimos que no, que lo de la furgoneta alquilada era mentira, que lo que íbamos era a un crucero por el Mediterráneo.

Y, sí, y por más que no deba y me pese y sea indispensable que lo deje atrás lo antes posible, me veo en una entusiasmada noche de diciembre, recapitulando con el Mech, probablemente por centésima vez, qué clase de mujer estaba buscando, y al terminar la frase, abrir la puerta del Zaratustra, mirar, pestañear, girarme hacia el Mech y susurrar por lo bajo "Una como esa, por ejemplo."

En fin, señores, dejemos los 2000 atrás. Una nueva década por delante, la década en la que cumpliré los 30 y, si Lug así lo quiere, haré algo constructivo con mi vida. En todo caso, sea lo que sea que pase, espero disfrutar, por diez años más, del inconmensurable placer de su amistad.

Feliz año nuevo. Y, en 2010, seguiremos informando.


miércoles, 23 de diciembre de 2009

Volar por los aires

La crisis que ha llevado a Air Comet a dormir el sueño de los injustos, dejando por el camino familias enteras, tanto en su casa como en diversos aeropuertos en un radio de 10.000 kilómetros, no por menos esperada deja de ser sorprendente. Quizás algunos de ustedes me hayan ya oído despotricar del asunto, así que, para los que no lo hayan hecho, o, incluso, para los que lo hayan hecho y no se acuerden, van aquí algunas respuestas a sus preguntas.

Pregunta: ¿Díaz Ferrán tiene la culpa de todo?

Respuesta: Aunque Gerardo Díaz Ferrán, por su presencia en los medios y su boca grande, es la cabeza visible del despropósito de Air Comet, el bueno de don Gerardo no ha hecho negocios en su vida sin la compañía de Gonzalo Pascual. El emporio turístico que ahora se hace llamar grupo Marsans es obra de los dos; así que no hablaré de Díaz Ferrán: hablaré de Los G-Men.

Pregunta : ¿De dónde salió Air Comet?

Respuesta: Los G-Men, como buenos malos de película, siempre han tenido un archirrival: Juan José Hidalgo, un salmantino cejijunto y malencarado que empezó fletando un autobús para llevar a sus colegas de mili y acabó convertido en el empresario turístico más importante de España. A mediados de los 90, Hidalgo se hizo (aún más) rico llevando españoles a manta rumbo a Punta Cana y Varadero (sí, señora, Curro se va al Caribe) a través de su propia compañía aérea. No les resultó muy difícil a los G-Men el considerar que, si Hidalgo podía tener su propia compañía aérea, ellos también.

Había un pequeño problema: fundar una compañía aérea en un país desarrollado (como es, aunque no lo parezca, el nuestro) requiere fantásticas cantidades de dinero: fundamentalmente , aunque no en exclusiva, para pagar aviones con su mantenimiento. Otras empresas hubieran creado un plan de negocio y, a la larga, lo hubieran conseguido, pero los G-Men prefirieron usar métodos más ibéricos.

Aerolíneas Argentinas había sido privatizada por el gobierno de Carlos Saúl "el Gafe" Menem, y vendida a Iberia. Iberia, en aquél tiempo, estaba inmersa en su "estrategia de expansión latinoamericana", que consistía en comprar empresas aéreas sudamericanas (con dinero público, recuerden que por aquél entonces Iberia dependía del INI), hundirlas (sutilmente) y quedarse con las rutas. La primera de sus víctimas había sido Viasa, la línea aérea venezolana: comprada en 1991, quebró estrepitosamente en 1997, dejando en exclusiva para Iberia la rentabilísima línea Madrid - Caracas. Aerolíneas Argentinas (y su igualmente rentable ruta Madrid - Buenos Aires), obviamente, iba a ser la próxima víctima: pero el problema fue que Aerolíneas tenía algo que Viasa no tenía: una tupida red de vuelos nacionales (en Argentina) cuya pervivencia era imprescindible, más desde un punto de vista político (para contentar a los caciques provinciales de los que depende cualquier presidente de Argentina) que económico. En consecuencia, la pelotera que montó el gobierno argentino impidió a Iberia deshacerse de ella a tiempo para la privatización total de la empresa en 2001, con lo que Aerolíneas, junto con otros muertos de nuestro conturbado proceso de privatizaciones, quedó siendo propiedad de la Sociedad Española de Participaciones Industriales. O sea, del Estado.

Naturalmente, el gobierno de Bigotus Máximus, en aquél entonces, repudiaba el concepto de "empresa pública" aún más que el concepto de "pensamiento lógico", con lo que buscó la primera oportunidad para deshacerse de la empresa.

Así que nada mejor que entregársela a unos amigos (los G-Men) con un paquetito de 204 millones de leuros al lado, para endulzar el trato. Y, según la querella por malversación de caudales públicos y falsedad documental que corre, mientras escribo éstas líneas, en el Juzgado de Instrucción nº 35 de Madrid, el testaferro que los G-Men colocaron en Aerolíneas, Antonio Mata, cogió esos 204 millones y, en lugar de sanear Aerolíneas, que era para lo que eran, decidió "invertirlo" en la nueva compañía aérea de los G-Men Air Plus Comet. Ésta nueva empresa empezó a operar con los recursos que Aerolíneas le daba: quitando aviones de la ruta Madrid-Buenos Aires (y dejando en tierra a sus pasajeros en el camino) y enviándolos a Punta Cana, Varadero, e incluso Irak (hay favores que se deben pagar); y con la formación de sus empleados a cargo de empleados de Aerolíneas.

Naturalmente, cuándo los G-Men sacaron de Aerolíneas todo lo que pudieron sacar, tomaron una triple acción: declararon Aerolíneas en suspensión de pagos, echaron a patadas a Mata (para que él, y no ellos, se llevase los subsiguientes marrones), y lanzaron, a bombo y platillo, su nueva aerolínea: Air Comet (entre cuyos destinos estrella estaba, como no, Buenos Aires)

El destino de Aerolíneas era, una vez más, la quiebra, pero en Argentina gobiernan los Kirchner, ejemplo manifiesto de los caciques provinciales que hacen políticamente necesaria a Aerolíneas. Néstor Kirchner es de Río Gallegos, localidad que está a 2.900 kilómetros de Buenos Aires; es del tamaño de Talavera de la Reina y está sustancialmente rodeada de estepa patagónica por casi todos lados. Desde un punto de vista meramente económico, al aeropuerto de Río Gallegos debería volar un avión de unas 60 plazas un par de veces por semana. Aerolíneas opera un 737 (con sus 170 plazas) dos veces al día. Obviamente, nadie (salvo manifiesta intención de perder dinero) se quiso hacer cargo de ésta "necesidad", así que el Estado argentino salió al rescate y renacionalizó Aerolíneas.

Pregunta: ¿Por qué no funcionó Air Comet?

Respuesta: Porque intentó hacer, una vez más, algo que se lleva decenios intentando, sin éxito: implantar el modelo "low cost" a los viajes transatlánticos. El modelo "low cost" implica alta rotabilidad de tripulaciones, rapidez en el mantenimiento, poco tiempo en tierra de los aviones y permanente operatividad de los aeropuertos, ninguna de éstas cosas garantizadas en vuelos a Sudamérica.

Pero más importante que eso es el hecho de que el patrimonio más importante de una aerolínea, más que los aviones, es su reputación. Air Comet fue construida apresuradamente, bajo la férula de una ambición desmedida por llegar y comerse el cotarro; y fue ese apresuramiento lo que le dio reputación, ya a los pocos meses de empezar, de empresa poco fiable. Y, sin prestigio alguno, la única opción posible es ser la opción más barata - y como ya he dicho antes, el "low cost" no funciona en viajes transatlánticos.

Pregunta: ¿Y no podía haber tomado medidas el Ministerio de Fomento?

Respuesta: Como ya expliqué el mes pasado, la legislación española no protege a los viajeros - protege a la industria turística. Las señales de que una empresa aérea va mal - retrasos, cancelaciones sin motivo - van a pilas gigantescas en la Dirección General de Aviación Civil de donde saldrán cuándo las ranas críen pelo. Pero, de todas maneras, al Ministerio de Fomento le importa un pito la solvencia económica de una empresa aérea: si los empleados no cobran, eso es problema del Ministerio de Trabajo; según la DGAC, una empresa puede operar - y en consecuencia, vender billetes - mientras tenga crédito para pagarse el queroseno y el mantenimiento en el día de hoy.

Seguiremos informando.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Pequeño apunte histórico

¿Han oído ustedes hablar de Violet Gibson?

Seguiremos informando.

(r)

El Mercurio, el periódico de cabecera de la alta burguesía de Santiago de Chile, siempre que se refería al golpista dictador Augusto Pinochet Ugarte en sus últimos años, lo nombraba invariablemente como "el general (r)", siendo la r abreviatura de un "retirado" que nunca se creyó nadie, y menos los redactores de El Mercurio.

La sombra de Pinochet pesa sobre los chilenos de tal manera, que aún hoy, veintiún años después de que un plebiscito le echara a patadas del poder y pasados ya tres años de su muerte, la política chilena no esté dividida entre izquierdas y derechas, sino entre pinochetistas y antipinochetistas. Porque, en efecto, la Concertación de Partidos por la Democracia, la coalición que lleva gobernando Chile desde 1989, es heredera directa de la Concertación de Partidos por el No, la fuerza motriz del bando antipinochetista en el plebiscito de 1988. Imagínense lo chunga que debe de ser la cosa para mantener unidos al PDC, miembro de la Internacional Demócrata de Centro junto a partidos como el PP (y fundado en los años 30 con el simpático nombre de Falange Nacional), con toda la izquierda de Chile a excepción del Partido Comunista.

Obviamente, llega un punto de inflexión en el que la derecha quiere catar un poco de poder y decide incorporar algo de pragmatismo a sus campañas. Eso, y el inconfundible aroma del populismo sudamericano de derechas, es lo que ofreció a los chilenos el incontestable ganador de las elecciones de ayer, Sebastián Piñera. Dado que, como sabrán, Chile, junto con Colombia, es el país sudamericano más escorado a la derecha, es una oferta que tiene un notable atractivo.

Mientras, en la Concertación, veinte años de poder pesan, máxime cuándo su oferta ya está más que vista. Está visto que a éstas alturas, los dos pesos pesados dentro de la Concertación, el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Socialista, han decidido turnarse, en períodos de diez años (dos mandatos de cinco años) en la presidencia de la República. Y resulta que el PDC no tiene mejor candidato que el que posiblemente fuese el tipo más aburrido que se ha sentado en La Moneda, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, cuyo principal atributo es ser hijo del predecesor y rival de Salvador Allende en las elecciones de 1970, Eduardo Frei Montalva.

Eso ha provocado la escisión del ala izquierda dentro de la Concertación, que se ha aglomerado en torno al joven Marco Enríquez-Ominami, que es todo lo que Frei no es: joven, guapo y ligeramente populista.

En todo caso, la victoria de Piñera en la primera vuelta no garantiza nada en la segunda. La segunda vuelta será lo que han sido las últimas presidenciales chilenas: una pugna bajo la sombra de Pinochet y de su envenenada herencia.

Seguiremos informando.

sábado, 12 de diciembre de 2009

La excusa es nuestra

Me pide Rubiano que comente éste artículo de Público.

Mustafá Kemal, el Padre de los Turcos (que es lo que Atatürk significa) tomó el poder en lo que restaba del definitivamente decadente Imperio Otomano con una premisa muy sencilla: para sobrevivir Turquía debía convertirse en un país moderno (y, como país moderno, entendía en general Francia) aunque fuese a hostias. Es, probablemente, el último, mayor y más incluyente coletazo del concepto napoleónico de Ilustración - el último intento no colonial de transplantar íntegramente la cultura occidental a un país. El experimento tuvo un éxito incontestable - Turquía sobrevivió, fostió convenientemente a los griegos y el país volvió a tirar para arriba.

El problema es que dos vicios inherentes al jacobinismo francés se transplantaron, enteritos, a la nueva República de Turquía. El primero es una incombustible tendencia al autoritarismo personalista, de la que Nicolas Sarkozy es únicamente una pálida sombra: al fin y al cabo, si creas una nación más grande que todo, la tentación de ponerle a la cabeza hombres "a su altura" no puede ser evitada. La segunda es que la creación de una identidad nacional integral desprecia a todas las culturas que, por un casual, pueda haber en dicho país. (Sí, estoy pensando en Rosita la Pastelera.)

Las víctimas más notables del patrioterismo turco son los kurdos. Hasta hace relativamente poco y a pesar de estar claramente diferenciados - sobre todo en el idioma - el gobierno turco no reconocía siquiera la existencia de algo llamado "kurdo". Obviamente, entre los kurdos surgieron algunos iluminados dispuestos a solventar los problemas vía rifle (el PKK, o, como lo llamaban los de Gomaespuma, Partido de los Kurrantes del Kurdistán) a lo que el gobierno turco respondió a su manera, es decir, a través de truculentas componendas entre fuerzas armadas, servicios secretos y crimen organizado que salieron a la luz, paradójicamente, en un accidente de coche.

El sistema electoral turco se parece bastante al nuestro: un sistema proporcional en teoría y mayoritario en la práctica (550 diputados por 81 provincias, elegidos por representación proporcional D'Hondt). Pero como estamos hablando de jacobinos de verdad, para obtener representación parlamentaria un partido debe obtener un 10% (diez por ciento) de los votos... a escala nacional. Para que los no politólogos se hagan a la idea de lo chungo que es ésto, en España el límite es de un 3% a escala provincial: si se aplicase en España los únicos partidos parlamentarios serían PP y PSOE. Los partidos kurdos han sorteado ésta limitación presentando a sus candidatos como independientes - lo cuál les da representación parlamentaria pero les impide cosas como tener grupo parlamentario, participar en comisiones, etcétera. Durante las últimas elecciones, el Partido de la Sociedad Democrática amenazó con presentar "miles" de candidatos independientes, a lo que la Comisión Electoral Nacional respondió, con deliciosa truculencia, "haremos sobres más grandes".

Y, para complementar ésta divertida farsa, el Tribunal Constitucional turco ha ido sistemáticamente prohibiendo todos los partidos nacionalistas kurdos, acusándoles de tener vínculos con el PKK. El último, el Partido de la Sociedad Democrática, miembro observador de la Internacional Socialista. Y el asunto es que es cierto.

El nacionalismo kurdo aún no ha separado de forma tajante, tal como han hecho la mayor parte de los nacionalismos en España, la lucha por sus derechos de los rifles y las pistolas. No me extraña, por otra parte, dado que Turquía no da ninguna facilidad para que el nacionalismo kurdo obtenga expresión por vías democráticas (como sí se hace en España, por más que les pese a los jarraichus). Ésto no legitima de ninguna de las maneras a los asesinos - pero la intransigencia de Ankara aleja las posibilidades de escindir el nacionalismo entre violentos y no violentos, debilitando considerablemente a los primeros.

Y la intransigencia de Ankara tiene ahora una soberbia arma a su favor - y se la hemos dado nosotros. Dando como damos ejemplo de ilegalizar partidos políticos por sus relaciones con los terroristas, cualquier país europeo con menos escrúpulos que nosotros (en éste caso Turquía) puede llamar a alguien terrorista y seguir privando de derechos políticos a una sustanciosa minoría de su población.

Insisto una vez más, y volveré a hacerlo cuántas veces sea necesario: prohibiendo partidos políticos solo echamos una mullida moqueta encima de un problema de fondo: que exista un considerable número de españoles que consideren que pegar tiros en la nuca es una forma legítima de acción política. Y si encima damos excusas para coartar democracias a lo largo y ancho de Europa...pues no me hace sentir mejor, precisamente.

Seguiremos informando.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Cascotes (XV)

Ahí va la piedra: uno dirá lo que quiera sobre la libertad de la cultura, pero Internet es un lugar maravilloso para un friki como yo. La Hemeroteca Nacional (ese sitio al que siempre he querido ir) está digitalizando su colección. Se han dedicado primero a lo fácil - es decir, la infinidad de periodicuchos que España tuvo en el siglo XIX, para seguir luego con lo difícil, a saber, digitalizar la prensa madrileña del pre-guerra. Comenzaron primero con la prensa dinástica: La Época y El Imparcial, para seguir con el gran panfleto de los carlistas, El Siglo Futuro, para por fin ponerse al ajo: La Correspondencia de España (better known as la Corres), el Heraldo de Madrid y, con lo que estoy ahora que no puedo (y, en consecuencia, sin tiempo para atenderles como se merecen) es con el periódico más prestigioso de España hasta 1939, El Sol, el periódico de la izquierda intelectualizada que El País quiso ser, llegó a ser y ya no es. Con él y con los demás estoy recorriendo, fascinado, la historia de España. Ya les iré contando.

Ahí va la piedra: Artículo de Rosa Díez hoy en El Mundo: "Conmigo que no cuenten". Pues vale. Otro nuevo ejercicio de wishful thinking de Rosita la Pastelera, con la que no cuentan ni para la partida de pocha en su casa.

Ahí va la piedra: ¿A alguien le extraña lo de Grecia? Por Dios, si reconocidamente falsearon las cifras del déficit para entrar en el euro, ¿qué no habrán hecho ahora? El problema, naturalmente, es que nos lo vamos a comer - dudo que el responsable de un fondo de inversión en Greenfields, Wisconsin, sepa reconocer la diferencia entre Grecia y España (ninguna, a mi entender, salvo que los griegos tienen popes)

Seguiremos informando.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Los ignorados

Nuestros vecinos lusitanos tienen un particular interés por sus ex-colonias. Un escritor brasileño, que vivió en Portugal a finales de los 80, criticaba el hecho de que leyendo las noticias en Portugal se supiese más sobre Jonás Savimbi que sobre Helmut Kohl. Los portugueses gastan enormes cantidades de tiempo y energía en incentivar las relaciones de los países lusófonos tanto bi, como multilateralmente. Y a pesar de que Portugal es un mojón, el asunto es que funciona. Fue Portugal la que medió para acabar con las brutales guerras civiles en Angola y Mozambique, y fue Portugal la única voz en Europa contra la ocupación indonesia de Timor Oriental. Hoy, con la manifiesta excepción de Guinea-Bissau, las ex-colonias portuguesas en África, América y Asia son países democráticos que, lenta pero decididamente, avanzan hacia el desarrollo.

Al otro lado de la raya, como saben, la situación es justamente la opuesta. Nuestra ya difunta política colonial - o más bien la falta de ella - nos ha llevado a lo largo del siglo XX a salir literalmente corriendo de donde quiera que estuviésemos asentados. Tanto en el Protectorado de Marruecos, en 1956, como en Guinea, en 1966, firmamos deprisa y corriendo y entregamos las llaves de la casa a cualquiera que quisiese hacerse cargo del tema; en el Sáhara, en 1975, ni siquiera firmamos nada: dejamos las llaves en la puerta y salimos por pies.

El resultado, naturalmente, está ahí para cualquiera que lo quiera ver: Guinea Ecuatorial es un agujero sacado de una novela de Frederick Forsyth (con sus perros de la guerra y todo) y en el caso del Sáhara no hay día en el que no nos froten en la cara las responsabilidades que no queremos asumir.

Y nuestras responsabilidades en el Sáhara consisten en que debemos liderar la mediación entre Marruecos y el Polisario para llegar a una solución negociada. Ni más ni menos.

Pero el hecho incontestable es que preferimos, sin dudarlo, garantizar que el gas argelino llegue a los fogones y a las calderas de los españoles; que el comercio con Marruecos prospere; que Ceuta y Melilla sigan siendo lo que son. Mientras, nos conformamos con traernos a doscientos niños cada año, para que vean lo que es una piscina. Dolorosamente, el impasse nos resulta la mejor opción, y es por eso que por mucho que en la Plaza de la Provincia se empeñen en pasar el mensaje de que "estamos trabajando en ello", la verdad es que por Aminatou Haidar, y por nadie, estamos dispuestos a mover un dedo.

Pragmáticamente, tendría que estar de acuerdo. Pero algo me pesa dentro. Mucho.

Seguiremos informando.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Maestro

Como probablemente no sepan - soy así de gañán publicitando los detalles de mi vida privada - hace un par de semanas fue mi cumpleaños.

Tengo la suerte de que todos mis amigos son gente excelente - y he recibido de ellos enormes muestras de afección y simpatía por las que estoy enormemente agradecido. Es difícil llegar a explicar lo importantes que sois para mí y lo mucho que os aprecio, sobre todo cuándo soy en general tan torpón a la hora de expresar mis sentimientos. Así que, en la medida de lo posible, gracias.

El mejor regalo que he recibido por mi cumpleaños es sin duda el afecto de mis amigos, pero los obsequios recibidos en un plano más material tampoco le van a la zaga. Así, por un lado, gran parte de mis amistades han conspirado para que vista como la persona avanzada y elegante que soy y no como un recién salido de las rebajas de C&A de 2004: de ésta vez he de decir que han tenido un notable éxito, y que pienso llevar sus regalos durante todo el invierno. Mi hermano el Mat me regaló un juego de la PlayStation al que procuro atacar durante mis largos viajes en tren; mis padres y algunos de mis amigos, que saben por dónde van los tiros, me han regalado libros que he procedido a devorar con fruición.

Pero, sin desmerecer a los demás, el regalo que más me ha conmovido ha sido el nuevo blog de mi maestro, el Cuervo Blanco. Como saben si me leen a menudo, mi maestro y yo tenemos la ya establecida costumbre de quedar todos los jueves a comer - generalmente guarreridas de la peor clase, tipo pollo frito - y a hablar durante horas; y al contrario que en los patrones habituales de conversación bohemio-cultureta, solemos empezar primero con las banalidades, para luego embreñarnos en sesudos debates sobre filosofía, política y cultura.

Si normalmente me resulta complicado hablar de mis amigos por miedo a que mis palabras les desmerezcan, cuanto menos hablar del Cuervo. Hace ya un año o más que le trato casi exclusivamente de Maestro o alguna variación o traducción del término, y, al contrario que casi todo en la vida, en éste caso no lo hago de forma baladí. El primer motivo por el cuál lo hago es el evidente: porque, a diario, se esfuerza de forma concienzuda en poder ser oficialmente (y, lo que es más importante desde un punto de vista práctico, poder cobrar por ello) lo que ya es hace tiempo: profesor de Filosofía. El segundo motivo es porque si el grado de admiración que tengo por las personas viene dado por lo que de ellas aprendo, una de las personas a las que más admiro es, precisamente, a Cuervo Blanco - de ahí, lo de Maestro.

Y aprendo de mi amigo doblemente: primero, por su profunda cultura en temas de filosofía y sociología, temas que los que yo, como politólogo educado en el compartimentado mundo de la universidad española (sigh), he tenido y tengo un conocimiento tangencial; segundo, y mucho más importante, por su falta de temor a la hora de confrontar su conocimiento con el mío y con el de cualquiera.

Explicaré ésto de forma cutresalchichera como corresponde a un diletante como es un servidor. Prácticamente toda historia de la filosofía occidental empieza con Sócrates. Si hemos de creer a Platón (y no veo motivo para dudar del Tocho), el genio de Sócrates estuvo en descubrir que el intercambio de ideas, que la confrontación de opiniones, en suma, el diálogo, es la herramienta ideal para llegar a la verdad; el instrumento que llega donde un filósofo solo no puede, porque, en casi cualquier circunstancia, dos cerebros razonan mejor que uno.

Pero para una mayéutica en condiciones, necesitas al menos un Sócrates: alguien que, en éstos tiempos tan conturbados y relativistas donde ningún pensamiento se atreve a ser sólido, no se avergüence de pensar lo que piensa y ponerlo sobre la mesa. Es ese valor que tiene en declararse claramente partidario o adversario de una idea que abre la veda; que me permite declararme a favor o en contra, y construir conjuntamente a partir de ahí. Parece sencillo, pero no lo es; de ahí el mérito. En mi descargo he de decir que ante la apertura socrática de hostilidades intelectuales, un servidor no se ha limitado a hacer lo que los sparrings de Sócrates y Platón, es decir, repetir constantemente "es evidente" y pedir más y más copas de retsina con agua.

Ahora mi maestro, haciendo por fin caso a mis insistentes requerimientos, ha decidido pasar los debates de los jueves por la tarde a Internet. Obviamente, soy el primero en mostrarme entusiasmado. Al principio creo que sólo mis arterias me lo agradecerán. Pero si permanecen atentos a sus pantallas, creo que le sacarán partido.

Seguiremos informando.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Feijoada Completa




Mujer
Te va a gustar
Estoy llevando a unos amigos para charlar
Vienen con un hambre que ni me cuentes
Vienen con una sed de antes de ayer
Salta cerveza estúpidamente helada para un batallón
Y echémosle más agua a los frijoles

Mujer
No te acalores
Ni hay que poner la mesa ni hacer sitio
Pon los platos en el suelo y el suelo está puesto
Y prepara unos choricitos de aperitivo
Cachaça, azúcar, un cubo de hielo, limas
Y echémosle más agua a los frijoles

Mujer
Vas a freír
Un montón de torreznos para acompañar
Arroz blanco, farofa y pimienta picante
Naranjas bahía o seleta
Echa la longaniza, la cecina, el tocino en el calderón
Y echémosle más agua a los frijoles

Mujer
Tras echarle la sal
Haz un buen sofrito, para que tome cuerpo
Aprovecha la grasa de la sartén
Para darle mejor sabor a la col rehogada
Di que no tienes un chavo, pásale la factura a nuestro hermano
Y echémosle más agua a los frijoles


Aquí no hay mujer a quién encargárselo; se encarga un servidor. Si caben, nos vemos allí mañana. Si por desgracia no, a partir de las 23 horas de mañana estaremos en La Parada de los Monstruos (calle del Castillo, 19 - Iglesia (L1)

Seguiremos informando.


lunes, 23 de noviembre de 2009

Cateto a babor

Mis obligaciones laborales me obligan/permiten (táchese según la indignación pertinente) tener acceso a El Mundo todas las mañanas. Normalmente - dentro de mi habitual política de evitar actitudes masoquistas en tanto en cuánto me sea posible - mi relación con el panfleto del Calvorota se resume en: mirar la portada - deslizar el dedo bajo la portada - leer el chiste de Ricardo (en mi modesta opinión el mejor caricaturista editorial de España) - cerrar el periódico para no volver. El problema es que el chiste de Ricardo está bajo el editorial, y, las más veces, no puedo dejar de mirar el titular de la última felípica (sic) de Pedro J.

La de hoy complementa a un titular de portada: "La seguridad privada cuesta a los atuneros medio millón al mes". Lo que indigna abiertamente al bisoñé más poderoso de España, que truena desde el editorial: "Mejor infantes de Marina en los pesqueros".

Con dos cojones.

Primero, porque habló el hombre que aplaude con las orejas el que Esperanza Aguirre propugne que becarios subcontratados se encarguen de la atención sanitaria primaria en Madrid porque resulta más eficiente y menos gravoso para el contribuyente (en ambos casos, falso)

Y, segundo, porque riza el rizo de una actitud cada vez más exacerbada en el conservadurismo hispano (tanto el nuevo como el arcaico) que exige ruidosamente la intervención estrepitosa del Estado (y, se sobreentiende, de las Fuerzas Armadas) cada vez que un país, a su entender, "inferior", se atreve a oponerse a los Sacrosantos Intereses de España.

Hasta ahora, las víctimas preferidas de este neocolonialismo mediático eran los regímenes populistas latinoamericanos, léase, Venezuela y Bolivia. Innecesario es recordarles el poco disimulado racismo que exudó la COPE durante los meses que siguieron a la elección de Evo Morales, máxime cuándo empezó a ponerse en contra de Repsol (siempre un generoso patrocinador)

Pero ahora, con la crisis del Alakrana, han tenido la oportunidad de encontrar un enemigo mejor (por más negro), un chivo expiatorio para resucitar las glorias de Lepanto y el Gurugú: ¿qué mejor triunfo para España que ejecutar a una veintena de negros muertos de hambre? ¿Qué hubiese costado mandar a los GEOs a asaltar el barco a sangre y fuego? ¿Qué hubiesen sido dos o tres marineros muertos a cambio del orgullo impoluto de España?

Pues no, señora, por varias razones.

La primera es que sentaría un peligroso precedente: España sería uno de los países dispuestos a utilizar a sus fuerzas armadas en defensa de intereses económicos privados en Ultramar. Que yo sepa, ésto sólo lo hacen cuatro países en el mundo: Estados Unidos, Francia, Australia y Nueva Zelanda, y en éstos dos últimos casos únicamente contra países cuya principal arma de defensa en caso de invasión es lanzar raíces de taro.

Como imaginarán, ésto no hace a éstos cuatro países muy simpáticos allá doquiera que vayan. Dado que es innecesario ejemplificar el caso estadounidense, les recuerdo como les fue a los franceses hará unos años en Costa de Marfil. Dado que una de las mejores armas con las que cuenta el Ejército español es que somos un país que cae generalmente bien (a excepción de Kosovo), el hecho de que nos pongamos en plan Rambo a salvaguardar a empresas cuyas actividades de Ultramar son, en muchos casos, como poco éticamente discutibles, pueden convertir al soldadito español que normalmente es reconocido por gritos de "Rial Madrid, Rial Madrid" (o "Barça, Barça", dependiendo de la temporada de cada cuál) y preferido para partiditos de fúmbo, en un personaje menos simpático y, en consecuencia, más en peligro.

Pero es que, además, utilizar las Fuerzas Armadas es tremendamente costoso. Si los infantes de marina se pusiesen a custodiar pesqueros, como clama Pedro J. en aras del orgullo nacional de España, ese medio millón - convertido por obra y gracia del Espíritu Santo y de la que es la segunda administración pública más opaca de España tras la Casa del Rey en, probablemente , uno o dos millones de euros - dejarían de pesarle al ya de por sí estresado bolsillo del armador (estresado por el peso del oro rojo que es el atún) y le pesarían... ¿a que no lo adivina? Pues sí, señora: a usted.

Poner lo público al servicio de lo privado, y no al revés: la nueva - y vieja - teoría económica de la derecha. Por mí, yo diría que no.

Seguiremos informando.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Las trescientas variedades

Se dice que Charles de Gaulle, el último hombre que se hizo llamar Francia, se preguntó un día como iba a ser posible gobernar un país con trescientas variedades de queso. Nicolas Sarkozy, que se dice su sucesor en más de un aspecto, se hace esa misma pregunta hoy en día, cuándo, por decirlo de alguna manera, en las mesas francesas no hay sólo camembert, brie, roquefort y conté, sino también paneer, chencklich, bryndza y serra.

Sarkozy ha organizado un "debate nacional" para llegar a la conclusión de qué es exactamente un francés (y, por muy fácil que sea, no quiero chistes de doble sentido y menos que impliquen a Carla Bruni) porque está visto que la respuesta que le da el mirar a la calle no le satisface.

Buscar las raíces de la identidad nacional siempre es una mala idea, básicamente porque la identidad nacional es un concepto tan mutable como la nación misma. Y lo que es peor, si , en la búsqueda del Santo Grial de la francité (o la españolidad, conforme sea el caso) convertimos la identidad nacional en un elemento diferenciador y no integrador, acabamos empeorando lo que hemos empezado.

Como bien sabrán mis lectores, Francia fue el primer país en aplicar un método sistemático de progresiva difuminación de las diferencias regionales en aras de una identidad superior: la identidad francesa. El problema deriva del hecho de que un francés de 2009 tiene bastante poco en común con un francés de 1793, aun alguien de, por ejemplo, Saint-Amand-en-Puisaye, cuánto menos un parisino.

En consecuencia, para prosperar, el ideal jacobino de una supraidentidad nacional debe de ser lo más incluyente posible; de lo contrario está destinado a sumergirse en un pozo de chauvinisme del cuál no hay salida.

Lo que nos lleva a la más bella flor del jacobinismo nacional: Unidad, Progreso y Democracia, irreverentemente conocida como UPyDance, y más irreverente todavía, Rosita la Pastelera y su Circo Fucsia. El partido de la política más popular de España (calidad incontestable derivada del hecho, igualmente incontestable, que lo más cerca que va a estar de un sillón es en Ikea), va a celebrar su primer congreso el próximo fin de semana y, además de la obvia defenestración de todos aquellos que no reconozcan la innegable capacidad salvífica de Rosa de España, y el nombramiento como presidente de honor de Mario Vargas Llosa (criatura que se dedicaba a escribir con bastante buen tino, pero desde que perdió unas elecciones contra un japonés con poncho se ha dedicado a la notable tarea de odiar con saña a todo que no piense como él), el partidículo va a proponer unas ponencias fantásticas en su simpleza: borrar de la Constitución todas las referencias a la diversidad cultural y lingüistica de España, convertir a las comunidades autónomas en divisiones administrativas y, para todo lo demás, fusilar en la medida de lo posible el programa ajeno que les resulte más conveniente.

El jacobinismo es una opción política que merece todo el respeto de éste su blog, pero uno no puede arrogarse la defensa de la unidad de España poniendo a unos españoles en contra de otros.

Seguiremos informando.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Fly Airways


Los españoles no es que tengamos una imagen muy buena de nuestra compañía aérea de bandera. Normalmente relacionamos el volar con Iberia con pérdida de maletas o un servicio menos que aceptable. La última vez que volé con la línea rojigualda (el viaje a los Bajos Países del victorioso Trío Calaveras) tuvimos la mala suerte de encontrarnos, en la T4 de Barajas, con el empleado de facturación más indolente de todos los tiempos. Yo, que ya tengo alguna experiencia al viajar (y ya he estado en el Aeropuerto Internacional Gobernador Franco Montoro, Guarulhos, SP, Brasil, probablemente el peor aeropuerto intercontinental de Occidente) me lo tomé con humor, pero Aserraderos McNeil todavía se pone violeta de indignación al pensar en ello (y espérense un comentario de su parte al respecto).

Si esa es la imagen que tenemos nosotros de nuestra compañía aérea, imagínense qué es lo que piensan fuera de nuestras fronteras. Máxime cuándo Iberia es partícipe de una alianza de aerolíneas, OneWorld, en la que participan Qantas y Cathay Pacific, que están, casi sin discusión, entre las cinco mejores líneas aéreas del mundo. En la inmensa mayoría de los foros de viajeros frecuentes es inevitable leer larguísimas quejas de australianos indignados con el servicio prestado.

Y si sé de éstas cosas de primera mano, gran parte de responsabilidad la tiene el que estuviese trabajando todo un verano en el servicio de atención al cliente de Iberia. Me imagino que al firmar el contrato habría alguna cláusula de confidencialidad, así que no me extenderé, no vaya a caer el pesado brazo de la ley sobre éste su humilde blog.

Pero digamos que llegué a una serie de conclusiones que procederé a comentar con ustedes. La mayor industria de España, sin lugar a dudas, es el turismo: la industria sin chimeneas, que se dice. El problema es que la actitud de la industria turística en general, complementada por una legislación hecha y/o aplicada al servicio de esa industria, es una actitud sólidamente proteccionista: es decir, en España, para fomentar la industria turística, en lugar de defender al turista... se defiende a la empresa turística. Y al turista, naturalmente, que le den por saco.

No hace falta irse muy lejos para ver éste sistema en acción. El Aeropuerto Internacional de Madrid-Barajas es el undécimo más transitado del mundo (el décimo si sólo contamos los vuelos internacionales), y, sin embargo, es imposible llegar a él en transporte público antes de las seis de la mañana - hora a la que ya salen muchos vuelos. ¿El motivo? Para evitar que el ruidosísimo gremio del taxi pierda más clientes de los que ya perdió cuándo se abrió el Metro. El gremio del taxi respira relativamente satisfecho - y el turista que tiene que coger un avión de bajo coste a las seis de la mañana puede verse en la tesitura de pagar más por el taxi a Barajas que por el vuelo a Irlanda. La bandeja de fuet a 15,50 en la Plaza Mayor, el hecho de que una empresa aérea pueda compensar (y, en consecuencia, suela compensar) un retraso de seis horas con una chapata de jamón serrano y una coca-cola, etcétera, etcétera.

El sistema funciona y es rentable - siempre y cuándo se dé por sentada la Ley de Barnum de que nace un pringado cada minuto. Sin embargo, conforme Internet va dando a los viajeros más y más información, las historias de terror de nuestra organización turística pueden ir disuadiendo cada vez a más gente. Cierto es que estamos lejos de ser los peores anfitriones del mundo; todo lo contrario, de hecho.

Pero tenemos que ser siempre desesperadamente cuidadosos.

Seguiremos informando.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Vidas paralelas


Y si no me creen, pos a las pruebas me remito, como decía Cantinflas:

Despiertan pasiones enfrentadas y polarizan hogares y oficinas: o se está a favor o se está en contra, pero a éstas alturas no hay nadie que no tenga una opinión.

Es indiscutible su enorme aportación a la historia de sus respectivos equipos, su inextinguible ambición, su total dedicación y su amor incondicional por ESPAÑA (que es España dicho con su correspondiente entonación). Pero igualmente son conocidos por una personalidad provocativa, su tendencia incontenible a trabajar más por sí mismos que por el resto del equipo, por su amor por la acaparación de focos y (se rumorea) por hacer putaditas en mayor o menor grado a compañeros de equipo que les caigan mal.

Es eso lo que les lleva a enfrentarse, directa o indirectamente, con el entrenador de sus respectivos equipos; entrenadores que no tendrían ningún inconveniente en mandarles al banquillo, pero que deben enfrentarse con feroces enemigos: una prensa afín e incondicionalmente entregada, una abrumadora popularidad entre el sector más ultra de los aficionados, y el apoyo velado pero indiscutible del poder que gestiona el equipo en la sombra, tras las bambalinas.

La popularidad que han acumulado a lo largo de los años a través de innumerables gestos de populismo barato, les ha generado multitud de admiradores fanáticos dispuestos a lanzarse a la yugular de quién se atreva a cuestionar a su héroe. Y eso les ha permitido el mayor mérito de todos: el conseguir, casi siempre, que otros carguen con las responsabilidades de los errores que cometen.

Pero, afortunadamente para sus respectivos equipos, poco a poco van creciendo las filas de los que cuestionan abiertamente su papel y consideran que, para la mera supervivencia del equipo, es necesario, lo antes posible, reducirles a un papel secundario, que es el que les corresponde a éstas alturas.

Y, lo cuál me provoca un gigantesco alivio, cada vez resulta menos probable que vayan a representar a España en el extranjero en un futuro próximo.

Seguiremos informando.

martes, 10 de noviembre de 2009

Comunistas

Soy plenamente consciente de que volver a pulsar en la tecla del Gran Debate de la Izquierda es, en Ruina Imponente, una mala idea. La última vez que se trató del tema, tras las elecciones del año pasado, surgió un debate acalorado que acabó, como recordarán, con muertos y heridos, una situación que aún hoy lamento.

En aquél entonces no quise entrar en la pelea a tomatazos entre socialdemócratas y comunistas, una lacra (la pelea en sí, no ni los unos ni los otros) que la izquierda lleva arrastrando desde el Pleistoceno Medio, o, para ser más exactos, 1923.

Pero éste largo fin de semana me he obligado a intentar plasmar mis ideas sobre el tema por escrito. Sé que es un tema complejo y espero (desde luego) la participación de mis lectores, y si ha de volver a degenerar en una riña gitana, así sea: no creo, ni mucho menos, que lo escrito en las páginas de éste su blog sea tan inteligente y definitivo para ser aceptado por todos sus lectores como la verdad revelada. Al contrario: si discuerdan de mí, lo quiero saber. La verdad solo sale del debate, como han dicho numerosas personas, muchísimo más sabias que yo, durante los últimos tres milenios, desde Sócrates a Antonio Machado.

Tres son los motivos que me llevan a escribir éste artículo. Primero, ésta entrevista en El País de ayer. Segundo, la más que acalorada discusión posterior que tuve con el Gentleman a propósito de la entrevista, donde las falacias lógicas (más por mi parte que por la suya, dicho sea de paso) estuvieron a la orden del día. Y tercero, el más que malevolente titular de portada del panfleto de Pedro J. de ésta mañana, que bajo la fanfarria de las celebraciones del 20º aniversario de la caída del Muro muestra una foto del cierre del congreso del PCE de éste fin de semana con el subtítulo "...Aunque algunos siguen sin enterarse"

Es mi intención ir directamente al turrón, así que no hablaré mucho de los tres motivos en cuestión. Permítanme sólo apuntar que se puede palpar la vicisitud (léase, vergüenza ajena) que las palabras de la muchacha entrevistada producen al bueno de Willy Meyer; en no menos de tres ocasiones el buen señor tiene que salirse con "bueno, eso ya es pasarse" o alguna de sus variantes.

Empecemos por casa: al contrario de mucha gente en el PSOE, partidarios acérrimos de la idea del "voto útil" y de la "casa común de la izquierda", creo sinceramente que debe de haber un espacio político propio para la izquierda avanzada. Y ésto es así porque creo que una política absolutamente pragmática tiende, invariablemente, hacia el conservadurismo. Un único partido de izquierdas poseería, sin duda, una gigantesca tendencia centrípeta, un gran remolino gigante que absorbería todo y del que sería muy difícil escapar. Un partido de izquierda radical (radical en su sentido primitivo, es decir, de bases dogmáticas) es necesario para tirar de la socialdemocracia hacia la izquierda y compensar esas tendencias centrípetas.

Ésto en España. Y, si me apuran, en el resto de países democráticos e industrializados.

El problema aquí es que la izquierda empieza a no saber hacia dónde tirar. Doy desde hace tiempo por desacreditadas dos ideas capitales en la izquierda del siglo XX: el leninismo (entendiendo como tal la dictadura del proletariado ejercida por una vanguardia en forma de partido de cuadros) y el populismo (entendiendo como cuál el gobierno ejercido en nombre del pueblo sin orden ni plan establecido y que tiene por norma responder únicamente a los deseos viscerales de la ciudadanía).

Y ambas ideas quedan, en mi opinión, desacreditadas, por un simple criterio: no suelen funcionar. Mi estimado compadre el Gentleman me decía el otro día que su concepto de "funcionar" quizás fuese distinto que el mío, pero no nos explicamos mutuamente cuáles eran nuestros conceptos de "funcionar". Para mí, un sistema político que funciona es aquél que cree un entorno que permita el mayor número de libertades, tanto individuales, como colectivas, posibles, manteniendo al mismo tiempo un sistema económico que logre la mayor productividad posible dentro de un respeto por los derechos de los trabajadores. El populismo fracasa en tanto en cuándo, por su desorganización y altísimo coste, la economía tiende a irse al carallo en un período de tiempo oscilante entre los cinco y quince años; y una economía destrozada no tiene la capacidad de sostener los derechos de los trabajadores.

El leninismo es, en mi opinión, aún peor: porque al institucionalizar mecanismos de perpetuación de la dictadura del proletariado, crea y perpetúa al mismo tiempo una desconfianza oficial en las masas, es decir, en las mismas personas que dan sentido al sistema. El leninismo es una forma más de despotismo ilustrado; sistema que ya tenía su raíz en Rusia con Pedro I y Catalina la Grande. Y esa base antidemocrática sirve, a mis ojos, para desacreditarlo.

Eliminados el leninismo y el populismo, ideas fuerza del marxismo revolucionario de la segunda mitad del siglo XX y del principio del XXI, ¿qué le queda a la izquierda?

Y el problema de la socialdemocracia es que sólo es aplicable en países desarrollados e industrializados. Al contrario que el populismo, la socialdemocracia sí es sostenible económicamente a largo plazo, siempre y cuándo se cumpla la condición de que el capitalismo no tenga otra alternativa que llevar a cabo sus procesos productivos en los países donde exista un estado del bienestar.

Y como ya he discutido varias veces con mi maestro el Metalero, con la globalización el capitalismo ha vuelto a ganar por la mano al reintroducir la figura del país industrializado subdesarrollado.

Digo "ha vuelto a ganar" y "reintroducir". Y lo digo porque ésto ya lo hemos visto antes en alguna parte.

Una sociedad productiva estable, con un sistema consolidado de protección a los trabajadores, se ve superado por la nueva invención del capitalismo: un sistema basado en el trabajo intensivo en condiciones infrahumanas aprovechándose de la abundancia de mano de obra barata, que hace surgir de la nada grandes megalópolis.

Aquellos que hasta entonces habían disfrutado del privilegio del trabajo estable y relativamente bien pagado se ven superados por miserables que trabajan el doble y producen el cuádruple; llevándolos de forma casi inmediata e irreversible a la siguiente disyuntiva: o aceptar perder derechos o condenarse a la miseria más absoluta.

Inmediatamente surgen voces en contra del nuevo estado de cosas: unos claman por que el Estado tome medidas inmediatas; otros son más radicales y toman la justicia por su mano.

¿Europa, 2009? Sí, pero también Europa, 1825. La Manchester, el Essen, el Charleroi de 1830 son la Jakarta, el Karachi, el São Paulo de hoy. El niño pakistaní de nueve años que se mata hoy haciendo balones era la misma niña que se rompía la espalda haciendo tejidos de algodón en una fábrica de Barcelona. Veo poca diferencia entre el peñuki que quema contenedores y el ludita que rompe calderas de vapor.

Y, entonces como ahora, la solución está claramente definida: la unión de los trabajadores de toda clase en defensa de la democracia y de la vida digna; al fin y al cabo, los principios que inspiraron a Marx, a Engels, a Pablo Iglesias.

Indudablemente, el camino que nos espera por delante es arduo y difícil. Entre el Manifiesto Comunista y el Estado del Bienestar en su forma más extensa pasaron prácticamente cien años; y ésto, sólo en Europa.

Pero por alguna parte hay que empezar: y se puede empezar mirando más allá de nuestras narices y entender que el futuro del socialismo está más allá de nuestras fronteras; que en ningún caso podremos defender a los trabajadores aquí si no defendemos a los trabajadores en todas partes, y que es necesario apoyar, a lo largo y ancho de éste mundo, a aquellos que luchan contra la tiranía. Ese es el reto de la izquierda hoy.

Y si me preguntan donde voy a estar durante todo ese reto, insisto, mi lugar es la socialdemocracia. Soy demasiado pragmático, o cobarde, para ser un revolucionario. No seré yo el que se levante en armas por la redención de los trabajadores del mundo: no estoy hecho para pegar tiros.

¿Y cuál será mi papel, entonces? Sinceramente, no lo sé. A lo mejor eso me revela como el diletante que realmente soy. Pero sé que el camino está ahí y que en algún momento hay que empezar a recorrerlo. Iré detrás, pero iré.

Y alguien tiene que ir delante. Espero que sean los que yo creo.

Seguiremos informando.

lunes, 9 de noviembre de 2009

La revolución sorpresa

El diccionario alemán-español online de la Universidad de Chemnitz (de 1953 a 1990, Karl-Marx-Stadt) define Wende (f.) como "Viraje".

Die Wende; el Viraje: la forma que los alemanes definen ese extraño otoño de 1989 donde el mundo en el que habían crecido se fue al corno y lo que habían considerado generalmente como una vaga esperanza, tipo ganar la lotería o la paz en el mundo, ocurría a toda velocidad delante de sus ojos.

Nadie, repito, nadie, se creía de veras lo que estaba ocurriendo. Todo el mundo se esperaba, a últimísima hora, un golpe de timón en Moscú, que los militares soviéticos no aguantasen más y recibiesen instrucciones de aplastar el cambio bajo las orugas de sus T-64.

Y una intervención soviética en Alemania del Este, según todas las previsiones de la OTAN, derivaría invariablemente en que alguien sacase misiles de crucero de medio y largo alcance y, bueno, boom.

A ésto sumemos la tranquilidad que en Francia y en Gran Bretaña producía la división alemana, más en un plano psicológico que en uno racional-político. Como la frase que se le atribuye a François Mauriac: J’aime tellement l’Allemagne que je suis heureux qu’il y en ait deux (Me gusta tanto Alemania que estoy feliz de que haya dos.)

No era de extrañar que Helmut Kohl dijese, en la entrevista del último día en El País, que el único favorable a la reunificación alemana desde el principio fue Felipe González. Uno, siendo malvado, puede imaginarse esas reuniones del Consejo Europeo, donde todo el mundo ponía cara de gente reflexiva y seria y decía al respecto, "Bueno, por supuesto, es un proceso que será largo y difícil, blah, blah...", mientras que Felipe, siendo Felipe, "Claro que zí, Hélmu, ya verá como todo zale bien".

¿Por qué salió bien? Hasta 1984, más quizás que cualquier otro país del bloque del Este (a excepción de Bulgaria) el Politburó del SED no iba a mear sin instrucciones escritas de Moscú. Motivos había: por si no bastase con que en la RDA estuviesen las divisiones soviéticas mejor armadas y mejor entrenadas, Ulbricht, el primer líder de la RDA, había sido educado para llevar la Alemania comunista prácticamente debajo del sobaco de Stalin, y había creado una tradición de obediencia perruna a Moscú simbolizada en el beso eslavo de Honecker y Brezhnev.

Pero con la llegada de Gorbachov al poder, Honecker, que ya se las daba de veterano, consideró lo que todo comunista tarde o temprano tiende a considerar: que para ortodoxo, él. Durante los años de la perestroika se llegó al punto de que la Stasi censuraba las revistas soviéticas (¡!) que se mostrasen demasiado entusiastas con el reformismo.

Pero moverse fuera del ritmo que ponía Moscú era algo a lo que el SED, directamente, no estaba acostumbrado. Mientras la perestroika fue un fenómeno únicamente soviético, se pudieron sostener por inercia; pero cuándo a lo largo y ancho del bloque del Este los politburós fueron progresivamente pateados del sillón, en Berlín Este se perdieron. Ya lo avisó Gorbachov la noche del 7 de octubre de 1989, cuándo todo empezó a rodar: o cambiáis u os cambiarán.

Lo primero que hicieron fue ese movimiento tan típico del fúmbo español: echar al entrenador. Honecker fue convenientemente pateado; el problema es que a esas alturas de la liga, elegir sustituto iba a ser problemático, y Egon Krenz fue una solución abiertamente torpe. Krenz, siendo de la generación posterior a Honecker, había hecho de joven promesa toda su vida; el problema es que Honecker estaba ya muy yayo y Krenz había hecho de joven demasiado tiempo (había sido secretario general de las Juventudes Libres Alemanas hasta la tierna edad de...47 años) En consecuencia, cuándo tomó el poder ya no era un soplo de aire fresco: era un apparatchik como todos los demás. En consecuencia, le pasaron por encima.

Hay que recordar que los primeros movimientos democratizadores, la gente del interior, como Neues Forum (Nuevo Foro) o Demokratischer Aufbruch (Despertar Democrático, el grupo de Angela Merkel) quería una RDA democrática; el concepto de Alemania unificada quedaba ya muy lejos. La caída del muro les superó y fueron igualmente atropellados por el cambio: salvo DA, que se unió a los cristianodemócratas en el proceso que llevaría a la señora Merkel a la Lavadora (el enlace lo explica), todos los demás o desaparecieron o se fusionaron con los Verdes (ese subtítulo de Bündnis '90 que aún lleva el partido)

Así, lo que más llama la atención de las imágenes de aquella noche del 9 de noviembre de hace veinte años es la inmensa sorpresa de todo el mundo: los vopos, los viandantes que fueron a los puestos fronterizos a probar suerte, los jóvenes, los viejos. Fue una sorpresa.

Creo que el artículo me ha salido demasiado sesudo. Así que vamos a lo que realmente quería poner:



Seguiremos informando.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Los medio cesantes

Si a usted, señora, Dios no lo quiera, le echan del curro, lo más probable es que le hagan coger sus cosas y sólo volver para firmar el finiquito. En casi cualquier organización, un comportamiento corrupto y/o incompetente por parte de cualquier empleado obliga a salir por la puerta con cajas destempladas.

El Partido Popular tiene un comportamiento diferente. El bigotismo posee una especie de limbo, un saloncito tras la puerta principal donde los expulsados pueden penar sus cuitas hasta que la opinión pública se olvide de ellos hasta el santo día en el que puedan, felizmente, volver a su confortable sillón.

Eso sin hablar del conflicto de siempre, tipificado en la frase "¿Y ese sillón, de quién es?". En los partidos de izquierda, no sin discusión, la teoría vigente es que el sillón es del partido, por lo que ser pateado del partido implica ser pateado del sillón.

El bigotismo tiene igualmente esa teoría, pero con su énfasis en el populismo y la responsabilidad individual, tiene muchísimos más conflictos a ese respecto.

Y es porque las tan cacareadas "medidas disciplinarias" del bigotismo básicamente consisten en la suspensión de militancia, que es como si a mí me quitan el carnet del Club Disney (nunca he tenido carnet del Club Disney, a Dios gracias, pero por poner un ejemplo). No se te obliga a dejar el sillón o los sillones que tengas; lo único que te pasa es que te conviertes en un tipo corriente, que ni siquiera tiene que pagar las cuotas de afiliación, pero que, por uno de éstos casuales de la vida, representas al Partido Popular en, por ejemplo, el Senado de España. Lo que sí te puede pasar - que a veces ni eso - es que en las próximas elecciones no entres en las listas, pero hasta entonces Luis Bárcenas habrá cobrado (legalmente, lo otro ya no lo sé) unos 80.000 euros tirando asín por lo bajo.

Y eso, para un partido que propugna la ética y la austeridad, pues... no lo veo.

Seguiremos informando.

Oído al parche con lo que escuchas

Sinceramente, me importa un comino de quién haya sido la idea: no dudo de la necesidad de un sistema moderno de interceptación de llamadas telefónicas es necesario (otra cosa es el coste), pero quisiera tener más que claro quién, en todo éste sarao recién montado, se encarga del cumplimiento del artículo 18.3 de la Constitución.

La escandalera bigotista es, fundamentalmente, lo de siempre: descubrir el agua caliente (es decir, noticias que estaban en la prensa desde 2001) para volver con la misma cantinela de costumbre: el Ministro del Interior es un peligroso enviado de Satán (o, lo que viene a ser lo mismo, de Felipe González) con la aviesa intención de acabar con la democracia, forjar otro vídeo de Pedro J. en picardías y sacarle las vergüenzas al Partido Popular.

Como truco es estupendo, porque lo que la opinión pública tragaba sin rechistar en el tenebroso otoño de 2001 (donde veíamos la sombra de Osama en todas partes) es ahora escandaloso después de que el fantasma del terrorismo, de tan manido, se tornó en monigote (es innecesario recordar el papel que tuvo el PP en todo ello) Ya sabemos, igualmente, como funciona el Servicio Bigotista de Informaciones, un hatajo de cuñaos capaces de hacer realista a la T.I.A: lo único que han "descubierto" los anacletos de Génova es que el Gobierno tenía la capacidad tecnológica de haberlos espiado - de ahí a que lo haya hecho hay un paso bien largo que hay que - adivinen qué - demostrar.

En todo caso, insisto: más que las vocinglerías bigotistas, es más importante para el Gobierno, ahora mismo, demostrar que, efectivamente, existen los mecanismos dentro del sistema para cumplir la Constitución y salvaguardar el derecho a la intimidad de los ciudadanos. Si no los hay, a mí, y a gran parte de los ciudadanos, nos va a importar un carajo el papel del PP; van vamos a querer eso apagado ahora mismo.

Seguiremos informando.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Fumboladas

España es España: hacemos una ley para permitir atraer talento (asquerosamente) bien remunerado y los únicos que lo aprovechan son los clubes de fúmbo.

En consecuencia, cuándo el Gobierno anuncia que, ya que estamos apretando el cinturón a todo el mundo, no está bien que Cristiano Ronaldo tribute al mismo nivel que yo, los clubes de fúmbo - y, en inmediata seguidilla, todos los paniaguados que se ganan el jornal alabando las glorias del mercado fúmbolístico patrio - salen diciendo que qué mierda de Gobierno, primero quitándonos el pan y luego quitándonos el circo.

Los clubes de fútbol son instituciones poderosas en España. Permiten a quiénes los manejan tratar con gente influyente, lo cuál es la clave para ganar más negocios. De hecho, hay presidentes de clubes de fútbol a los que el fútbol les importa un carajo (que se lo pregunten a los del Atleti) Aparte, dan acceso a una prensa acrítica y displicente siempre dispuesta a darte cinco minutos (¡!) para decir lo que te venga en gana.

Si a eso le sumamos una Federación de Fútbol tan obviamente corrupta que está dispuesta a cualquier cosa por hacerte feliz (la Copa del Rey, expresamente diseñada para que ganen los equipos de Primera, es un ejemplo obvio) no es de extrañar que cuándo salga alguien que intenta ponerte algo de coto, salten como fieras ardiendo.

Como bien dice aquí el señor Lüzbel, el problema está en la Liga, que en lugar de administrar el sistema para que puedan ganar todos - con los derechos de televisión, por ejemplo - prefiere seguir con el tan ibérico sistema del Big Cortijo.

Hay muchas cosas que necesitan cambiar. ¿Sugerencias?

Seguiremos informando.

Ars Gratia Artis

La encantadora Dixie Daisy prácticamente me obliga a hacer algunas anotaciones acerca de la cultura en general y el mercado de la cultura en particular.

Para empezar, un apunte terminológico: siempre he sido reticente a la expresión "bien cultural"; implica una mercantilización excesiva de la cultura. Prefiero utilizar un término peliagudo: "conocimiento", aunque soy consciente de que puede ser excesivamente confuso. Entiendo como conocimiento cualquier fruto del pensamiento y de la acción humana que tenga éstas dos características: (1) su mera existencia ha de suponer(o, en mis días bien intencionados, ha de intentar suponer)un acto de superación con respecto a todo lo que se ha hecho anteriormente y (2) no tenga un propósito, sea expreso o sobreentendido, de damnificar físicamente a uno o más seres humanos. Como se puede ver es una definición sorprendentemente amplia (y, en consecuencia, comprendo que muchos prefieran concretizar más) que no solo incluye cosas como la Pasión según San Mateo de Bach, la Poética de Aristóteles o la Maja Desnuda, sino también cosas como el pulpo à feira o la folha-seca.

Axioma: el conocimiento siempre se extiende. Los templos de Amon-Ra, los Misterios de Eleusis, la Academia de Platón, la Ciudad del Vaticano, todos han pretendido guardar el misterio del conocimiento, pero a la larga los misterios siempre acaban siendo revelados. La vulgarización, o popularización del conocimiento esotérico (entendiendo como tal aquél que pretendía ser privilegio de unos pocos, no es que me haya convertido en Rappel) también se nota en otras facetas del arte. Los más sagrados cantos de la cristiandad acabaron siendo incluidos en motetes profanos del siglo XIV; las armonías creadas para los reyes por los músicos de cámara pasaron en cincuenta años de los palacios a las tabernas, tocados en chirimías; Velázquez y Picasso se venden en colorido offset en las tiendas de regalos.

Dos son los conflictos que se presentan a aquél que pretende crear conocimiento. Primero, el hecho de que todos pretendemos que nuestra obra tenga valor en general y valor material en particular; segundo, el hecho de que crear conocimiento es costoso: si uno dedica doce horas al día a escribir, componer o dibujar, normalmente uno tiene tiempo para hacer otra cosa y todos tenemos ese nefasto vicio que es comer.

Ante lo primero, haría una distinción: el precio del producto realizado y el valor del conocimiento existente en ese producto. Un producto es un elemento negociable en una sociedad capitalista y como producto realizado debe de ser tratado; es decir, un lienzo, un libro, un disco, cosas físicas y tangibles, tienen un precio inherente marcado por el mercado. Lo segundo, por otra parte, es abiertamente subjetivo, por lo que el valor material debe, necesariamente, ser subjetivo. En consecuencia, soy de la muy polémica opinión de que, desde un punto de vista político-administrativo, el valor del conocimiento debe de ser cero; si luego, en una sociedad capitalista, el mercado quiere dar valor material (o sea, poner precio) a ese conocimiento, compete al mercado dárselo. En consecuencia, si alguien, con un propósito no comercial, desea hacer una reproducción de ese conocimiento, debe poder hacerlo sin injerencia del Estado.

Porque el Estado, por encima del derecho a la propiedad privada, tiene la obligación de permitir que sus ciudadanos tengan la mejor educación posible, y eso incluye garantizar el acceso de los ciudadanos a la mayor cantidad de conocimiento posible. Y que conste que no estoy siendo salvajemente comunista; simplemente estoy llevando a rajatabla el artículo 128.1 de la Constitución, que reza:
1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general.
Niéguenme que no es de interés general que los españoles puedan tener acceso libre y desimpedido a todo el conocimiento que pueda llegar a sus manos.

Antes de lanzaros como bestias, paciencia, artistas míos, que ahora voy con el punto dos.

La cultura de masas es un fruto de la modernidad capitalista. El mercado ha creado todos los fenómenos de masas de los últimos ciento cincuenta años, y se le da bastante bien.

Por otra parte, soy de la opinión de que es obligación del Estado el ayudar a crear conocimiento.

Soy plenamente favorable a una política de becas que supere las limitaciones del conocimiento industrial de masas y permita cubrir del todo el amplísimo espectro de la creación de conocimiento, garantizando que el creador de conocimiento tenga unas condiciones básicas de vida, y dedicándose a rellenar los huecos que el mercado capitalista no puede cumplir.

Pongamos por ejemplo el cine. No soy favorable al "apoyo al cine español" tal como lo entendemos hoy, a saber, dinero público para casi cualquier cosa, incluyendo el autobombo desaforado y Cuándo amanece, apetece. Yo apoyaría, en su lugar, la creación de un equivalente a la NFB canadiense, cuyos objetivos están mucho mejor definidos: crear películas que, por su formato, contenido polémico o nivel de experimentalidad, no conseguirían dinero de ninguna otra manera.

Puede argumentarse que esa perspectiva implica dejar la cultura popular íntegramente en manos del capital: que el Estado se dedica a financiar iniciativas que solo pueden interesar a la élite, mientras que José Javier Vázquez gana un premio Ondas.

Como demócrata que soy, para mí ésto es lo que hay: las personas adultas son libres de hacer lo que bien entiendan con su tiempo; el Estado únicamente debe garantizar el acceso. Pero a los extraentusiastas les recuerdo que nunca ha funcionado el intento de imponer la cultura de élite a las masas: la URSS ponía dosis macizas de ballet y Stravinsky en televisión, pero aún así cuándo fue Paul McCartney a la plaza Roja faltó sitio.

Quizás les haya confundido con mi falta de precisión terminológica, pero creo que me he hecho entender...bastante mal.

Seguiremos informando.


martes, 3 de noviembre de 2009

Cascotes (XIV)

Primer cascote:

Está debajo de debajo de debajo de las noticias de portada de El País, pero créame, señora, es noticia: el Constitucional checo ha echado abajo el recurso contra el Tratado de Lisboa presentado por un grupo de senadores.

El Tratado de Lisboa es un engendro, un constructo hecho tarde, mal y a rastras para consolidar las instituciones europeas (hasta ahora repartidas entre literalmente chiquicientas instituciones distintas) en una gran mole consolidada llamada Unión Europea. Al contrario que la Constitución Europea, creada por inspiración francesa para unificar y complicar simplificando (no es un oxímoron: es Giscard D'Estaing) el Tratado de Lisboa es una típica componenda europea: un aparateo para permitir que los de siempre (a saber, Francia y Alemania) puedan seguir llevando el cotarro de una Europa de veintinueve países.

En contra estaban los de siempre: los británicos, Pili y Mili Kacynski y, de quién tratamos ahora, el mítico Vaclav Klaus.

Como saben, los checoslovacos llevaron su Revolución de Terciopelo de forma bastante cívica, con gente brillante como Vaclav Havel a la cabeza. Pero una vez llegaron las elecciones democráticas, los nacional-populistas dominaron el cotarro, tanto en la República Checa como en Eslovaquia. Vaclav Klaus es un ejemplo de libro de nacional-populista: anticomunista (entendiendo por comunismo cualquier cosa a su izquierda, que es mucho) euroescéptico y negacionista del cambio climático (¿a quién no saben quién edita sus libros en España?) El bueno de don Wenceslao se ha pasado los últimos años intentando poner palos en las ruedas al proceso de integración europea - y ahora que es Presidente de la República Checa, puede: sin firma no hay ratificación, y sin ratificación no hay puñetero Tratado de Lisboa.

La excusa oficial es que quiere evitar que los alemanes puedan poner demandas en el nuevo Tribunal Europeo de Justicia para reclamar tierras incautadas a los sudetes; la excusa oficiosa es por tocar los cojones.

El problema que tiene ahora es que es esclavo de sus palabras: dijo a principios del año pasado que si él era el último obstáculo a la ratificación del tratado, no sería él el que lo bloquearía. Obviamente, ha esperado a que, efectivamente, fuese él mismo el último obstáculo - tras la decisión de hoy, ya lo es: los otros 26 países de la UE ya han firmado -pero ahora queda la duda de si, ahora que está todo Dios mirando, Vaclav Klaus no aprovechará la oportunidad para seguir haciendo el payaso.

Segundo cascote:

Rubiano me pasa un enlace diciendo que la Biblioteca Nacional se ha negado a que Google digitalice sus libros, diciendo que ya tiene un acuerdo de digitalización con Telefónica.

Leyendo la noticia completa tampoco es para tanto: la digitalización, a la larga, se va a producir, y no descartan un acuerdo con Google Books para disponibilizar la colección digital.

Lo que jode es saber que probablemente el procedimiento de Google va a ser mucho más rápido, mucho más barato y va a tener una interfaz más intuitiva en comparación con los procedimientos de digitalización de la BN: sólo con ver la interfaz de la Hemeroteca Nacional digitalizada, que parece diseñada para Netscape Communicator, te dan ganas de pegar a alguien.

Seguiremos informando.


lunes, 2 de noviembre de 2009

Quién tenga estómago que lo estomague

El Líder Opositor con el Nombre Más Divertido, Abdulá Abdulá, renunció éste fin de semana a ser candidato en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales afganas. En consecuencia, la Comisión Electoral Central ha proclamado a Hamid Karzai presidente de Afganistán por defecto.

Abdulá Abdulá pasó a la segunda vuelta de las presidenciales una vez que no pudo disimularse de ninguna de las maneras el fraude masivo cometido por Karzai. Cuándo empezaron a circular los informes de colegios electorales cerrados donde 13.500 personas habían votado (por Karzai), en Occidente llamaron por teléfono al magnate de la capa indicándole que se ponderase un poco, así que éste llamó a sus secuaces en la comisión electoral, se cocinó un resultado aceptable (49,67% para Karzai) y se puso rumbo a una segunda vuelta donde el fraude sería igual de rampante que en la primera, eso sí, con más sutileza.

Y visto que nadie en la ISAF está dispuesto a mover una uña para evitar el fraude (bastante tienen con evitar que les maten) Abdulá Abdulá ha decidido, finalmente, que no vale la pena seguir la farsa, privándose así de convertirse en el Segundo Presidente de Nombre Más Divertido (el primero, naturalmente, es el Presidente de Indonesia)

Occidente ha intervenido en Afganistán por dos motivos: primero, en un acto propagandístico de venganza por parte de los Estados Unidos (recuerden lo de Justicia Infinita) y, segundo, para evitar un posible efecto dominó fundamentalista por toda Asia Central.

Lo primero era imposible de lograr y no se ha logrado; lo único que podía curar el 11-S es el tiempo y en ello estamos. Lo segundo ha resultado un fracaso notable: la pieza más probable del tal efecto dominó sería Pakistán y, como hemos podido ver en los últimos días, fuerte lo que se dice fuerte no está.

Es indudable que, con respecto a la sanguinaria teocracia talibán, la actual cleptocracia oligárquica y tribal afgana es una mejora, pero, naturalmente, en la medida que un balazo en la pierna es mejor que un balazo en la boca.

Es la hora de salir por piernas de ahí.

Seguiremos informando.

viernes, 30 de octubre de 2009

El PP como religión

De piedra me quedo con la siguiente noticia: A la hora de solicitar ayudas a la vivienda en la Comunidad Valenciana, los embriones contarán como hijos. Al parecer la iniciativa es del übercatólico Juan Cotino, vicepresidente de la Generalitat y Director General de la Policía en tiempos de Bigotus Máximus.

Uno puede englobar la afición del PPCV por la teocracia dentro de la adopción por parte de un buen trozo de la militancia bigotista de los nuevos valores que la Contrarreforma wojtyliana-ratzingeriana impone desde Roma: a saber, una adhesión fervorosa e incondicional a la santísima trinidad de no al aborto, no al condón y sí al merchandising. Es un desarrollo lógico que igualmente tiene sus adeptos en la calle Génova, el más ruidoso de ellos Jaime Mayor Oreja.

Es problemático, naturalmente, porque los ultracatólicos, a pesar de ser pocos y llevarse a la perra, son tremendamente ruidosos; y el PP, como sabemos, es un partido que se mueve al son de los que le sacuden - en honor a la verdad, el PSOE funciona prácticamente igual, aunque menos.

Pero lo de la nueva ley puede explicarse igualmente de otra forma: ante el desprestigio absoluto del Partido Popular de la Comunidad Valenciana en el ámbito cívico, o dicho de otra manera, ante la completa ausencia de motivos racionales para votar otra vez a Francisco Camps y a sus secuaces, el bigotismo levantino ha decidido recurrir a convertirse en una religión, una secta donde sólo ellos tienen la verdad y todos están contra ellos, un ámbito donde solo tienen lugar los fieles más cerriles.

¿Y dónde sino encontrarlos que entre las saltitantes multitudes de curosos? Total, si ésta gente puede creer que el PSOE intenta establecer puestos de trituración de fetos por las esquinas, ¿por qué no creer que Francisco Camps es un hombre honrado?

Seguiremos informando.


El fin de semana es sagrado

Imagínense al repelente niño Vicente que le pillan con la mano dentro del bote de las galletas. Maldición, vienen visitas; "Niño, a la habitación", dicen los turbados padres ante la catástrofe que se avecina. Y resulta que veinte minutos más tarde, en mitad del té con pastas, el niño sale de la habitación, en calzoncillos, con el bote de galletas en la mano diciendo a voz en grito: "¡Pero si me dijísteis que podía comer galletas! ¿Por qué me habéis encerrado? ¿Cuándo vais a pedirme perdón?"

A Ricardo Costa le ha llovido exactamente lo que le llovería al niño coñón: un sopapo que le ha dejado en Cuenca. Los problemas del PP pueden resumirse en dos: primero, que en el partido han aparecido súbitamente una serie de niños coñones capaces de subirse literalmente a las barbas de sus padres; segundo, que el líder bigotista adopta un planteamiento de educación moderna y prefiere tibias reprimendas, cuándo lo que requiere la psique tradicional del partido es fostiar sin contemplaciones al que le ose chistar al Amado Líder.

Y lo que es peor, en el Partido Popular parece triunfar un planteamiento que cualquier persona que haya visto El Ala Oeste de la Casa Blanca sabe que es mentira: que la política tiene un horario de oficina, de nueve a cinco, y que los problemas pueden esperar, apilados en una bandeja, a que el lunes por la mañana, tras un café calentito y un buen puro (y unas tostadas con manteca colorá para Arias Cañete), uno pueda enfrentarse a ellos.

Como bien sabemos, la realidad funciona de otra forma: lo que parecía un problemilla sin importancia un viernes a las tres, si se deja sin tratar, generalmente se convierte en un troll de seis toneladas de peso cuándo nos volvemos a enfrentar con el tema el lunes.

El problema aquí es que Rajoy no ha escarmentado: hace cuatro semanas, el PP ya echó a Costa, pero éste se fue de vacaciones; en lugar de ir a dónde quiera que estuviese con un coche de alquiler y un chófer (y dos o tres sicarios gallegos por si hubiera problemas) Rajoy prefirió seguir el ejemplo de su subordinado y dejarlo para otro día. Así le ha ido.

Ahora corren las voces de que Rajoy intentará resolver todo ésto para el martes y dimitir si no lo ha conseguido. La verdad, con todo lo que ha pasado, con tanta gente lanzandole cerbatanas impregnadas de curare, siendo abiertamente cuestionado cuándo no ridiculizado por los que supuestamente debían ser sus aliados, no entiendo qué le ha llevado a esperar tanto.

Pero eso sí, el martes. El fin de semana es sagrado.

Seguiremos informando.

jueves, 29 de octubre de 2009

Santos para un infierno

El caso de corrupción de Santa Coloma de Gramenet ha permitido que en la prensa conservadora saquen los rifles y vuelvan a apuntar a la, según ellos, sempiterna corrupción socialista. Y en la desconcertada prensa de izquierdas se vuelve al habitual debate: que si todos los políticos son iguales, que no se salva ninguno, etcétera, etcétera.

La declaración del presidente Montilla ayer apunta en ese sentido. Es un texto admirable, que suscribo plenamente, y que impulsa a algunas reflexiones.

No me volveré a extender en el papel que debe tener la política; es algo que sobre lo que ya he hablado suficientemente en los últimos meses, aquí y aquí.

En cualquier institución, pública o privada, la corrupción tiene un doble efecto: primero, incentiva a más corrupción (total, si roba éste, por qué no yo); y segundo, asquea primero y desanima después a aquellos que sí son honrados.

El primer efecto es el más grave a corto y medio plazo, pero el segundo es el más grave a largo plazo y el más difícil de quitar. Al fin y al cabo, existen mecanismos para castigar la corrupción, pero la desilusión de la gente honrada es mucho más indeleble. En muchísimos casos, la desilusión se hace tan generalizada y tan permanente que la honradez se convierte en desprestigio: "El que no llora no mama / y el que no afana es un gil", que escribió Discépolo.

El problema es que la corrupción no está tan generalizada como nos podemos ver tentados a creer por la sabiduría popular.

Ésto puede llegar a ser reconocible en, por ejemplo, nuestros puestos de trabajo - donde invariablemente hay una o dos personas con un rostro del tamaño del Monte Rushmore, pero que, en la inmensa mayoría de los casos, son los menos - pero no en la política.

Y ésto es porque los políticos tienen, en principio, mayores expectativas que satisfacer que el subdirector comercial de turno. Cuánto mayores las expectativas, mayores las decepciones - mayor y más prolongado el desprestigio. Cada nuevo caso de corrupción acumula con el anterior, con el anterior y con el anterior, y así sucesivamente.

Si a ésto le sumamos el sustrato de desprestigio de la política heredado del franquismo y sobre el que tantas veces he hablado, deriva en que la imagen pública que tiene la ciudadanía de la política en general es la de un erial hediondo donde no hay nada que salga limpio.

Y no podemos pedir milagros. Si insistimos constantemente en que ser político, o estar metido en política, es automáticamente ser un imbécil o un canalla, disuadimos de tal manera a la gente que pueda estar interesada en ponerse a disposición de la ciudadanía para mejorar la vida de todos (que, al fin y al cabo, es lo que viene a ser la política) que, al final, los únicos interesados en política son, efectivamente, los imbéciles y los canallas.

Es más difícil aún si recordamos que, en democracia, es muy difícil que nadie te agradezca nada. A ojos de la ciudadanía en general, para sus políticos/as, el cielo es el límite - y casi nadie llega al cielo. Hay que asumir que si vas a dedicarte a trabajar para los demás, el 99,5% de lo que te vas a llevar de boca de otros son palos.

Necesitamos gente altruista, desinteresada y generosa - y, no, no tiene que ver con el partido político. Y sólo podremos convencerles de que vale la pena si damos ejemplo, cada día, de que se pueden hacer las cosas bien. Y cuesta cien veces más que hacer las cosas mal.

¿Quién ha dicho que fuese fácil?

Seguiremos informando.

No se irá sin ruido

La crisis de Caja Madrid viene derivada de un hecho incontestable: el populismo, especialidad de los dos líderes bigotistas capitalinos, es electoralmente muy rentable pero invariablemente resulta muy caro.

En los años de vacas gordas, las transferencias por parte del Estado (esas que paga usted con el IRPF, señora) permitieron tanto a Gallardón como a Espe dedicarse a lo que más les gusta hacer, a saber, orgías de gasto a su mayor gloria: soterrar la M-30, construir el metro a San Sebastián de los Reyes y repartir parné entre los amigotes a través de festivales de flamenco sobrepreciados.

El problema es que, cuándo la economía global se fue al traste, la fuente se secó y el dinero dejó de correr. Albertito Mediabarba intentó solventar el problema de la forma que lleva haciendo durante todo su mandato: pidiendo prestado y cargando el mochuelo de la deuda al pobre pringado que sea alcalde tras él (y a todos sus sucesores hasta 2070, aproximadamente.) Naturalmente, es que a éstas alturas, tras casi 8.000 millones de euros a deber (unos 3.000 euros por cada madrileño) al Ayuntamiento de Madrid no le presta dinero ninguna institución seria, lo que obligaría a la municipalidad a embarcarse en el turbulento mundo de la usura. Y Albertito lo hubiera hecho, si no fuese por el pequeño inconveniente de que el Tribunal de Cuentas ha prohibido al ayuntamiento endeudarse más. En consecuencia, con el mero fin de pagar facturas e intereses de la deuda, es decir, sobrevivir, el municipio no ha tenido otro remedio que cascar la serie de impuestazos (tasa de basuras, subida del IBI, parquímetros, etc.) que habrán visto en la prensa. Aún así, el peñasco de deuda que el ayuntamiento de Madrid lleva encima es tan gordo, que tarde o temprano será inevitable renegociar la deuda.

Y quién cortará el bacalao de dicha renegociación será, probablemente, Caja Madrid, que habitualmente es el mayor deudor de los ayuntamientos matritenses. En la Caja Madrid regida por Miguel Blesa esa renegociación no hubiese sido mayor inconveniente; al fin y al cabo, qué son unos miles de millones de euros entre amigos.

La crisis viene derivada de que Esperanza Aguirre Gil de Biedma tiene prácticamente los mismos problemas que Albertito (muchas de las empresas fachada que creó para financiar el Metro han sido obligadas a cerrar por el Tribunal de Cuentas), pero con un plus: gran parte de la imagen de marca que la Condesa Cardada se ha creado a si misma y que tan lejos le ha llevado dentro de la pugna por el trono bigotista viene definida por la supuesta alergia que la Lideresa tiene a los impuestos: para Espe, subir o volver a imponer impuestos no es una opción a considerar, máxime cuándo su discurso antisocialista y neoliberal viene marcado por, supuestamente, una impoluta reputación de enemiga de las "cargas fiscales" a los ciudadanos.

La conclusión es obvia: para evitar una crisis fiscal en la comunidad más rica del país, Espe necesita más dinero y con mucha más urgencia. Y sólo tiene un sitio de dónde sacarlo.

Es por eso que, aprovechando que es la Comunidad de Madrid que tiene la competencia sobre sus cajas de ahorro, ha utilizado su rodillo dentro del partido y la Asamblea de Madrid para sacarse de la manga una Ley de Cajas que amplia el poder de la Comunidad en las cajas de Madrid (es decir, en la Caja de Madrid) repartiendo gran parte del poder que tenía antes el ayuntamiento de Madrid entre el resto de ayuntamientos de la región.

Y es que aquí llega el punto: si el bigotismo fuese un partido bien avenido y existiese ese espíritu de Copenhague en el que Espe y Albertito se dan besitos en la mejilla, éste chanchulleo con el dinero de millones de personas (entre otros, yo) no tendría mayor inconveniente: Caja Madrid se come con patatas las pérdidas de cada cuál y a seguir la fiesta de la espuma.

Pero Alberto Ruiz-Gallardón, que no es en absoluto idiota, comprende perfectamente que si Espe se hace con el poder en Caja Madrid lo primero que hará será cortarle el grifo de la renegociación para acabar con él de una puñetera vez: sin renegociación, Alberto Ruiz-Gallardón quedaría como el primer alcalde de Madrid desde hace siglos que se las compone para quebrar el ayuntamiento de la capital de España. Es cierto que el Mediabarba ha salido indemne de muchas catástrofes, pero es indudable que tras un desastre de ese calibre, su carrera política estaría acabada del todo - miel sobre hojuelas para la Condesa Cardada.

En el 13 de rue de Gênes, naturalmente, están igualmente aterrados con la perspectiva de una Espe con la llave de la caja. Primero, porque hundir a Gallardón es hundir un poco más la imagen del PP como administrador competente (para Espe y sus secuaces Gallardón es un criptosocialista, pero para el resto de los españoles sigue siendo del PP y como tal lo entenderán si el ayuntamiento quiebra). Segundo, porque con el dinero del Monte de Piedad Espe podrá financiarse aún más iniciativas que la lleven a la Moncloa - cosa que, todavía, no están dispuestos a asumir.

Y si a eso le sumamos que se puede unir lo útil a lo agradable y entregar un reconfortante sillón a Rodrigo Rato Figaredo, el hombre que huyó de Washington a la espera del dedazo salvífico que al final no llegó, un hombre con mucho más prestigio dentro del partido que él, para Mariano Rajoy es un no-brainer.

Siempre he sido de la opinión de que el PSOE no debería meterse en las peloteras del PP: meter el dedo en la llaga permite al rival acusarte de crueldad, lo cuál le hace olvidarse por un momento de que está sangrando por las costuras. Ésta vez, por una vez, está habiendo suerte: la actuación por parte de Ferraz está siendo curiosamente ponderada.

Sí, amigos, Esperanza Aguirre ha querido jugar con los mayores y por una vez parece que va a perder. Olviden a Cobo: ya fue el chivo expiatorio de Gallardón una vez (en el último Congreso del PP de Madrid) y si se ha vuelto a ofrecer voluntario será por algo. Pero no se va a dar por derrotada con facilidad y sin hacer ruido. Sabe que si no puede controlar Caja Madrid, la cuerda que ata la bolsa no va a abrirse tan fácilmente, y eso puede obligarla a abandonar sus principios y, finalmente y tras mucho gritar, subir los impuestos. Eso sería una muesca en su contra dentro de su ejemplar desfile demagogo - y eso duele.

No, no se va a ir sin ruido. Preparen sus palomitas.

Seguiremos informando.